El Gobierno atraviesa un enorme reto para reanimar la confianza del consumidor, y así, lograr la tan anhelada reactivación.
Aún en medio de un ambiente de estabilidad en los macroprecios, los elementos cualitativos son los que impiden, en buena parte, que la actividad económica abandone la desaceleración.
La incertidumbre de las personas y las empresas le pasa la factura a la producción y al consumo costarricense.
También, en medio de este ambiente, se exaltan las debilidades del mercado laboral y de un Gobierno que debe lidiar con un déficit fiscal cercano al 6%, al mismo tiempo que intenta levantar la economía.
Esa es precisamente la otra cara de los escollos que enfrenta el país para lograr la reactivación, pero que corresponden a elementos estructurales imposibles de atender en un muy corto plazo y que limitan el margen de acción.
Ese acotado espacio de gestión que tiene el Gobierno hace que el ciudadano no perciba mejoras en su condición de empleo, en su salario o en las ventas de su negocio.
Los cambios no vendrán en el corto plazo, al menos por ahora no hay signos de que esto ocurra en tan poco tiempo. El mensaje será la clave para ganarse la confianza de la población, aun en medio de un ambiente local e internacional retador.
Eduardo Lizano, exjerarca del Banco Central de Costa Rica (BCCR) es fiel creyente de que el Gobierno debe comunicar mejor que hace bien para ganar un poco más de confianza.
Las autoridades públicas deben concentrarse en la reactivación, enfocarse en esto y evitar que temas paralelos se roben la atención, confundan y diluyan el efecto que las medidas adoptadas puedan tener en la confianza, afirmó Miguel Ángel Rodríguez, expresidente de Costa Rica.
Por lo anterior es que son importantes hechos como el que la Contraloría General de la República resuelva que la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) debe acogerse a la reforma fiscal y la aprobación de la ley que regularía las huelgas, señaló Rodríguez.
Margen de acción acotado
Costa Rica navega en aguas tranquilas en cuanto a sus macroprecios. La inflación está estable y controlada dentro de su rango meta (ubicado entre 2% y 4%), el tipo de cambio está exento de sobresaltos, y las tasas de interés muestran una tendencia a la baja.
Una parte de este panorama obedece a la gestión del Banco Central de Costa Rica (BCCR) y del Ministerio de Hacienda, pero también a vientos externos favorables en el comportamiento de las materias primas, así como de menores presiones por parte de la Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos.
Aún así, el favor de navegar en aguas tranquilas de esos indicadores no garantiza la reactivación ni la generación de oportunidades.
El nivel de confianza de los consumidores se deprimió en agosto a uno de los niveles más bajos en 17 años, según el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), calculado por la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Esto es solo muestra de una “crisis de incertidumbre”, calificada de esta manera por Lizano.
La reforma fiscal, aprobada en diciembre, da sus primeros frutos. El menor crecimiento de los gastos da confianza suficiente a los mercados financieros para creer en que vendrán tiempos mejores.
Sin embargo, los consumidores e inversionistas no piensan lo mismo.
“Es probable que esta caída se explique porque los consumidores no están percibiendo medidas efectivas y de corto plazo que tiendan a reactivar la economía nacional”, apunta la síntesis de resultados del informe del ICC.
Tampoco hay señales de que la confianza mejorará pronto.
El desempleo es alto (la tasa alcanzó el 11,9% al primer trimestre del 2019), y aunque llegan algunas oportunidades laborales, estas abarcan solo a la porción de la población con manejo de idiomas o alto nivel académico, explicó Pamela Jiménez, investigadora del Estado de la Nación.
Al mismo tiempo, el margen de maniobra del Gobierno en inversión pública es bastante limitado. En una época de déficit fiscal superior al 6%, la apuesta es reducir los gastos y el nivel de endeudamiento, por lo que el crecimiento del gasto de capital (inversión) se ve restringido.
