La reducción de las cargas impositivas que propone el plan fiscal del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, va mucho más allá de una simple reforma tributaria y podría tener consecuencias que un país como Costa Rica debe monitorear de cerca.
El plan pretende cambiar el horizonte de la economía estadounidense, bajo la promesa de que la reforma le dará un empujón a la inversión empresarial, a la generación de empleos y que además, permitirá que las familias de clase media tengan más dinero en sus bolsillos.
Es la reforma de mayor relevancia desde la década de los 90 y supone un recorte en los impuestos que deben pagar las empresas y las personas de $1,4 billones en diez años.
Dentro de los principales cambios está la reducción de 35% a 20% del impuesto sobre la renta regular de las empresas en Estados Unidos.
Aun así, la propuesta es arriesgada, tanto como lanzarse de un paracaídas sin conocer el punto de aterrizaje. Sin embargo, Trump y los republicanos apuestan a lo que dice cierta teoría económica: se puede cosechar un mayor ingreso tributario, por medio de utilidades más robustas del sector empresarial y no necesariamente a través de impuestos más altos.
¿Por qué Costa Rica debe estar alerta? Aunque no es del todo seguro qué impacto tendrán estas medidas, si Estados Unidos mejora las condiciones impositivas, esto podría estimular la reinversión de empresas en ese país, en vez de invertir en el exterior.
El plan de Trump ya superó el primer muro parlamentario al recibir el aval de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el 16 de noviembre, pero todavía debe pasar el filtro del Senado.
“Lo que estamos haciendo aquí no es solo determinar el tipo de código tributario que vamos a tener, lo que estamos haciendo es determinar el tipo de país que vamos a tener”, afirmó Paul Ryan, presidente de la Cámara cuando se anunció la aprobación.
Este es un hito de la administración Trump, ya que él y los republicanos no han tenido avances legislativos de peso, pese a que controlan la Casa Blanca y el Congreso.
En setiembre, el Partido Republicano lanzó a la borda su intención de acabar con la reforma sanitaria de Barack Obama (Obamacare), a pesar de que llevaba siete años intentándolo. Esto evidenció las dificultades del partido para llegar a un acuerdo.
En la Cámara Alta, los republicanos controlan solo 52 de los 100 banquillos, por lo que solo pueden permitirse perder una mínima porción de votos. A esto se suma que en el Senado circula otro proyecto fiscal que deberá contrastarse con el que aprobó la Cámara Baja y esto hace todavía más incierto el futuro de la propuesta.
Los principales cambios
De entrada, el impuesto sobre la renta regulara las empresas pasaría de 35% a 20% (aunque Trump había ofrecido un 15%). Este es considerado como uno de los mayores estímulos, además, es una tarifa más baja que la de Costa Rica.
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Los impuestos corporativos, además, serán territoriales. Hoy existe un sistema de renta nacional en el que sin importar donde viva la persona, deberá pagar impuestos a su país de origen, con algunas excepciones.
Con el cambio, los ingresos que generen las empresas estadounidenses en el extranjero, estarán exentos y con el fin de repatriarlas, se gravaría únicamente aquellas entradas generadas en suelo norteamericano.
Se propone que las utilidades acumuladas de subsidiarias domiciliadas en el exterior, de sociedades estadounidenses que no han pagado impuestos en Estado Unidos, devenguen un impuesto fijo.
El tributo que se cancelaría una única vez, y sería de 14% sobre activos y 7% sobre el efectivo a repatriar.
El objetivo es cobrar impuestos sobre esas utilidades que permanecen fuera de Estados Unidos.
Por ejemplo, se estima que solo en 2016 las cinco compañías más grandes de este país retenían más de $500 billones sin tributar, explicó Randall Madriz, socio de la firma de abogados Pacheco Coto.
También, como medida antielusión, el proyecto incluye normas para evitar la erosión de impuestos por parte de empresas que operan en jurisdicciones de nula o escasa tributación.
