La inflación está controlada y las reservas internacionales son robustas, pero ¿cómo es esto posible en medio de una desaceleración económica tan pronunciada?
La economía nacional late a un ritmo del 2,4% y concluiría el año en una cifra un tanto menor, no vista en los últimos siete años.
En medio de este pulso bajo de la producción, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) ha tenido el margen suficiente para flexibilizar el manejo de las tasas de interés, con el principal objetivo de incentivar a los bancos a prestar más recursos y lograr así que el crédito despegue.
Esta gestión es posible gracias al comportamiento de los precios, el cual está alineado con la meta del Central.
Otro aspecto favorable es que, a pesar de que el tipo de cambio se mueve, no lo hace de forma abrupta; esto reduce la necesidad de que el Central intervenga con la compra o venta de divisas. Adicionalmente, las reservas internacionales se robustecieron este año.
De esta forma, la buena suerte está presente para que el BCCR logre calibrar su gestión de política monetaria y haga los intentos para apoyar la reactivación económica.
La tasa de política monetaria (TPM) acumula una reducción de 125 puntos base en 2019 y se ubica en 4%, mientras la tasa de encaje mínimo legal y de reserva de liquidez sobre las obligaciones en moneda nacional bajó de 15% a 12%.
El camino no acaba ahí, pues el BCCR no cierra las puertas a ser más flexible.
“Vamos a seguir monitoreando las condiciones macroeconómicas y de inflación para determinar si tenemos todavía espacio para reducir más y relajar más la política monetaria, por cualquiera de estas vías o por una combinación de las dos (tasas y encaje mínimo legal)”, señaló Rodrigo Cubero, presidente del Banco Central.
¿Qué permite una gestión más flexible?
La actividad económica del país continuó desacelerándose en la primera mitad del 2019, al igual que el consumo y el financiamiento de bienes duraderos.
Además, el alto nivel de desempleo y de endeudamiento de la población empaña las intenciones de dinamizar la producción.
En medio de esta realidad teñida de gris, existen aspectos que dan espacio al Central para apostar por la reducción de las tasas de interés; uno de los más importantes es la inflación.
El Central le sigue el rastro a este macroprecio, como a ningún otro, por ser su objetivo principal de política monetaria; el que esté dentro de su rango meta le da luz verde para relajar un poco la tasa de referencia.
La meta del Central es que la inflación esté entre 2% y 4%. La cifra más reciente la ubicó en un 2,42% (junio, 2019). Esto alienta al mercado a pensar que el objetivo principal de la autoridad monetaria está controlado, a la vez que incrementa la credibilidad de la institución.
Además, las previsiones dictan que la inflación general y la subyacente (elimina estacionalidades y precios muy volátiles) se mantendrán contenidas y cercanas al valor medio del rango meta (3%) en 2019 y 2020.
Si este indicador está controlado, el Central tiene un punto de partida seguro para valorar si flexibiliza aún más su política monetaria.
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“Podría jugar un poquito más flexible, igual con tasas y el encaje, para motivar a los bancos a que empiecen a dar crédito”, apuntó Francisco de Paula Gutiérrez, expresidente del Banco Central.
Este punto de vista es compartido por Silvia Jiménez, gerente de Inversiones de Mercado de Valores. “Tomando en cuenta que se proyecta una inflación controlada para 2019 y 2020, un bajo crecimiento y que las tasas de interés locales se mantienen relativamente altas (pero con tendencia a la baja), aún hay espacio de hacer uso de estos instrumentos”, afirmó.
La inflación es medida por la variación del índice de precios al consumidor (IPC), de un año a otro, y en este resultado juegan elementos locales, pero también internacionales.
¿Qué determina el comportamiento de la inflación? Los agregados monetarios (la liquidez en sus diferentes formas y la riqueza) y crediticios, la brecha del producto (diferencia entre el nivel de producción real y el potencial), el empleo y las expectativas inflacionarias.
En esta ocasión, múltiples factores convergieron para que, en medio del alto déficit fiscal y la desaceleración económica, la inflación no se disparara.
El primero de ellos es más cualitativo: la credibilidad del Banco Central.
“Hay una constatación de que existe mayor credibilidad por parte del público en el compromiso del Banco Central con la meta de inflación, y eso se ve reflejado en la convergencia de las expectativas de inflación al punto medio del rango meta”, apuntó Cubero.
Asimismo, la desaceleración de la economía, de las exportaciones, del consumo y del crédito lleva a que la producción crezca muy por debajo de su potencial y a que esté, además, amenazada por el conflicto en Nicaragua.
Al ser Costa Rica un país importador de materias primas para la producción, se ve impactado por el comportamiento de los precios de estos insumos, principalmente del petróleo. Ese es otro de los factores.
Entre noviembre de 2018 y junio de 2019, el precio medio de los hidrocarburos por barril fue de $73,8, cifra menor que la de los siete meses anteriores, aunque hay un riesgo patente de que incremente. Los precios de los bienes agrícolas también han bajado.
Asimismo, el lento crecimiento de la economía mundial juega un papel importante, al igual que las bajas tasas internacionales.
Siempre existen retos que pueden cambiar este panorama, pero, en caso de concretarse, presionarían la inflación a la baja, según lo proyecta el mismo BCCR.
Además de los elementos internacionales, en el ámbito local, un déficit mucho mayor al proyectado, huelgas y choques de oferta por las condiciones climáticas podrían sesgar el comportamiento de los precios.
¿Y qué pasa con el tipo de cambio? Aunque la aprobación de la reforma fiscal no generó mejores expectativas en la población ni en las empresas, sí lo hizo en el mercado financiero.
Los agentes económicos hoy creen más en el compromiso del Gobierno con la estabilidad de las finanzas públicas de lo que lo hacían en el segundo semestre del 2018.
Esa confianza se tradujo en la posibilidad de que el Gobierno obtuviera mejores condiciones al financiarse en dólares en el mercado doméstico, pero, además, en la estabilización de la variación cambiaria.
El BCCR obtuvo un crédito del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) en 2018 por $1.000 millones, monto que le permitió atender la fuerte demanda de divisas al cierre de ese año.
El exceso de divisas también llegó por “un ajuste en los portafolios de los costarricenses que han decidido vender dólares debido a una perspectiva de menor devaluación del colón”, dijo Hernán Varela, gerente de Administración de Portafolios de Lafise.
En adelante, no queda duda de que la autoridad monetaria continuará calibrando su gestión para apoyar la reactivación económica. No es de extrañar que aplique una nueva baja a la TPM en lo que resta del año.
No obstante, el rumbo de la política monetaria cambiaría si aparecen presiones inflacionarias para los próximos 12 meses y, así, el nuevo curso de la tasa de referencia sería al alza, mientras los favores como la reducción al encaje mínimo dirían adiós al escenario del sistema financiero nacional.