A estas alturas del año, ya hay razones para pensar que la inflación tocó techo (o por lo menos está muy cerca de hacerlo), no solo porque en setiembre y octubre se registró un menor aumento, sino porque algunas de las mayores presiones alcistas, como los precios del combustible y las materias primas, junto al tipo de cambio, han empezado a aflojar.
No obstante, el retorno a los niveles de inflación saludables no será uno vertiginoso, tanto es así que la predicción del Banco Central de Costa Rica (BCCR) pone el segundo semestre del 2024 como la fecha en la que la inflación podría regresar al rango de tolerancia de alrededor del 3%.
En este atenuado camino hacia la normalidad, ¿cuáles serán los precios más reacios a bajar?
Esta es una pregunta particularmente difícil de responder en un país como Costa Rica. Aquí no suelen cuantificarse tantos indicadores y este tipo de datos no se llevan como sí lo hace, por ejemplo, Estados Unidos con su IPC de Precios Rígidos (Sticky-price CPI).
Ni siquiera el mismo Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) lleva un registro sobre cuáles han sido los bienes y servicios que históricamente han sido más reacios al cambio, tanto hacia arriba como hacia abajo.
Hay, eso sí, un documento de trabajo del Banco Central de Costa Rica del 2014 titulado Persistencia inflacionaria en Costa Rica: Precios de servicios y regulados en el que se hace un recuento de los 20 artículos con los precios más rígidos, donde 17 de ellos son servicios, tres son bienes y 14 son no regulados, sin embargo los cuatro con mayor rigidez sí están regulados.
Esta investigación determinó que los artículos con precios más flexibles, en general, son bienes que no están sujetos a ninguna regulación y cuyos precios cambian en todas las observaciones. No obstante, ante una consulta realizada por El Financiero, el Central mencionó que no podrían decir que lo que se dio en ese estudio de 2014 se repita durante este nuevo periodo de inflación.
Algo que quizá sí pueda acercarnos a predecir cuáles precios se quedarán pegados más tiempo es determinar de dónde vienen las fuerzas inflacionarias actuales. Como ya se ha reportado en múltiples ocasiones, esta es una inflación primordialmente importada que ha afectado en mayor medida a los combustibles y los alimentos. De hecho, estas dos categorías componen un 15,9% y un 42,4%, respectivamente, de los aumentos en el Índice de Precios al Consumidor (IPC, lo que popularmente llamamos como inflación) en setiembre de 2022.
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Sin embargo, pese a ser las categorías que más han subido, no deberían de ser las que más cueste bajar. No necesariamente porque sean fáciles, per se, de abaratar —de hecho poco puede hacer el país para contenerlos al ser una economía pequeña y abierta a los precios internacionales—, sino porque precisamente serán estas las categorías cuyos precios eventualmente se moderarán y guiarán el IPC hacia abajo.
Paradójicamente, para encontrar los precios que posiblemente duren más en bajar hay que buscar cuáles son los que menos subieron, explica Juan Robalino, director del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica.
¿Por qué? Justamente por poseer esa menor propensión al contagio. Los bienes que han subido más vertiginosamente son más flexibles e influyen a los demás, mientras los que han escalado con mayor letargo podrían mostrar esa misma tolerancia cuando el resto de la inflación se desacelere.
Si se observan los aumentos por en el IPC por las agregaciones que calcula el Banco Central, se notará cómo son los bienes regulados los que más agresivamente han subido, mientras que los no regulados subieron más tarde y con menor intensidad. Esto no es de extrañarse debido a que dentro de los bienes regulados está el producto más flexible por excelencia: el combustible, el cual depende, en su mayoría, de los precios internacionales que el país pague.
Algo similar, pero todavía más marcado, sucede cuando las agregaciones que se examinan son las de bienes y servicios. Los bienes son los que suben más perpendicularmente y en los servicios el contagio es mucho menor: su primer aumento grande del 2022 lo tiene en abril, cuatro meses después de la primera escalada del IPC (entre enero y febrero). Hay que recordar que este es un proceso inflacionario principalmente de bienes, los cuales tienen una variación interanual de casi 10 puntos porcentuales (p. p.) más que la de los servicios.
Adicionalmente, las agregaciones no reguladas y los servicios comparten otro fenómeno curioso: así como subieron más atenuadamente, también bajaron poco entre agosto y octubre, contrario a los regulados y los bienes, los cuales registraron una variación de 12,31 p. p. y 4,6 p. p. menos, respectivamente. Durante ese mismo periodo, los no regulados y los servicios apenas cayeron apenas 1,33 p. p y 1,48 p. p. Es decir, se cumple esa premisa de los que más lento suben, más lento bajan.
Básicamente, se podría intuir —no necesariamente asegurar— que es probable que los productos más reticentes a la baja se ubicarán en las agregaciones de no regulados y, especialmente, en la de servicios.
Si se mira por las divisiones de consumo del Banco Central, hay dos que presentan un comportamiento interesante: la de Recreación, de deporte y cultura y la de Bienes y servicios diversos.
En el caso de Recreación, su aumento tuvo un retraso de cuatro meses si se compara con el de todo el IPC y a partir de ahí se intensificó incluso a un mayor ritmo. Incluso cuando la inflación se desaceleró entre agosto y setiembre, esta división continuó con su alza. En octubre sí tuvo un baja, aunque menos marcada que del IPC: de 0,27 p.p.
Los bienes y servicios diversos, por su parte si le siguieron el ritmo a la inflación los primeros meses del año, sin embargo después se estancaron hasta julio y desde entonces han mantenido una estabilidad contraria al status quo.
Sobre cómo se comportó la caída en la inflación de los servicios se tienen pocos ejemplos cercanos en el país ya que durante el último proceso inflacionario costarricense, a finales de la primera década de este milenio, fue uno donde los servicios llegaron a subir tanto como los bienes. Sin embargo, sí tardaron más tiempo en desacelerarse. En octubre de 2009, cuando los bienes registraron su primera caída interanual, los servicios seguían cerca del doble dígito.
Entre tanto, solo queda esperar a que los precios más flexibles logren contagiar a la baja al resto del IPC en lo que será un atenuado regreso a los niveles de inflación meta.