El aumento en las tasas de interés del 2022 le aprieta cada vez más la soga a los deudores. Quiénes tienen operaciones crediticias con tasa variable son los que más han sentido este cambio, ya que ven cómo mes a mes sus cuotas se engordan al ritmo que suben las tasas de referencia.
Ante esta dificultad podría surgir una duda: ¿vale la pena refundir o readecuar deudas para pasar de una tasa fija a una variable? La respuesta, como siempre, va a depender de las necesidades del deudor, aunque en muchos casos podría salirle más doloroso.
Pros y contras
El gran beneficio del traslado a una tasa fija es que se protege al deudor de las fluctuaciones en las tasas de interés. En una coyuntura como la actual, donde estas van hacia arriba, podría sonar atractivo ya que detendría el aumento en las cuotas que sí ha sentido en los últimos meses.
Para poner en perspectiva de cuánto se está protegiendo vale la pena revisar el comportamiento de la Tasa Básica Pasiva (TBP), la cual se ha duplicado entre enero y octubre del presente año.
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A esta tasa estaban ligadas, para agosto de 2022, 700.854 operaciones crediticias en colones, según datos de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef). Para los créditos en dólares el caso es similar: la Prime Rate, una de las referencias más populares, empezó el año en 3,25% y para el 21 de octubre ya estaba en 6,25%.
Visto de esta manera, una tasa fija podría ganar adeptos, sin embargo parar ese sangrado tiene un costo muy alto: así como se vuelve inmune a los ajustes hacia el alza, también sucede lo mismo con los cambios hacia abajo.
Es decir, una vez pase la tormenta y las tasas empiecen a bajar, usted se quedará atascado con una tasa mayor a la del resto del mercado por el tiempo que le quede al crédito. Básicamente estaría obteniendo una mejor liquidez en el presente por el precio de su liquidez del futuro.
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“Yo no aconsejo a nadie en este momento adquirir un préstamo o refundir deudas cuando la tasa de interés aún vaya en aumento. Lo recomendable en estos momentos es aguantar lo que quede del año y esperar a que esto empiece a bajar para poder refundir deudas”, considera el asesor financiero Jorge Benavides.
¿Cuánto falta para que bajen las tasas?
Lastimosamente, esto es difícil de saber a ciencia cierta. Lo que sí es muy posible es que todavía no hayan tocado techo. En el caso de la TBP, esta todavía tiene un rezago y no ha terminado de absorber todos los ajustes que ha hecho el Banco Central de Costa Rica en materia de política monetaria. En otras palabras, todavía subirá un poco más.
Qué tan alto llegue también dependerá de cómo se comporte la inflación; si no cede es posible que se mantenga alta por más tiempo. Además, hay que sumarle la influencia que tiene la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) sobre el resto de bancos centrales, si la institución norteamericana continúa con los ajustes agresivos, es probable que el resto del mundo le siga y se perpetúen los aumentos durante el 2023. Aún así, hay esperanzas de que la inflación esté cerca de su punto más alto y eso ayude a desinflar las tasas más rápidamente.
Otro factor clave es la aprobación de los eurobonos. El ministro de Hacienda, Nogui Acosta, ha mencionado en múltiples ocasiones que, de no pasar por el visto bueno de la Asamblea Legislativa, es probable que las tasas de interés costarricenses se disparen todavía más.
A modo de síntesis, las tasas no deberían estar demasiado lejos de su techo (la inflación ya da sus primeras muestras de desaceleración), sin embargo todavía pueden subir más y cuánto duren en dígitos altos dependerá de factores externos que no se pueden predecir con precisión.
Ante la incertidumbre, ¿vale la pena pasarse a la tasa fija?
Aquí es donde entra ese insatisfactorio “depende”. La clave es saber cuánto más puede aguantar el aumento de tasas. Lo sano es hacer una prueba de estrés con los peores escenarios posibles: ya la TBP subió tres puntos porcentuales, ¿podría aguantar otra subida de esa magnitud? ¿Hasta dónde llega su liquidez?
Otro punto clave es cuánto tiempo estaría alargando el plazo de la deuda con la refundición. Si se extiende demasiado estaría profundizando el golpe de tener una tasa más alta que el resto del mercado, pues las variables bajarán mientras la suya se mantiene constantemente alta. El problema es que las refundiciones suelen agregarle una cantidad importante de años a las operaciones.
Para Josué Rodríguez, director de Sirú Financiero, el riesgo de pasar de una tasa variable a una fija solo debería asumirse, bajo la actual coyuntura, si el deudor está teniendo problemas muy serios de liquidez. “Si no me alcanza (el dinero) lo pongo en tasa fija y, aunque en el futuro me salga un poquito más caro, me da oxígeno hoy”.
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Rodríguez menciona que, bajo su experiencia, actualmente no abundan créditos en tasa fija y que lo normal es que estén indexados a alguna tasa de referencia como la TBP, aunque sí se pueden encontrar opciones, sobre todo en intermediarios financieros más alternativos como asociaciones solidaristas.
Hasta agosto del presente año, en el sistema financiero había 1,32 millones operaciones de créditos en moneda nacional con tasa variable o semifija.