El sector agropecuario se enfrenta a una lucha de dos frentes: el encarecimiento de las materias primas y los embates climáticos. ¿Las consecuencias? Cinco meses seguidos en contracción.
El 2022 ha sido un año particularmente complicado para el sector agropecuario. Desde el plano internacional, al igual que el resto de sectores económicos, sufre los encarecimientos de las materias primas derivados del conflicto entre Rusia y Ucrania y los problemas logísticos de transporte, pero en el plano local tiene otro enemigo —invisible y difícil de contrarrestar—: los embates climáticos.
Esta pelea desde dos frentes ha reducido la productividad del sector, el cual registra cinco meses consecutivos en contracción según el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE). Enero fue el último mes en el que se vieron números positivos con una incremento interanual del 5,1%, desde entonces, febrero (-2,3%), marzo (-5,4%), abril (-6.6%), mayo (-4,1%) y junio (-5,8%) han cerrado en negativo. De todas las divisiones por actividad que se estudian en el IMAE, solo el sector de construcción ha registrado peores números.
La mayor afectación se presentó en productos exportables como banano y piña dadas las tensiones geopolíticas derivadas del conflicto entre Rusia y Ucrania. La producción de bienes exportables se redujo un 8%, siendo esta la mayor caída desde julio de 2015.
Lluvias torrenciales
Las fuertes lluvias han sido un problema para las aspiraciones de todos los agricultores costarricenses, quienes tienen pocas herramientas para protegerse de los ataques climáticos.
Según explica Martín Calderón, director ejecutivo de la Cámara Nacional de Agricultura y Agroindustria (CNAA), el problema no ha sido la cantidad de días en los que llueve, sino la intensidad con lo que lo hace. “Llueve en un día lo que tiene que llover en un mes, eso ha afectado los cultivos y contribuye a ese decrecimiento del Imagro (IMAE del sector agropecuario)”, dice Calderón.
Cuán grande es la afección varía dependiendo de cada cultivo, pero el consenso en el sector es que todos han sufrido por la intensidad de las precipitaciones de una forma u otra.
Alberto Bonilla, gerente de ventas de ByC Exportadores del Valle, reconoce que los golpes climáticos han impactado a su empresa y que el daño al sector, independientemente de cómo se comporten las lluvias en el futuro, ya está hecho. “Esas lluvias han retrasado la preparación de las tierras para nuevos cultivos, lo que augura que esta crisis continuará”, menciona.
Calderón secunda esa idea, pues, dice, los daños climáticos dejan un remanente que no se puede medir al instante. “Las afectaciones por lluvia no se ven de forma inmediata, se ven en un mediano plazo”, dice el director de la CNAA.
Desde el frente pecuario, la afectación no ha sido menor. El Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) estima, preliminarmente, que la industria bovina sufrió daños en 95.402 cabezas de ganado, en 1.900 fincas y más de 67.250 hectáreas.
Conflicto bélico encarece al sector
El otro gran problema que vive el sector responde al encarecimiento de las materias primas relacionadas a la producción agropecuaria. A marzo de 2022 —último mes del que se tienen estadísticas—, la factura de importaciones por sustancias químicas básicas y abonos, compuestos de nitrógeno, pesticidas y otros productos químicos de uso agropecuario registró un aumento interanual del 64,41%.
Estos números se han intensificado tras el conflicto en Ucrania, nada de extrañarse cuando se toma en cuenta que durante el 2021 Rusia fue el principal exportador de fertilizantes del mundo.
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“Algunos productores nos han comentado que antes podían hacer tres o cuatro abonadas al año y ahora lo que tienen previsto hacer es dos o una, dependiendo del cultivo, porque sí se encarecieron mucho los fertilizantes. Un saco de X fertilizante que podía valer unos ¢20.000 ahora cuesta entre ¢45.000 y ¢60.000, dependiendo del lugar”, dice Calderón.
Adicionalmente, la inflación de los combustibles también ha empobrecido la capacidad de producción del sector, el cual necesita de maquinaria alimentada, principalmente, por diésel. Durante el 2022, los combustibles han tocado techos que no se veían desde el 2009 y durante algunos momentos del año el litro estuvo por encima de los ¢1.000.
Estas dificultades en la producción no solo han reducido la actividad económica del sector sino que también han encarecido sus productos. Según el último Índice de Precios al Consumidor, a julio del 2022 los diez bienes y servicios que mayor variación mensual hacia el alza registraron fueron cultivos; con la cebolla, el tomate y la papa encabezando la lista.
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Sector de capa caída
El sector agropecuario es uno de los más grandes del país y emplea cerca de un 10% de la población ocupada, sin embargo desde el tercer trimestre del 2019 la cantidad de personas empleadas en el sector ha venido en decadencia. Los últimos datos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) muestran un decrecimiento interanual del -4,12% para el segundo trimestre del 2022 mientras que tres meses antes cayó incluso a un -15,71%.
Ante la combinaciones de estas afectaciones, la CNAA ha pedido mejores condiciones para el sector, principalmente para hacerle frente a los impactos negativos por la lluvia. El pasado 3 de agosto la Cámara le solicitó al gobierno que le facilite a los pequeños y medianos productores afectados un programa de atención a la emergencia para que puedan acceder a créditos blandos y readecuar deudas para hacerle frente a los daños.