Después de una tendencia alcista durante el primer semestre del 2022, el tipo de cambio lleva dos meses en caída. El desplome se intensificó en los últimos nueve días, donde entre el 10 y el 19 de agosto el valor ponderado de la divisa en el Mercado de Monedas Extranjeras (Monex) cayó ¢23,92
La reducción en su precio se vuelve más impactante cuando se toma en cuenta que, justo dos meses atrás, el 20 de junio, estuvo a menos de ¢4 de llegar a los ¢700. Incluso, durante esas fechas, un par de intermediarios financieros llegaron a vender la moneda hasta en ¢702.
Actualmente, el precio de venta en las ventanillas de los bancos, financieras, mutuales de vivienda y cooperativas está entre ¢654 y ¢661. La compra, en cambio, se posiciona entre los ¢637 y los ¢644. Estos datos fueron tomados el 20 de agosto a las 12:28 p. m.
Con estas bajas el tipo de cambio se empieza a acercar al monto con el que inició el año: ¢643. ¿Es entonces un buen momento para comprar dólares más baratos? Ser categórico con un elemento tan impredecible como el tipo de cambio sería irresponsable, pero el momento está ahí y el desembolso de $1.100 millones provenientes del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) podría apaciguar nuevas presiones alcistas hacia futuro.
Aún así, este 2022 ha demostrado que con la misma velocidad en la que baja también puede subir. La última vez que el precio del dólar estuvo en ¢650 fue el 18 de marzo y solo necesitó 94 días para llegar a su techo histórico de ¢696 el 20 de junio.
Lo que haya sucedido en el pasado dentro del mercado cambiario no es regla para el futuro, pero también ha sido común que el dólar tienda a subir durante los meses de setiembre y octubre cuando las divisas disponibles empiezan a escasear en el mercado.
Durante los meses de tendencia bajista de julio y agosto, en el Monex se han negociado más montos que durante abril y mayo, cuando empezó a empinarse la subida del dólar. De hecho, con $391,04 millones, ya se negociaron más millones de dólares en agosto que los correspondientes para todo abril y mayo, a falta de doce días para que termine el mes. Por su parte, julio fue el mes donde más montos entraron en negociación con $518,89 millones.
Modificaciones en la política cambiaria
El 3 de junio, ante la escalada en el precio del dólar, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) anunció una serie de medidas en el mercado cambiario.
Entre ellas están la mejora en la programación de operaciones del sector público no bancario, la colocación de instrumentos de deuda (bonos del BCCR) en moneda extranjera en el mercado local (para evitar la fuga de dólares fuera del país), la solicitud de un préstamo por $1.100 millones FLAR, el cual ya fue aprobado y desembolsado, y la reducción en el horario del mercado mayorista para que opere solo desde las 12:00 p. m hasta la 1:00, p. m.
También se propuso una revisión al alza de la tasa del Encaje Mínimo Legal en moneda nacional ante los excesos monetarios que la entidad detectó con el fin de evitar que esos colones excedentes se conviertan en dólares y así reducir la presión sobre el mercado cambiario.
Simultáneamente a estos anuncios, el Central realizó operaciones de estabilización de ventas propias por un monto de $164,77 millones del 30 de mayo al 14 de junio. En las intervenciones de estas magnitudes, el BCCR asume la postura de vendedor en el Monex y pone una especie de techo sobre el precio del dólar que modifica las expectativas de los agentes cambiarios, siempre, en teoría, respetando la tendencia del mercado.
Una recopilación hecha por El Financiero encontró que estas grandes intervenciones han coincidido con una posterior desaceleración en el precio del dólar. Adicionalmente, se halló una tendencia de regresión poco después de que el tipo de cambio se acerca o atraviesa una nueva centena.
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La excepción a este fenómeno se dio en el último trimestre del 2020, cuando las presiones cambiarias derivadas de la pandemia superaron la frontera de los ¢600. Estas presiones estaban constituidas por un aumento en la demanda de divisas del sector público no bancario, una internacionalización sin precedentes de los inversores, particularmente de las operadoras de pensiones ante el premio negativo de invertir en colones, y una oferta de dólares reducida por el cierre del turismo.