El nuevo coronavirus golpea la salud de miles de personas y se propaga por el mundo, al mismo tiempo que lo hace la preocupación por los efectos que desencadene este virus en la economía global.
La incertidumbre por el impacto que tendrá el COVID-19 generó una caída histórica en las bolsas mundiales, por un gran protagonista: el petróleo.
El precio de este commodity se redujo a niveles históricos el lunes 9 de marzo, luego de una pugna entre Arabia Saudita y Rusia respecto al nivel de producción. Este fue un golpe para las economías que exportan petróleo en el mundo.
Al contrario, para la economía costarricense una reducción en este precio es un aliciente.
Alivio para algunos y desaliento para otros, tan solo un día después, el precio de esta materia prima dio un giro.
Al martes 10 de marzo, los precios del petróleo se recuperaban tras el pánico del día previo y debido a un discurso conciliador por parte de Rusia. Esto abrió la puerta para pensar que la reducción no dudaría mucho tiempo, pero el desenlace sigue incierto.
El nuevo coronavirus llega como un trago amargo para Costa Rica, en un momento en el que la economía local daba pasos hacia la recuperación económica.
Este año no será una huelga, ni las dudas por la implementación de una reforma fiscal lo que generaran incertidumbre, sino el COVID-19.
Es pronto para medir su impacto, ni las economías más desarrolladas se animan a lanzar sus cálculos, pero el golpe se dará.
El presidente del Banco Central, Rodrigo Cubero, reconoció el nuevo coronavirus tendrá un efecto en el la economía, pero insistió en que este será temporal. Agregó que la disminución en el precio del crudo será un factor que mitigue los efectos negativos en la economía local.
Costa Rica tendría los efectos negativos de la recién declarada pandemia por el lado de la oferta, al haber afectaciones en las cadenas de suministro de importaciones. También por la demanda, pues habría una disminución en el consumo y la inversión privada.
Lucha de poder
La demanda de petróleo se redujo con la llegada del nuevo coronavirus y los ingresos que perciben los países productores y exportadores bajaron.
La economía China fue la primera en reportar casos del virus, y la que más afectados acumula, pero, además, es la más grande importadora de esta materia prima en el mundo. La demanda de barriles de esta economía empezó a bajar desde enero hasta hoy con dos millones de barriles menos.
Ante esto Arabia Saudita, líder de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) persiguió —una vez más— su objetivo de reducir el nivel de la producción.
Su intención era recortar adicionalmente 1,5 millones de barriles diarios hasta el cierre del 2020, porque a finales de marzo vence el convenio que habían pactado para reducir la producción.
Rusia, el segundo productor de petróleo en el mundo solo superado por Estados Unidos y delante de Arabia Saudita, se negó.
¿Qué pensó Rusia al oponerse? Rusia cuenta con una economía más diversificada y con arcas financieras robustas como para sostener una guerra de precios. Tiene reservas que superan en $80.000 millones a las de Arabia Saudita, citó Chris Weafer, del gabinete de consejo Macro Advisory, a AFP.
A modo de represalia, Arabia Saudita redujo el precio de este commodity a un nivel no visto en los últimos 20 años. Su intención es clara: robarse el segmento de mercado del que Rusia se adueña o lograr que los rusos reduzcan la producción.
Este país árabe se puede dar el lujo de hacer más recortes para incidir en una caída del precio, porque su margen de ganancia lo permite. El costo de la extracción de un barril ronda los $2,8, mientras que a un país como Estados Unidos, con su petróleo de esquisto, le cuesta entre $40 y $50.
La nación norteamericana y países como Venezuela, Ecuador, no pueden salir adelante con precios tan bajos, porque perderían ganancias, dijo Hernán Varela, gerente de Administración de Portafolios de Lafise.
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Tras el rechazo de Rusia, la cotización del petróleo se derrumbó. El precio internacional del crudo de desplomó 24,1% y alcanzó un nivel de $34,36 el barril.
El barril de WTI, de referencia en Estados Unidos y con entrega en abril, cayó 10,1%. A pocos minutos del cierre, en Londres, el Brent para mayo también se hundía 9%.
El mismo día se desencadenó en un rápido desplome de los mercados bursátiles mundiales.
Wall Street registró la caída más pronunciada de los últimos once años.
En América Latina, la bolsa de Buenos Aires, la de Sao Paulo, la de Bogotá y la de México cayeron. Las bolsas asiáticas también se derrumbaron. En algunos casos se trató del peor desempeño desde la crisis del 2008.
