Hace un tiempo, Lazlo Bock, vicepresidente de Recursos Humanos de Google, expresó a The New York Times que “el expediente académico y la puntuación de los candidatos en los test, son inútiles como criterios de contratación”.
Estemos de acuerdo o no, es un hecho que lo que aprendemos en las aulas es insuficiente para ser competitivos en el ámbito laboral, especialmente en la era digital que vivimos. Es el desarrollo de nuestras competencias blandas lo que marcará la diferencia en la cuarta revolución industrial.
Encasillar a la gente por su personalidad es muy rígido, de ahí la importancia de enfocarse en las habilidades y en cómo desarrollarlas.
Entre las competencias más valoradas en la era digital, están el networking , la flexibilidad, el pensamiento sistémico, un liderazgo que rete y que trabaje por asignaciones y proyectos, entre otros. Entonces ¿de quién es la responsabilidad de desarrollar estas competencias: del colaborador o de la empresa?
Respuesta: de ambos.
Como colaborador, debo cuestionarme constantemente que fue lo último que aprendí: ¿me reto con nuevas cosas? ¿Me actualizo? Hacer algo nuevo, pedir retroalimentación y trabajar con gente diferente, son hábitos que nos permiten desarrollar o mejorar habilidades. Pregúntese cuán empleable es usted y si requiere la ayuda de un coach .
Las empresas, por su parte, deben invertir en el desarrollo de su gente si no quieren quedarse atrás. Es muy difícil que una persona tenga todas esas habilidades que se requieren. Por eso toca priorizar y desarrollar.
Al igual que con los estudios académicos, un curso no es mágico para el cambio de comportamientos. Esa es solo la base. Debe incluirse variedad de técnicas, como capacitación, coaching, mentoring, proyectos, etc, que orienten a la práctica y a los diferentes estilos de aprendizaje.
Las organizaciones deben desarrollar programas integrales que apunten hacia esas competencias críticas y los colaboradores, por su parte, deben buscar su autodesarrollo y el lugar correcto para hacerlo.
La responsabilidad del crecimiento profesional, empieza por uno mismo.
Vamos hacia un mundo en el que computadoras y robots, asumirán muchas funciones; la diferencia la marcarán aquellas habilidades más humanas y que sean difíciles de emular por una máquina.
La empleabilidad de los individuos y la competitividad de las organizaciones en cuanto a talento, va a depender del desarrollo de nuevas habilidades.