Ante una posible venta del Banco de Costa Rica (BCR), vale la pena revisar cuán grande o no es la participación de los intermediarios financieros públicos dentro del mercado bancario nacional. ¿Sigue siendo el Estado el rey de la banca? Una respuesta contundente es difícil de dar, aunque muchos de los principales indicadores parecen señalar que sí, pero ya no tanto como antes.
Los bancos comerciales del Estado todavía acaparan una gran parte del pastel —este posicionamiento es aún mayor si se incluye el Banco Popular, el cual, en teoría, entra en la categoría de bancos creados por leyes especiales—, pero lo cierto es que los bancos privados llevan diez años en los que pasaron de pellizcar el mercado a tomar una tajada entera de este.
Para los análisis que se harán a continuación hay que hacer tres salvedades. La primera tiene que ver con la inclusión del Banco Popular cuando se hable de bancos públicos, aunque siempre separado de los estatales comerciales, la segunda es que se referirá a los bancos privados como una sola masa, pese a que está compuesta por once entidades que varían diametralmente en tamaño, y la tercera, que se hablará principalmente del Sistema Bancario Nacional (SBN), es decir, quedan por fuera las cooperativas de ahorro y crédito, las mutuales y financieras las cuales también han presentado un aumento importante en el mercado, es decir el Sistema Financiero Nacional.
Duelo en el mercado
Cuando se examina el patrimonio total del SBN se observa que el mayor crecimiento lo han tenido los bancos privados: de julio de 2012 a ese mismo mes del 2022, el indicador como porcentaje aumentó siete puntos porcentuales para posicionarse en un 38,99% del patrimonio total. A quien más “le robó” tamaño fue a los bancos del Estado. Esta será la tendencia en casi todos los indicadores, incluso en los que el sector público todavía mantiene un dominio importante.
Actualmente, alrededor de un 75% del patrimonio se lo reparten solo cuatro entidades: el Banco Nacional de Costa Rica (BNCR), el BCR, el Banco Popular y el BAC. Esto demuestra una concentración todavía notoria en el sector público. Además se observa una parte del sector privado que todavía es marginal, pues el restante 25% está dividido en diez intermediarios financieros más y los únicos que superan el 5% son Scotiabank y Davivienda.
El orden en la clasificación de los bancos cambia cuando se miden únicamente por activos totales en lugar del patrimonio. Bajo este indicador, el BNCR se lleva el primer puesto con 25% y el Popular cae hasta el cuarto escalón (12%), revelando un monstruo de tres cabezas en el que una de ellas —el BAC— es de origen privado y contiene un 17% de los activos totales. Diez años atrás, en julio de 2012, la tríada era completamente pública.
En materia de cartera crediticia, el resultado es similar: la banca privada crece mientras que las entidades públicas contraen su participación en el mercado. Más específicamente, los públicos han retrocedido 8,57 puntos porcentuales desde julio de 2012 del pastel total de los préstamos.
De hecho, si se toma en cuenta solo la categoría de “bancos comerciales del Estado”, es decir, sin el Popular, la cartera de los privados es la más grande del país. Este fenómeno no era así en 2012, cuando solo entre el Nacional y el BCR dominaban un 50% de todos los créditos del SBN.
Los préstamos para personas o empresas constituyen el principal negocio de los bancos que es la intermediación financiera.
Donde más terreno han perdido los bancos públicos es en las captaciones a plazo. Mientras que a julio del 2012 poseían un 67,35% del mercado, ese número se redujo al 50,3% para 2022 lo cual muestra una reorientación de los recursos que los ahorrantes están dispuestos a entregar a la banca por un periodo determinado.
Los depósitos a plazo son instrumentos donde el precio suele ser el rey y en la última década los bancos privados han ofrecido mejores rendimientos vía tasas más altas. Para julio de 2022, el promedio ponderado de la Tasa Pasiva Negociada era un 12,10% mayor en los bancos privados que en los públicos. “La banca pública no ha tenido la necesidad de ser agresiva en tasas de interés a plazo porque sigue teniendo una gran masa de dinero por captaciones de cuenta corriente y a la vista, entonces ha logrado mantenerse por esa liquidez”, explica Carlos Fernández, exgerente general del BCR.
