Cuatro actividades productivas, tres de ellas de las más importantes para la producción del país sufren períodos de depresión mientras que el resto de los sectores se siguen desacelerando.
La agricultura y el comercio, que tienen mayor peso sobre el Producto Interno Bruto (PIB) y que además emplean una porción importante de la población ocupada, son las primeras que reportan una situación crítica.
El agro tiene nueve meses en cifras negativas y el comercio siete según los datos del Banco Central de Costa Rica (BCCR).
La construcción que es otra de las principales actividades productivas y generadoras de empleo, cumplió en mayo el tercer mes de decrecimiento según la medición del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE).
De acuerdo con la definición del Banco Central, la actividad económica está en recesión cuando tiene seis meses de crecimiento negativo.
Aunque es imposible afirmar que el país se dirige a ese destino, los datos del IMAE marcan una tendencia que en este momento parece difícil de revertir.
En el caso de la construcción, ya acumula la mitad del tiempo que se considera para la definición de recesión según la autoridad monetaria.
La extracción de minas y canteras, íntimamente relacionada con las actividades constructivas, muestra el mismo comportamiento desde hace ocho meses, con decrecimientos superiores al 2% en el último trimestre.
En total estas cuatro actividades emplean cerca de 800.000 personas, un dato que representa el 37% del total de la población ocupada de Costa Rica al primer trimestre del año, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos.
La realidad se ratificó en el resultado a mayo del IMAE, calculado por el Banco Central, que se ha comportado a la baja durante todo este año.
La caída de la producción comenzó a mostrarse de forma más pronunciada a partir de mayo del año pasado, y, según el informe del Banco Central de actividad económica, la producción se ha visto socabada por factores climáticos, rebaja en los precios internacionales particularmente de la producción agrícola, la situación sociopolítica de Nicaragua y la incertidumbre generada por la entrada en vigor de la reforma fiscal.
Lo anterior, según consultas realizadas por el Central a empresarios de la industria de la construcción y comercio.
Solo la electricidad y los servicios de saneamiento crecen más que el mismo mes del año pasado, y otras tres actividades se encuentran estancadas desde hace un año, aunque con tendencia a la desaceleración.
A pesar de que estos cuatro sectores crecen, el peso relativo que tienen sobre el PIB es muy pequeño, por lo que su comportamiento no podría sostener el peso de toda la economía.
La situación es más abrumadora si el crecimiento de la economía se divide en zonas francas (régimen especial) y régimen definitivo.
Si se elimina el régimen especial, se evidencia un crecimiento interanual casi nulo del régimen difinitivo de 0,4%.
No es casualidad
Que las actividades productivas se estén deteriorando a tal punto no es coincidencia. Un grupo importante de hechos y factores se fueron sumando a lo largo de los últimos meses y constituyen parte de los motivos de esta desaceleración.
El decrecimiento y el desánimo de la economía no es un asunto estacional producto de factores externos del momento, ni se ocasionó de problemas coyunturales en la colocación del crédito. Las raíces del problema no son coyunturales ni recientes.
Aunque estas situaciones influyen, el comportamiento ‘echó raíces’ hace más tiempo.
Primero, las tasas de interés de los créditos en dólares empezaron a aumentar hace poco más de dos años.
Aunque los aumentos fueron pequeños, se mantuvieron de forma sostenida prácticamente desde que entró la nueva administración de la Reserva Federal de Estados Unidos, encabezada por Jerome Powell.
Según explicó la economista Adriana Rodríguez, aunque pareciera que los incrementos no son importantes, tuvieron un impacto en la economía por la cantidad de hogares que mantienen créditos en dólares.
“Un aumento de dos puntos aunado al ajuste al alza del tipo de cambio de los últimos dos años golpeó a los hogares”, afirmó Rodríguez.
Estos factores golpearon especialmente a los hogares y empresas que tenían créditos en moneda extranjera y no eran generadores.
Estos dos últimos hechos llevaron a los hogares a moderar el consumo y los datos publicados por el Banco Central lo evidencian.
Según la autoridad monetaria, entre el primer trimestre del 2017 y el mismo periodo del 2019, el gasto del consumo final de los hogares, que se destina a ahorro o consumo, pasó de crecer a un ritmo de 2,54% a un nivel de 1,95%.
Un ritmo bajo de consumo no se evidenciaba desde hace quince años, cuando en el tercer trimestre del 2004 creció 1,39%.
Además de esto, una estampida de hechos sociales deterioró no solo el consumo, sino la confianza de los hogares para invertir, abrir nuevos negocios y comprar, todos estos aspectos influyen en los resultados que reportan las empresas y en la producción.
“Al problema del consumo se le sumaron las elecciones, que influenciaron para que las empresas pospusieran sus inversiones. Después vinieron las huelgas, con lo que se vio afectado no solo el turismo, sino el consumo y los servicios de transporte”, explicó la economista.
A la agricultura le afectó la situación de Nicaragua, uno de los principales destinos de exportación y factores climáticos, propios del sector.
Otro tema fundamental del comportamiento de la construcción y la manufactura interna es el déficit del Gobierno.
Al tener el Gobierno Central un tamaño tan grande, se vuelve un jugador fundamental en la demanda interna.
Con el déficit, el Gobierno invirtió en el pagó intereses por varios años con recursos que se podían usar para consumo de bienes y servicios o inversión de capital.
“El Gobierno le compra al sector privado en un nivel de rotación muy alto. Ahora, cuando se destina poco más de una tercera parte a los intereses, el Gobierno deja de ser un comprador importante”, admitió Rodríguez.