Cambio en empresas | ¿Qué propone? |
---|---|
Renta territorial | Gravaría solo los ingresos generados en territorio de EE.UU. |
Repatriación de capitales | Se establece un impuesto de una única vez, de 14% sobre activos y 7% sobre el efectivo a repatriar. |
Intereses | Limitación de deducibilidad a un 30% del EBITDA |
Tarifa impositiva | Reducción de la alícuota del impuesto sobre la renta de las empresas de 35% a 20% a partir del 2018. |
Sociedades transparentes | El plan mantiene la tributación en cabeza de los dueños de las empresas y no en las empresas mismas, y reduce la tarifa a pequeñas y medianas empresas sin reducir la tributación de profesionales liberales, consultores y gerentes de fondos de inversión. |
Fuente: | Deloitte |
Hay otras medidas que han sido menos publicitadas, pero que también quieren mejorar la competitividad norteamericana.
De la mano con el plan fiscal, Trump quiere impulsar un ambiente para que las compañiás abran sus puertas, promover la industria de la energía de modo que baje el costo de suministro eléctrico y disminuir los tiempos de traslado mediante inversión en infraestructura.
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Por el lado de personas, con el proyecto fiscal, los rangos de impuestos pasarían de siete a cuatro, de modo que el impuesto sea progresivo para que paguen más los que tienen más; al menos es lo que pretende.
Lo anterior se traduce en que más gente entra en las categorías más bajas: la mayor parte de clase media va a ver una reducción, algunos más que otros.
Además, aumentan el nivel de crédito que se puede acreditar con un menor impuesto por cada hijo de la familia.
Los posibles impactos
En la acera local, al menos en un corto plazo, no se ve una corrida de empresas estadounidenses hacia Estados Unidos.
Las compañías deberán valorar muchos elementos antes de tomar una decisión de este tipo, dentro de ellos cómo evolucionará la economía estadounidense y cuáles son los costos en cada país, explicó Francisco Villalobos, socio de Impuestos y Legal, de Deloitte.
Lo que es un hecho es que esta posible reforma es un llamado de alerta a las autoridades de Costa Rica.
La apuesta de Estados Unidos es clara. La nación norteamericana quiere fortalecer su competitividad internacional y esto puede poner en aprietos a economías como la nuestra, que todavía tienen una fuerte dependencia del comportamiento de esa nación.
Una reducción de impuestos a empresas en suelo estadounidense acentúa la necesidad de redoblar esfuerzos para mejorar la competitividad desde el frente fiscal, la oferta educativa, la calidad de la educación, la facilitación del comercio y la inversión, la simplificación de trámites, entre otros.
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“Nuestros sólidos y consistentes resultados en la atracción y retención de IED (Inversión Extranjera Directa) a lo largo de los años, son prueba fehaciente de las fortalezas de nuestro sistema, pero no hay duda de que no podemos descuidarlos”, explicó Alexander Mora, ministro de Comercio Exterior.
A lo interno de Estados Unidos también hay dudas sobre el futuro de la economía americana, en caso de que se apruebe la reforma.
Estos recortes se podrían traducir en un mayor déficit, en caso de que Trump no logre la inyección de inversión y consumo que espera. En cambio, si la economía crece como él lo predice, más recursos dispararán el crecimiento y esto compensaría la pérdida fiscal de una menor recaudación.
Es ahí en donde entra el debate.
Los opositores cuestionan si estos cambios funcionarán según lo previsto, porque no existen antecedentes que permitan afirmar que un recorte de este tipo es garantía de un creciente y sostenido dinamismo económico.
Los republicanos que apoyan la propuesta se casaron con la tesis de que el recorte tributario proporcionará más dinero a las empresas y personas para invertir y gastar, lo que permitirá la expansión del país.
Por ahora, no hay nada que asegure cómo se comportará la economía estadounidense si la reforma se aprueba e, inclusive, es incierto cuánto tiempo le tomará a Trump dinamizar la inversión y el consumo, y cuánto podrá lidiar con un menor ingreso fiscal.