Mientras muchos países subieron el crecimiento de su economía, Costa Rica registró una caída en el dinamismo de la producción durante el 2017, pero ¿qué influyó en esa divergencia?
La menor aceleración de la economía costarricense no se debe a circunstancias externas, sino a un conflicto interno. Si las agotadas finanzas públicas no se atienden, el comportamiento de la producción será nuevamente menor este año.
Las grandes economías crecieron más que antes. Estados Unidos, el principal socio comercial de Costa Rica, mantuvo un ritmo sostenido del 3% y China, por su lado, obtuvo un repunte de 6,9% tras siete años de continua ralentización.
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Las condiciones financieras a nivel mundial están laxas y favorables. Estos calificativos han sido usados por el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI), que inclusive ha explicado que los indicadores de confianza sugieren que el auge puede continuar hacia el futuro cercano.
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Así el panorama externo, las dificultades que enfrentó Costa Rica a lo largo del año pasado para dinamizar la producción, la demanda interna y la inversión tienen una sola explicación: el déficit fiscal.
El 2017 fue el año en el que el déficit pasó la factura al país por primera vez. Se hizo más evidente el efecto que puede tener sobre la economía costarricense.
La actividad económica del país cayó en ocho de los doce meses del año pasado y la aceleración del Producto Interno Bruto (PIB) bajó en un punto porcentual al término del 2017, respecto al año previo.
En años previos, Costa Rica había logrado financiarse en el exterior y por tanto, el déficit no había sido obstáculo para reducir la inflación –que además tenía a favor el bajo precio de los commodities–. Así, el crecimiento económico era relativamente bueno.
Sin la posibilidad de acceder a recursos externos para atender los pagos de la deuda y demás obligaciones, al Gobierno no le queda más que fondearse en el mercado local y competir con el resto de emisores por recursos.
Lo anterior presiona las tasas de interés al alza y encarece el crédito para la población.
A partir de la segunda mitad del año, el Banco Central empezó a aumentar las tasas de interés. Según Cesar Barceinas, director de riesgo soberano de Standard & Poor’s, los movimientos al alza de las tasas, por parte del Central, se deben un poco por la volatilidad que vivió el tipo de cambio pero también por las amplias necesidades de financiamiento del sector público.
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El crédito al sector privado se desaceleró, al lado de la importación de automóviles y la construcción privada. Todo esto asociado al alza de las tasas de interés.
Este efecto de un crédito menos dinámico se mantiene en todas las actividades económicas, afirmó Hairo Rodríguez, gerente de Banco Cathay.
Al lado de unas finanzas públicas agotadas, está el crecimiento del precio de las materias primas.
En 2015 y 2016 la inflación crecía cero y el Central no tenía muchas razones para aumentar las tasas de interés, sin embargo en 2017 se presentaron presiones alcistas por el aumento del precio de los commodities, en especial el petróleo.
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Esto también se vio reflejado en la inflación, que subió de nivel entre el 2016 y el 2017.
A las calificadoras les preocupan dos aspectos de Costa Rica, primero, el déficit fiscal y segundo, la menor aceleración de la economía.
El que la producción mejore sus resultados dependerá de si llega o no una solución al déficit.
Si se aprueba una reforma fiscal, la viabilidad para hacer negocios toma importancia y los inversionistas ven que apuestan por un país que no enfrenta un faltante de recursos.
Esto es importante para un inversionista porque significaría que el Gobierno puede orientar una mayor porción del gasto en inversión en infraestructura, seguridad y educación.
“Este segundo año de financiar el déficit con ahorro interno, puede profundizar la desaceleración y no permitir mayor crecimiento”, afirmó Ronulfo Jiménez, economista.
A pesar de que las proyecciones del Programa Macroeconómico 2018-2019 del Banco Central no contemplan una reforma fiscal, estiman que la economía crecerá más en 2018.
La expectativa es que la economía crezca 3,6% en 2018 y 3,9% en 2019.
Esto estaría explicado por un mayor dinamismo del consumo privado, mientras el del Gobierno bajaría el ritmo. Las exportaciones se estancarían y las importaciones sí continuarían al alza.
Diversos economistas ya han expresado públicamente su escepticismo de que estos resultados se puedan cumplir, sin una reforma fiscal o financiamiento externo.