El 2023 se ha pronosticado como un año de tasas e inflación altas —además de la inevitable desaceleración económica—, y aunque todavía se espera que así sea, ya hay motivos para pensar que será por menos tiempo. ¿Las razones? Una inflación que cada vez se aleja más de su pico y la moderación de los choques externos que alimentaron gran parte del encarecimiento del 2022.
Menos presiones inflacionarias externas
Aunque el panorama mundial todavía carga con tensiones geopolíticas — riesgos para el comercio exterior que son una pesadilla para un país importador como Costa Rica— los datos muestran resultados más favorables en los precios internacionales.
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El Índice de Precios de Materias Primas Importadas, el cual calcula el Banco Central de Costa Rica (BCCR) tomando en cuenta las cotizaciones de granos, metales y petróleo crudo, lleva cinco meses seguidos con caídas anualizadas, una buena noticia en materia de inflación. Este índice registró en diciembre de 2022 una variación interanual del -10,97%, aunque, eso sí, sigue muy por encima de los niveles prepandemia.
El Índice del Mar Báltico, el cual se usa como referencia para los precios del transporte marítimo de materias primas, también ha disminuido de manera importante, de hecho este sí regresó a los niveles que tenía antes del brote de Covid-19.
Una inflación que se desacelera
Esta mejora en las facturas internacionales ha contribuido a la desaceleración en la escalada de los precios. Desde que el Índice de Precios al Consumidor (IPC, lo que normalmente llamamos inflación general), tocó su techo del 12,13% anualizado en agosto de 2022, se han registrado cinco meses seguidos en los que la inflación se aleja de esa lectura. A enero del 2023, el incremento fue de 7,65%.
El Índice de Precios al Productor de la Manufactura (IPP-MAN) también ha mostrado una desaceleración importante en los últimos meses, de hecho la brecha entre este y el IPC ya prácticamente despareció, lo que podría indicar que son menos los aumentos que le trasladaría el productor al consumidor y, por ende, un menor riesgo inflacionario.
Además, las expectativas de inflación a 12 y 24 meses se están empezando a acercar al rango de tolerancia meta del BCCR —±1 punto porcentual alrededor del 3%—, aunque siguen por encima del objetivo.
Pronósticos más optimistas
Las caídas en los precios internacionales y su consecuente efecto en la inflación han ayudado a que el Banco Central reevalúe su pronóstico inflacionario. Mientras que en octubre del 2022 preveía que la inflación no retornaría al rango de tolerancia hasta el segundo semestre del 2024, en el último Informe de Política Monetaria de enero del presente año reajustó ese pronóstico: ahora la inflación general se alinearía con la meta hacia finales del 2023 mientras que la inflación subyacente lo haría en el primer semestre del 2024.
Además de este posible adelantamiento en la meta, el Central también comunicó que, con base en la información actual —y entendiendo que cualquier choque externo o interno podría cambiar el viraje— no prevé más ajustes hacia el alza en la Tasa de Política Monetaria (TPM), por lo menos en el corto plazo. Sumado al hecho de que el BCCR no ha subido la TPM desde octubre (después de diez meses donde los aumentos fueron constantes), cada vez aparecen más indicios que apuntan hacia que el 9%, su nivel actual, podría ser su techo.
Sin embargo, que el Banco Central diga que no prevé más subidas en el corto plazo no se traduce textualmente en que las tasas vayan a empezar a bajar pronto, en especial cuando se calcula que el rezago en la transmisión de dicha tasa hacia el resto del mercado puede ser de hasta seis meses. Aún así, de mantenerse las mediciones más favorables, cada vez es menos descabellado pensar en que la política monetaria restrictiva podría empezar a bajar paulatinamente durante el primer semestre del 2023.
“Yo creo que el Banco Central ya está en el momento de empezar a pensar en bajar tasas”, considera José Luis Arce, director de la firma FCS Capital. No obstante, el economista reconoce que la subida que hizo el BCCR fue necesaria para combatir una inflación que durante el 2022 parecía que iba a ser más duradera.
Todavía hay riesgos latentes
Si bien hay evidencia para esperanzarse con que la inflación y, por consecuencia las tasas, podrían bajar antes de lo esperado, también hay riesgos que podrían alejar a los precios de la meta. Muestra de esto es que el balance de proyecciones de inflación se inclina hacia el alza, según su último Informe de Política Monetaria.
Entre los principales riesgos globales que nombra el Central está un rebrote de Covid-19 en China, el agravamiento de los conflictos internacionales que desencadene aumentos en las materias primas —especialmente en los alimentos y la energía— y la persistencia de las presiones inflacionarias y de políticas monetarias más restrictivas.
De hecho en Estados Unidos y la Unión Europea, dos mercados con alta influencia sobre Costa Rica, se está lejos de hablar de una reducción de tasas: todo lo contrario, la Reserva Federal estadounidense (FED) recientemente subió su tasa de interés en enero y anunció que vendrán más ajustes hacia el alza, lo mismo hizo el Banco Central Europeo.
Estos movimientos nos hablan de que el plano internacional está lejos de estabilizarse y esto para Douglas Montero, especialista en mercados financieros internacionales, también influye sobre la posición que llegue a tomar Costa Rica. “Con las tasas altas en Estados Unidos, si el BCCR baja (la TPM) puede llevar a que se pierda el premio por invertir en colones, así que no se si lo hará tan rápido, la presión externa es importante”, menciona el economista.
Además, hay factores internos que también podrían mantener las tasas altas como un proceso de convergencia de las expectativas de inflación a la meta más lento de lo esperado.
Aunque las expectativas han mostrado mejoras en los últimos meses, lo cierto es que tanto las encuestas de 12 (5,6%) y 24 (4,9%) meses muestran que los agentes económicos todavía no le creen al Central que la inflación vaya a estar alrededor de la meta cuando pasen ambos periodos. Alinear esas expectativas con el objetivo del BCCR es vital para que el desvío entre dichos conceptos no distorsione el proceso de formación de precios y retrase la reducción de la inflación.
También hay que tomar en cuenta que aunque la inflación se haya desacelerado en cinco meses consecutivos, sigue estando en un alto 7,65%. Con un nivel así de elevado cualquier celebración es prematura, en especial cuando el ablandar la política monetaria podría traer consecuencias peores si eso deriva en que la inflación se entronice por más tiempo.
De momento hay señales positivas que nos hablan sobre una inflación y unas tasas menos duraderas, pero todavía están lejos de ser un canto de victoria.