Los empresarios carecerán de incentivos para lanzarse al ruedo con nuevas inversiones durante este año. Así lo considera el economista Luis Mesalles.
Por el lado del crédito, el panorama cambia al separar los préstamos en colones de aquellos en dólares. La demanda dependerá de la estabilidad del tipo de cambio y las tasas de interés.
El análisis arranca con el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), que en octubre reportó una variación interanual de 3,2%, en la tendencia ciclo.
Esa es la cifra más alta desde agosto de 2014, y además deja atrás los resultados poco alentadores del resto de 2015.
Sin embargo, el Producto Interno Bruto (PIB) varió 2,42% en el segundo trimestre del año pasado, manteniendo la desaceleración que inició en 2014.
Mesalles duda que la producción crezca entre 3,5% y 4% durante este año.
Ese ambiente, junto con el déficit fiscal, desincentiva a los empresarios a aumentar inversiones, lo que también impediría bajar la tasa de desempleo.
“En 2016 nos vamos a ver mejor, al no tener el efecto Intel, aunque tampoco hay razones para pensar que se dará un fuerte crecimiento”, comentó.
Las trabas en tramitomanía, la infraestructura y el elevado costo de la energía también ahuyentan las inversiones.
El nicho agrícola es de los más afectados, junto con el industrial (que compite con productos importados). Ambos continuarían perdiendo posición si se mantiene la tramitología y la apreciación real del tipo de cambio.
El sector de servicios se mantendrá tan competitivo como hasta el momento, y el nicho turístico –aunque es caro– continuará aprovechando su mercado.
La demanda del crédito puede ser un poco más dinámica, pero sin permitir que se disparen las colocaciones.
Si el tipo de cambio se mantiene estable, el público continuará endeudándose en dólares, mientras que las tasas en colones serían presionadas a mediados de año por el déficit fiscal.