Según datos de demanda interna, publicados por el Banco Central, el consumo final del Gobierno se comenzó a desacelerar a partir del tercer trimestre del 2017 y estuvo por debajo de cero en el 2018.
Aunque la reducción del gasto del Gobierno es importante, la economía y especialmente el sector privado necesita hoy de esa demanda para estabilizarse.
Entre las raíces de la desaceleración está también la incertidumbre.
Luis Liberman, economista y exvicepresidente de la República, dijo que el ‘susto’ de lo que pudo haber sido una crisis financiera durante el año pasado dejó muy bajas expectativas en los agentes económicos.
Para Liberman, lo que ha pasado en el país se mantiene en la mente de las personas y de las empresas.
“La gente gasta menos, los empresarios no invierten fuera de zonas francas, las construcciones se están parando. La inestabilidad social creada por la falta de crecimiento nos llevará a estar para rato de pena”, comentó el economista.
De acuerdo con los datos del último Índice de Confianza de los Consumidores, calculado por la Universidad de Costa Rica, en mayo el nivel de confianza demostraba pesimismo hacia la economía nacional, una situación que se presenta desde agosto del año anterior.
A pesar de que entre enero y febrero se mostró una ligera recuperación en el índice, presuntamente influenciada por la reforma fiscal, las cifras revelaron que los consumidores no estaban percibiendo los beneficios de la reforma ni la reactivación económica esperada.
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Realidades similares
El país ha atravesado momentos similares en los que la desaceleración roza con la recesión.
Una vez en la historia reciente fue en el 2008, cuando cuando la producción local se vio afectada por un colapso de la economía internacional, especialmente en Estados Unidos.
Otro momento fue en el 2013, cuando hubo una pronunciada contracción por el comportamiento de la tasa básica pasiva, a la que estaban anexada muchos créditos.
En ese momento se logró revertir la tendencia ordenando el comportamiento de la tasa mediante el cambio en la fórmula de cálculo, lo que hizo que comenzara a bajar.
También se emitieron bonos soberanos de deuda externa, que hicieron que la presión sobre la tasa de referencia cediera un poco.
“La gasolina estaba bajando de precio y el tipo de cambio empezó a caer. Esas mezclas de factores llevaron a que la gente consumiera más y nos llevó a años de consumo altísimo”, explicó Rodríguez.
Ahora, los costos de la producción de las empresas son más altos, especialmente de la electricidad y hay más conciencia sobre un tipo de cambio volátil, lo que hace que la gente gaste mucho menos.
Papel del Gobierno
Si hay algo que puede cambiar las expectativas, es un mensaje claro sobre la perspectiva de la producción y en general, de la economía.
Durante el año pasado, el mensaje del Gobierno y el Ministerio de Hacienda era claro: había que aprobar la reforma fiscal.
En diciembre, la ministra de Hacienda, Rocío Aguilar aseguró en una entrevista concedida a EF que la aprobación de la reforma fiscal el país podía empezar la reactivación económica.
El mensaje en ese entonces trataba de apartar ligeramente la incertidumbre: con la reforma, las presiones en torno al financiamiento cederían y se podría avanzar en la hoja de ruta hacia la reactivación.
Esa reactivación formaba parte de un plan liderado por quien era la ministra coordinadora del equipo económico, Edna Camacho, quien prometía una serie de proyectos poco específicos en torno a su ejecución y mediante los cuales las actividades productivas retomarían el camino al alza que habían perdido.
Todo esto, bajo la premisa de que antes había que aprobar la reforma fiscal.
Aguilar abonó el camino para que los inversionistas confiaran en su discurso y una vez aprobada la reforma, la demanda de recursos del Gobierno comenzó a fluir hacia plazos más largos y tasas más bajas.
Después de que cedieran las presiones en la Tesorería, el turno fue del Banco Central.
De acuerdo con Francisco de Paula Gutiérrez, expresidente del Banco Central, la autoridad monetaria ha hecho su parte y actuó dentro del margen que tenía disponible para apoyar la reactivación.
“El Central ha hecho las cosas dentro del espacio que tiene para actuar. Bajó los encajes, hizo su parte la supervisión, cediendo un poco en los ‘castigos’ a las empresas que piden readecuación de plazos, por ejemplo, y bajó la tasa de política monetaria”, admitió Gutiérrez.
El factor restante en la sumatoria es del Gobierno.
Para Gutiérrez, el Gobierno tenía mucho optimismo en que la confianza iba a cambiar con la reforma fiscal y no fue así.
“Falta una hoja de ruta clara para convencer a la gente de que vamos bien y que podemos salir adelante. Con todas las protestas, la credibilidad del Gobierno está en el suelo”, aseguró Gutiérrez.
Además aseguró que el hecho los efectos del ajuste se verán dentro de tres o cuatro años, pero para el corto plazo hay que tener soluciones.
Liberman concuerda en que no hay un discurso claro por parte del Gobierno sobre las acciones de corto plazo.
“El Gobierno tiene que decir qué sigue, qué es lo que va a mejorar. Que dejen de decir que con cortar los problemas burocráticos va a acelerar la economía. Eso ayuda, pero en el corto plazo no tiene efecto”, afirmó Liberman.
En el plan de reactivación económica, las propuestas de corto plazo son carentes y no se tiene claro cuándo se pondrán en práctica, si serán aprobadas por la Asamblea Legislativa y si darán efecto o no para reactivar las actividades deprimidas.
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