Estados Unidos está viviendo un escenario muy particular: a pesar de los intentos por enfriar la economía —con el fin de bajar la inflación—, el mercado laboral sigue robusto y eso es, paradójicamente, un dolor de cabeza para la Reserva Federal (Fed, su banco central) y sus intenciones de acabar con la escalada de precios.
¿Qué sucede en Estados Unidos?
El gigante norteamericano, al igual que gran parte del mundo, está sufriendo de una inflación muy por encima de sus objetivos. De hecho, para ellos este encarecimiento ha sido histórico: tenían más de cuarenta años de no registrar una inflación como la que se tuvo en 2022, con un pico del 9% anualizado en junio.
La Fed tiene como meta bajar ese aumento de precios a una tasa del 2% anual, y para lograrlo hace uso de la medicina tradicional: aumentos en las tasas de interés.
Las tasas de interés son, a grandes rasgos, el costo del dinero. Al subirlas, se encarece el crédito y se desincentiva el gasto, lo que reduce la demanda de bienes y servicios y frena la inflación.
Este remedio tiene un efecto secundario: al reducir los incentivos de crecimiento (contener el gasto) los países suelen caer en un estado de aletargamiento económico que puede verse como un periodo de desaceleración en el crecimiento o, en casos más severos, en una recesión.
Desde el 3 de marzo del 2022, la Fed ha subido su tasa de referencia en 4,50 puntos base, pasando de 0,25% a 4,75%. Aumentos así de agresivos no se habían visto en lo que llevábamos del siglo XXI.
¿Han funcionado las medidas?
Todavía es pronto para ser categórico, en especial cuando la política monetaria siempre es una receta de cocción lenta y sus resultados no suelen verse en el corto plazo.
Hay algunas señales positivas: la inflación se ha desacelerado (se registró un 6,4% en enero) y parece que su techo lo dejó atrás en 2022. También los últimos aumentos en las tasas se hicieron en un menor grado de intensidad.
Sin embargo, la inflación sigue muy por encima de la meta del 2% y es natural que crezca a menor ritmo pues los números del 2023 se compararán con una base alta (la del año pasado).
Además, hay otras señales que podrían decirle a la Fed que no ha suavizado suficientemente las presiones inflacionarias, en especial el mercado laboral, el cual registró en enero un inesperado incremento de 517.000 nuevos puestos de trabajo y su menor tasa de desempleo desde 1969, fenómeno que suele ser poco común en medio de una política monetaria restrictiva (aumento de tasas) y que suena extraño cuando las grandes empresas tecnológicas estadounidenses han hecho una ola de despidos.
“La Fed no se va a dejar llevar por esa ilusión óptica (de la baja en la inflación), ellos van a ver los datos y el salario por hora y el consumo de los habitantes no han disminuido tanto en Estados Unidos. Mientras el mercado laboral siga firme, entonces la Fed se va a mantener también firme en su proceso de aumento de tasas”, considera Douglas Montero, economista y analista de mercados financieros internacionales.
¿Por qué le preocupa el mercado laboral a la Fed?
Un mercado laboral fuerte es casi siempre algo positivo. Ese es un enunciado difícil de refutar desde Costa Rica, donde en los últimos años hemos carecido de él. Sin embargo, en un contexto inflacionario significa un arma de doble filo para la Fed.
Recordemos que la intención del banco central es desincentivar el gasto para que la demanda no presione los precios hacia arriba, pero un mercado laboral que crece a paso fuerte podría causar lo contrario.
La abundancia de empleos suele traducirse en una mayor presión inflacionaria: hay más dinero en la calle, los salarios suben a un mayor ritmo y los empleadores podrían verse obligados a subir los precios de sus bienes y servicios para pagar esas planillas más altas.
En otras palabras, se genera una especie de ciclo inflacionario del cual es difícil salir cuando se prolonga.
Si bien es cierto que la Fed podría estar aliviada de que se han logrado reducir algunos puntos en la inflación sin lastimar el mercado laboral, su fortaleza podría causar que en la batalla entre las tasas de interés y la inflación haya más daños colaterales.