Las posibilidades para hacer cambios estructurales, impulsar mayores encadenamientos y la generación de puestos de trabajo inclusivos y no únicamente a la población más calificada son reducidas.
El ambiente era otro en la época del 2009 (administración Óscar Arias), cuando la crisis golpeó al mundo y en Costa Rica había espacio fiscal para dinamizar la economía.
Aun así, el camino elegido fue otro. “En lugar de aumentar el gasto de capital, se aumentó en transferencias y remuneraciones, apuntó Jiménez, del Estado de la Nación.
En la otra acera, el ambiente internacional tampoco es aliciente. Estados Unidos, el principal socio comercial de Costa Rica, crece a ritmo modesto, en medio de su pulso comercial con China que también crece menos al lado de muchas otras grandes economías.
Medidas recientes
Algunos nubarrones se han logrado despejar en la historia más reciente. El flujo de caja dejó de estar tan ajustado para la Tesorería Nacional y el ajuste tributario inició su curso.
Este último, aunque tiene un efecto recesivo en la economía, “sin minimizar su efecto, muchos consumidores y empresas tarde o temprano se darán cuenta que el impacto negativo no era tan grande y por tanto, ese tema se supera”, apuntó el economista José Luis Arce.
Otro elemento, en línea con el manejo del problema fiscal, llegará pronto a las arcas del Ministerio de Hacienda. Los $1.500 millones en eurobonos darán un respiro, al lado de los préstamos de apoyo presupuestario.
Esos montos deberían conducir a que las tasas bajen, la liquidez aumente y el crédito se reactive moderadamente, señaló Arce.
Además del manejo del problema fiscal (al que todavía le queda camino y recorte de deuda por recorrer), el actual Gobierno ha tomado algunas medidas en busca de la reactivación económica.
Una de ellas llegó a manos del Banco Central y la Sugef, con la liberación de más recursos prestables, mediante la reducción del encaje mínimo legal, y la mejora en la calificación de riesgo de 63.000 deudores.
Los cambios llegaron con el fin de dinamizar la colocación de crédito, pero sus efectos tampoco llegan a verse tan rápido.
“El impacto de los cambios aún no es evidente en el repunte del saldo del crédito, posiblemente porque todavía no ha mejorado la confianza de los consumidores ni de los empresarios, las personas aún están asimilando el impacto en el IVA y, además, las tasas de desempleo se han mantenido al alza”, dijo Allan Calderón, subgerente General de Riesgo y Crédito del Banco Nacional.
El primer día de setiembre, el presidente Carlos Alvarado, afirmó en cadena nacional que el desafío más importante es generar más empleos, crecer más y mejorar la situación de los hogares.
Con esos objetivos en mente, Alvarado anunció un plan que abarca, entre otras medidas: límites a la tasa de interés que cobran en los préstamos, más becas para estudiar inglés, ampliación de la formación dual y teletrabajo, proyectos de infraestructura vial, y la meta de facilitar las contrataciones de pymes en la CCSS.
Estos cambios se pueden gestar, pero tendrán frutos en el mediano o largo plazo.
Además, a este punto del camino hacia la reactivación “no alcanza con lo que haga el Gobierno, aunque sea quien lidere los cambios. La coyuntura internacional tampoco es muy halagüeña por lo tanto el esfuerzo local tiene que ser conjunto”, apuntó la economista Valeria Lentini.
El camino por recorrer hacia la reactivación económica se ve desde lejos, y aún más cuando se piensa que esa reactivación debe ir acompañada con el desarrollo de un país, hacia una menor desigualdad y menor pobreza.
El reto es cómo reanimar la confianza mientras esos cambios de mayor peso generan réditos. La estrategia no es mágica, pero el discurso y la evasión de disruptores de la confianza pueden ser claves.
A todas luces, la espera por una menor incertidumbre y la llegada de una reactivación moderada de la economía tardará un poco más de tiempo en concretarse.