Con unas reservas de más de $1.500 millones y una facturación digna de una multinacional, la FIFA se ha erigido desde la llegada de Joseph Blatter en una potencia financiera e institucional regularmente sacudida por escándalos de corrupción.
A Blatter le gusta recordar que cuando alcanzó la presidencia de la FIFA en 1998, el ente rector del fútbol mundial tenía que lidiar con la situación delicada de sus socios, entre ellos la empresa de marketing ISL que se declaró en quiebra en 2001.
Desde entonces, el inamovible mandamás del deporte rey, que empezó como responsable de desarrollo en 1975 y luego fue secretario general entre 1981 y su elección a la presidencia, transformó la organización en una máquina de ganancias récord y redistribuyó generosamente el dinero a sus federaciones afiliadas, granjeándose así el apoyo de continentes enteros.
"Siendo secretario general de Joao Havelange, Blatter aprovechó que el brasileño estaba a menudo de viaje para dirigir realmente la casa FIFA", explica un allegado. "Cuando llegó a la presidencia, tenía ya todas las claves".
En marzo pasado, la FIFA anunció un beneficio de $338 millones en el periodo 2011/2014, cuando facturó $5.700 millones, gracias en gran parte a los ingresos del Mundial de Brasil.
La FIFA debe esta prosperidad a un aumento significativo de los derechos televisivos y de márketing.
Gracias a su gran volumen de ingresos, únicamente comparable con los del Comité Olímpico Internacional (COI), la FIFA pudo financiar íntegramente los $453 millones que costó el comité organizador brasileño.
La FIFA asegura que el 72% del dinero gastado "se invierte directamente en el fútbol". Así, de los $2.200 millones dedicados al Mundial 2014, $476 millones fueron abonados a los 32 equipos.
Fortalecida por estos ingresos, que le permiten disponer de más de $1.500 millones de reservas, la FIFA gastó entre 2011 y 2014 algo más de $1.000 millones en programas de desarrollo de su deporte, y cada una de las 209 federaciones afiliadas recibió una parte.
"Criticaban a Blatter cuando no teníamos reservas y le critican ahora cuando son altas...", lamentó recientemente Markus Kattner, el director financiero de la FIFA.
En Brasil, como ya ocurrió cuatro años antes en Sudáfrica, se creó un fondo de $100 millones para "garantizar el legado" del Mundial. Alrededor de un 60% de este dinero se dedicó a la financiación de infraestructuras y un 15% al desarrollo del fútbol femenino. Ante las sospechas de malversación de algunas ayudas, la FIFA asegura que los gastos son estrictamente controlados y sometidos a auditorías.
La FIFA es menos transparente en lo que se refiere a las remuneraciones de sus dirigentes y se niega a revelar la retribución que recibe su presidente, contrariamente al COI que publicó lo que cobra su presidente Thomas Bach. "Simplemente porque, al contrario que una empresa que cotiza en bolsa, no estamos obligados a ello", explicó Kattner.
Ante el poder de su institución, Blatter se erige incluso en mediador internacional y es uno de los escasos dirigentes deportivos recibido por los mandatarios del mundo. Con su reciente visita a Israel y a los territorios palestinos, creyó poder desactivar un conflicto entre las dos federaciones. Los palestinos piden que Israel sea suspendido de las competiciones internacionales, sobre todo para sancionar, según ella, las restricciones de desplazamiento impuestas a los jugadores palestinos.
Pero sus visitas al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y al presidente de la Autoridad palestina Mahmud Abbas, con la idea de un partido histórico entre las dos selecciones, no bastaron y la propuesta de suspender a Israel figura en el orden del día del congreso de la FIFA el viernes.