En los depósitos a la vista, como menciona Fernández, la banca pública todavía mantiene un músculo importante, aunque se nota algo de deterioro. A julio del 2022, un 60,7% de los montos a la vista, es decir, los que pagan poco o nada de intereses a los usuarios, lo mantenían las entidades del estado y la regresión que han mostrado durante los últimos diez años es de casi 12 puntos porcentuales.
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Una banca menos agresiva
Para Fernández, la pérdida de posicionamiento en el mercado responde, en parte, a las ataduras del principio de legalidad. Esto significa que los bancos públicos solo pueden hacer lo que la ley específicamente les permite, mientras que en el ámbito privado se permite hacer todo lo que la ley no prohíba.
El exgerente general del BCR pone como ejemplo los casos del leasing y los arrendamientos inmobiliarios, con los cuales la banca privada ha obtenido éxito mientras que los públicos no pueden realizarlos.
“En el negocio tarjetero, los bancos del Estado también se han quedado un poco y hay ciertas cosas que no pueden hacer que sí lo hace la banca privada, por ejemplo, con una llamada telefónica le pueden aprobar un crédito y desembolsarlo en la cuenta a un cliente”, explica Fernández.
La banca privada ha sido más agresiva —y al parecer más efectiva, también— en la colocación de créditos, incluso cuando estadísticamente han ofrecido créditos con mayores tasas de interés que el sector público, según lo demuestra la Tasa Activa Negociada (TAN). Para julio del 2022, el promedio ponderado de la TAN para operaciones crediticias del sector privado se ajustó en 13,37%, 4,77 puntos porcentuales por encima de la de las entidades públicas.
Para Bernardo Alfaro, gerente general del BNCR, la pérdida en la participación de mercado es parte del proceso natural de competencia y la incursión de la banca privada en ciertos nichos específicos le ha hecho difícil mantener su músculo.
“El Banco Nacional, por ejemplo, no se centra en la banca de consumo. Entonces es lógico pensar que otros bancos cuyo fuerte es justamente ese, ganen participación de mercado en el crédito total, por los préstamos dirigidos a ese negocio. El BN en cambio mantiene o aumenta su participación de mercado en ciertos sectores productivos y principalmente en zonas rurales”, dice Alfaro.
Este carácter público le ha dado ciertas ventajas, también, a los bancos del Estado. Puede ser una de las razones por las cuales sigue siendo el rey de la captación a la vista. Tienen más presencia en todo el país con una red de infraestructura —como cajeros automáticos y oficinas bancarias— más amplia que facilita el uso de las cuentas corrientes y a la vista, mientras que la banca privada tiende estar más centralizada en la Gran Área Metropolitana.
Alfaro también agrega que la colocación de créditos en divisa también ha sido uno de los factores que explican el crecimiento del sector privado. “El Banco Nacional es muy cauto al conceder créditos en dólares a no generadores, de modo que se ha cedido participación de mercado en el segmento de personas que carecen de aversión a ese riesgo. Adicionalmente, cuando hay periodos caracterizados por depreciaciones importantes del colón, los bancos más dolarizados ganan participación de mercado en captaciones y en colocaciones por solo ese efecto cambiario”, agrega Alfaro.
Para abril de 2022 habían 818.625 personas con operaciones crediticias en moneda extranjera y 792.601 no eran generadores de divisas.
Una joya envejecida
¿Qué podría significar este comportamiento de los bancos estatales de cara a una posible venta? Ante la imposibilidad de ser categórico, sí se puede señalar una dualidad. Por un lado, el Estado todavía tiene un músculo importante y vender el BCR, por ejemplo, sería perder un 17% del patrimonio total del mercado y despedirse de un activo que todavía está lejos ser inviable.
Pero por el otro, si la tendencia de los últimos años continúa, los bancos públicos tendrán cada vez menor participación en el mercado y esto causará que su valor caiga. Es decir, “las joyas de la abuela” se herrumbrarán y, en caso de necesitar venderlas más adelante, ya no tendrán el mismo atractivo, si es que le queda alguno. La historia reciente de Costa Rica —específicamente con los casos del Banco Anglo Costarricense y el Banco de Crédito Agrícola de Cartago— ha demostrado que el país ha estado más dispuesto a cerrar un banco que a venderlo cuando aún vale algo.