Cuanto menos ceda el mercado laboral a la desaceleración que propone la Fed, más incentivo tendrá el banco central para subir las tasas y más probable será que se ahogue de más a la economía (a las personas les saldrán más caros sus créditos y las empresas desecharán sus planes de expansión). Es decir, los riesgos de una recesión se hacen mayores.
Lo que la Fed busca se conoce en inglés como el soft landing (aterrizaje suave), que es desacelerar la economía para que la inflación regrese al rango meta pero castigando lo menos posible el crecimiento del país. Esto no es fácil de lograr, de hecho han pasado más de 70 años desde que Estados Unidos logró bajar una inflación mayor al 5% sin causar una recesión como consecuencia.
En ese sentido, la coyuntura laboral ofrece tanto resultados positivos como negativos para el país norteaemericano. Primero veamos lo malo: la presión que pone el mercado laboral sobre la Fed para subir tasas hace más estrecha la pista de aterrizaje y más complicado ese soft landing.
Desde un punto de vista más “optimista”, el aumento en los salarios se ha desacelerado inclusive cuando hay más puestos de trabajo nuevos y una menor tasa de desempleo. Esto abre la posibilidad de que la Fed se cuestione si de verdad es necesario reducir la velocidad del mercado laboral tan drásticamente y considere atenuar el ajuste de tasas.
Sin embargo, para esto la Fed tendría que modificar su aproximación sobre cuál riesgo trae el mercado laboral en los precios, ya que era difícil de predecir que la inflación y los salarios se desaceleraran al mismo tiempo que caía el desempleo, a pesar de que eso es lo que ha sucedido en los últimos meses.
La Fed ha sido clara en su objetivo de controlar la inflación y ha declarado que si son necesarios más ajustes, así los hará. Además ha dicho que sigue de cerca el comportamiento del mercado laboral para sopesar sus decisiones.
Recientemente, Goldman Sachs y Bank of America incorporaron en sus predicciones tres aumentos más en la tasa de referencia de la Fed a la luz de un mercado laboral que continúa resiliente.
“¿Qué significa esto? Que no se están previendo recortes en las tasas para este año, por lo menos, ni que cambie esa política restrictiva en el corto plazo”, dice Daniel Ortiz, director de Programas de Cefsa.
¿Cómo influye en Costa Rica?
Para Ortiz, un aumento en la tasa de interés estadounidense podría incidir en que el Banco Central de Costa Rica (BCCR) también ajuste su Tasa de Política Monetaria hacia el alza, encareciendo los créditos y desincentivando más el crecimiento nacional.
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Durante los últimos meses, el BCCR ha puesto hielo a sus subidas de cara a los mejores resultados inflacionarios, pero una peor perspectiva estadounidense podría afectar las expectativas de los agentes costarricenses y mover la balanza del Central hacia posibles incrementos.
Un aumento en los tipos de interés también tendría un efecto negativo sobre el mercado financiero estadounidense, donde están invertidos alrededor de una cuarta parte de los fondos del Régimen Obligatorio de Pensión Complementaria (ROP). Esto significa que los bajos rendimientos que han tenido los fondos de pensiones se alargarían todavía más.
Además, si la Fed aprieta demasiado su economía, Costa Rica se vería afectada al tener a su principal socio comercial de capa caída. “Si las tasas suben y Estados Unidos empieza a crecer menos, nos va a pasar lo mismo de siempre: se nos afecta el turismo y se nos afectan las exportaciones”, dice Ortiz.
Todavía hay una gran discusión sobre si Estados Unidos caerá o no en una recesión. De momento Ortiz considera que la economía norteamericana crece a relativamente buen ritmo (un 2,1% en 2022) y que la recesión se ve un poco más lejos, aunque siempre es posible.
En caso de que Estados Unidos suba su tasa y Costa Rica no lo haga, se reduciría el premio que hoy tiene invertir en colones por encima de los dólares, uno de los factores que ha empujado el tipo de cambio hacia abajo.