Los bancos centrales dependen del dinero que posean, de la capacidad que tengan para emitirlo, pero también el éxito de su gestión radica en la credibilidad que tengan ante las personas y las empresas.
Precisamente esa credibilidad se consolida si la autoridad monetaria tiene consistencia entre lo que dice y lo que hace. Esto aplica para alcanzar la meta de inflación, pero de la misma manera para otros objetivos, como asegurarle a los participantes del mercado cambiario que en medio de una tendencia al alza o a la baja evitará variaciones abruptas del tipo de cambio.
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Justamente en la gestión relacionada con el tipo de cambio es donde han surgido preguntas hacia el Banco Central, algunas de estas relacionadas con la proporcionalidad con la que actuó frente a los vaivenes del dólar. Estos cuestionamientos fueron expuestos por el expresidente del Central, Rodrigo Cubero, y el economista Douglas Montero en una entrevista con El Financiero.
Entre el 2022 y lo que va del 2023, el país vivió uno de los episodios de mayor movimiento en el valor del dólar. En junio del año pasado el precio en el Mercado de Monedas Extranjeras (Monex) subió hasta casi tocar los ¢700, mientras que abril de este año estuvo por abajo de los ¢535.
Este movimiento desató temores en dos sectores, entre los perjudicados por la devaluación como los importadores o quienes tienen deudas en dólares, así como entre quienes se afectan por la apreciación del colón: exportadores, sector turismo y personas que ganen en moneda extranjera.
El año pasado, cuando ocurrió la escalada hacia los ¢700 el Banco Central de Costa Rica (BCCR) tomó algunas medidas para calmar las aguas. Algunas de estas fueron la solicitud de un préstamo al Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) y modificaciones en las reglas del Monex, entre otras.
Este año, con una tendencia pronunciada a la baja, el Central se dedicó a intervenir en el mercado en nombre de las compras para el sector público no bancario. Esas compras fueron relevantes al punto que han llevado a las reservas internacionales a estar por encima de los $11.000 millones. Naturalmente, es una cifra que fue impulsada por la entrada de los recursos provenientes de la reciente emisión de $1.500 millones en bonos soberanos.
Medidas proporcionales
Los economistas entrevistados por El Financiero coincidieron en que estas variaciones causaron alarma y fueron las señales para indicar que el mercado carecía de un equilibrio.
Para Montero la forma de controlar el descenso en el precio de la divisa careció de proporcionalidad con respecto a cómo se efectúo esa labor cuando el valor subía. Según el especialista en mercados internacionales, llamó la atención que en medio de la tendencia al alza fue muy clara la intención del BCCR por ejercer un control, pero que cuando llegó el descenso, la persuasión ejercida no se apreció de manera tan clara.
Por su parte, el Central ejecutó algunas acciones. La más clara y notoria fue una significativa intervención mediante compra de divisas. Su presidente, Róger Madrigal, detalló en la presentación del más reciente Informe de Política Monetaria que se había comprado $2.800 millones, de los cuales $1.000 son para el sector público.
No obstante, el pasado 3 de mayo, Madrigal reiteró la posición que ha tenido el Central en los últimos años: dejará que el precio se oriente por las fuerzas del mercado siempre y cuando sea de manera ordenada.
Cubero, quien ocupó la silla de la presidencia del Central entre el 2018 y el 2022, reconoció que la entidad pudo tener un papel más activo cuando se manifestó la apreciación del colón con más fuerza.
“El Banco Central pudo haber sido mucho más proactivo en dar mensajes para tratar de calmar las presiones que, de naturaleza especulativa, se empezaron a montar en el mercado cambiario en Costa Rica hacia finales del año pasado y principios de este para apreciar el tipo de cambio mucho más allá de lo que uno pensaría que los fundamentales estaban indicando”, aseveró.
Adicionalmente, existe un contexto primordial que lleva a los bancos centrales como el de Costa Rica a ser proclives o estar más cómodos con la apreciación de la moneda local y no tanto con el efecto opuesto.
Cubero explicó esa condición. Cuando ocurre una depreciación de la moneda local, se presentan dos problemas: el primero es que se presiona la inflación hacia el alza, y el segundo es que para contener o frenar el aumento del tipo de cambio las autoridades deben utilizar reservas y estas son finitas.
Es precisamente la confianza sobre ese nivel de reservas lo que suele desatar los temores en el mercado, pues si llegan a un nivel crítico, se agotarían las herramientas para contener las negociaciones que se consideren peligrosas en las cotizaciones.
Cuando sucede lo contrario y el valor en el tipo de cambio va hacia abajo, disminuyen las presiones inflacionarias y con eso los bancos centrales suelen estar más cómodos, dijo Cubero.
Además, el mecanismo de control en ese momento se convierte en la compra de dólares por parte de las entidades emisoras o fortalecimiento de las reservas. Para esto no existen mayores límites más que el costo en el que se incurre por la compra de esos dólares junto con un proceso de estirilización que se suele llevar a cabo.
Montero coincidió con esa lectura e incluso advirtió que, comparativamente, para un país es más grave carecer de reservas o tan siquiera insinuarlo que poseer unas cuentas algo abultadas.
A juicio de Cubero, hubiese sido útil en este reciente episodio de volatilidad que el BCCR diera dos mensajes: un pago anticipado al crédito del Flar y anunciar un programa más agresivo de compra de reservas que incluso excediera lo que se usara para pagar ese préstamo.