Los inversionistas entraron en pánico y vendieron sus acciones, ante la incertidumbre por el nuevo coronavirus y el inquieto petróleo.
El impacto del desplome de las bolsas puede ser tal que “podría provocar dificultades de financiamiento para la economía real, como ocurrió en la crisis del 2008”, citó un reporte de la agencia AFP.
Gobiernos alrededor del mundo han tomado medidas de cancelación de eventos masivos (incluida Costa Rica), cuarentena, mientras vuelos se cancelan y los turistas posponen sus viajes.
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Todo esto impacta la demanda de petróleo, la economía y el comercio. Si las exportaciones caen, muchas economías dependientes de estos ingresos podrían terminar en desaceleración económica o recesión.
El COVID-19 llegó en un momento en el que ya de por sí la economía mundial no esperaba grandes crecimientos, y ahora los pronósticos podrían recortarse.
Para los países importadores de petróleo (como Costa Rica), la caída en los precios podría traducirse hasta en una deflación mundial (caída sostenida de precios en un periodo prolongado o inflación persistentemente baja).
Esta realidad remite a la historia no tan lejana del 2014, cuando la posibilidad de que el mundo experimentara una deflación revivió.
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Pero antes de si quiera analizar si podría repetirse ese episodio, el petróleo dio un giro al día siguiente.
Antes del medio día del martes 10 de marzo de Costa Rica, el barril de WTI ganaba 9,48%, hasta $34,09. En Londres, el barril de Brent rondaba los $37,53, un aumento de 9,25%. Ambos reflejaron cifras un poco más altas minutos antes.
El ajuste se dio luego de que Alexandre Novak, ministro de Energía ruso, diera un discurso conciliador.
“La puerta no está cerrada”, anotó Novak. Aunque el acuerdo de recorte de producción termina a fin de mes, “ello no significa que en el futuro no podamos cooperar entre los países OPEP y los países no OPEP” para estabilizar el mercado, aseguró.
Efecto para Costa Rica
Ese episodio del 2014-2015, cuando los precios del petróleo –nuestra principal materia prima importada– bajaron considerablemente, generó frutos para Costa Rica.
Recién ingresado el gobierno de Luis Guillermo Solís, los vientos favorables le regalaron un bajo precio de este commoditie, lo que generó una caída en los precios de la gasolina en el país.
Las exportaciones se valoraban mejor, porque producir era más barato, “lo que vendíamos era más caro que lo que comprábamos y el consumo se dinamizó”, anotó Varela, de Lafise.
Bajos precios del petróleo abren el portillo para que el Banco Central reduzca aún más su tasa de referencia, para impulsar la economía y si esto se une a una caída en el precio de la gasolina, el consumo podría dinamizarse.
Un solo día no basta para reducir el precio de la gasolina local, hay que seguirle el rastro, pero el desplome a precios históricos abre las puertas a un posible menor precio, a menos que suba mucho en los días posteriores. La Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) analiza ajusta el precio al segundo viernes de cada mes.
Aun si se contara con un precio bajo del petróleo, el panorama para Costa Rica no está tan despejado, de hecho es ambiguo, al igual que en el resto del mundo.
A diferencia de ese episodio de hace algunos años, en esta ocasión el Gobierno lidia con el COVID-19.
SI baja el precio de la gasolina, los consumidores podrían usar esos recursos en ahorro, en vez de en consumo y por tanto, no habría un estímulo económico.
Lo que sí se podría apoyar una baja en los precios del petróleo, es a la gestión del Central. La Tasa de Política Monetaria (TPM) ha bajado en tres puntos en el último año (se ubica en 2,25%) en busca de un aliciente para la población demande créditos a tasas más favorables para su bolsillo y tendría espacio para bajar más.
Por un lado, careceríamos de presiones en la inflación, pero por otro, la incertidumbre y las medidas de prevención de contagio golpean la economía.
“Por otro lado sobrarán dólares (si baja el precio del petróleo) en la economía lo que pone presión a la apreciación del colón por lo que saldrían afectados el sector exportador y el sector turismo”, anotó Vidal Villalobos, asesor económico de Grupo Prival.
El desenlace del comportamiento en los precios del consumidor y del COVID-19 aun está por verse. Ahora la duda es si Costa Rica en medio de todo este ambiente convulso, podría al menos sostener la expectativa de crecimiento del 2,5% que previó el Central o si aspirar a esa cifra será solo un sueño.