En 2020, la pandemia cayó como un parteaguas para la economía costarricense. La dificultad de desagregar los efectos de la covid-19 hizo común que reinaran las etiquetas de “nivel prepandemia” o “efecto rebote” cuando se analizaban los cambios interanuales de los principales indicadores económicos.
A poco más de tres años del primer caso del virus en el país, ya existe una distancia lo suficientemente amplia para tomar un paso atrás y medir cuánta de la destrucción de la pandemia el país ha logrado recuperar.
El Financiero recopiló la evolución de siete de los principales indicadores económicos para comparar, a grandes rasgos, la Costa Rica pre y postcovid.
Contexto prepandémico
Al comparar los números actuales con los que antecedieron la pandemia hay que hacer ciertas salvedades: para comenzar, la Costa Rica del 2019 estaba lejos de ser idílica y, por ende, regresar a algunos de sus niveles, si bien habla de una recuperación, no debería derivar en un canto de victoria, por lo menos aún.
Los últimos dos años que precedieron a la pandemia son descritos por Juan Robalino, director del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica, como una época de mucha incertidumbre fiscal que derivó en aumento de tasas de interés y una menor inversión de las empresas y consumo de los hogares.
Rodrigo Cubero, quién fue presidente del Banco Central de Costa Rica entre el 2018 y el 2022, califica la época justo antes de la pandemia como una de “claroscuros”.
El 2019 fue un año de transición para una Costa Rica venía de dar un viraje importante en sus finanzas públicas. Después de alcanzar el punto más álgido de una crisis fiscal que tenía el crecimiento y la confianza costarricense en pausa, la reforma fiscal vino a esclarecer algunas de las pesimistas perspectivas que tenía el país.
“Los claros estaban por el lado de la mayor estabilidad y tranquilidad macroeconómica que se lograba como consecuencia de la reforma fiscal, el retorno a los mercados internacionales y el apoyo de los organismos multilaterales, y los oscuros los veíamos en el arrastre de grandes brechas estructurales que tenía el país, brechas de ingreso, brechas territoriales, brechas de género”, dice Cubero.
Básicamente una Costa Rica que crecía desigualmente.
Actividad económica asimétrica
La actividad económica sufrió un duro golpe durante la pandemia seguido de un efecto rebote en el 2021 que se ha ido aplanando con el tiempo. Antes de la entrada del virus el crecimiento interanual del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) era de poco menos del 2%, tres años después, el país ha logrado duplicar esa tasa.
Sin embargo, estos resultados positivos también tienen un defecto y es que se ha tratado de un crecimiento desigual. “Una huella importante que ha tenido la pandemia es que ha exacerbado esa dinámica asimétrica entre las zonas francas y el resto del país”, dice Cubero.
El régimen especial de zonas francas creció en un 22,9% a enero del 2023, mientras que el régimen definitivo (el comercio más tradicional) lo ha hecho solo en un 1,1%. Si bien ya existía una brecha entre ambos regímenes en 2019, la distancia que los separaba era menor: 12,7% contra 0,6%.
Empleo golpeado
La destrucción de puestos de trabajo es otra de las cicatrices que el país todavía acarrea de la pandemia. Si bien la tasa de desempleo está por debajo de la que se tenía en diciembre del 2019, sigue en niveles superiores al 10%.
“Muchas personas que quedaron desempleadas no están logrando reinsertarse al mercado laboral y algunos de ellos ni siquiera lo están intentando. Lo que hemos visto es una caída importante de la tasa de participación en el mercado laboral”, dice Cubero.
Esto es palpable al mirar que actualmente tenemos niveles de desempleo y subempleo mejores a los del 2019, pero una tasa de ocupación más baja.
“Hay puestos que desaparecieron y no volvieron porque todavía no alcanzamos los niveles de ocupación de antes de la pandemia”, agrega Robalino.
Turismo todavía en recuperación
El sector turismo fue el que más sufrió la paralización de la pandemia con los aeropuertos a mínimo funcionamiento y las personas confinadas en sus casas. Ya con esas restricciones en el pasado, la realidad es que el sector todavía está un poco por detrás de los niveles prepandémicos.
En el último trimestre del 2019 hubo 167.423 personas empleadas en actividades asociadas al turismo, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Para ese mismo periodo del 2022, el número decreció en poco más de un millar de personas a 166.107.
Ese rezago en la recuperación del sector también se puede observar en la cantidad de divisas que se han generado por concepto de turismo: en 2019 el dato llegó a $3.980,1 millones mientras que en 2022 disminuyó a $3.131,3 millones.
Mejores resultados fiscales
A pesar de que en 2022 la relación de la deuda pública como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) fue mayor que en el 2019 (63,8% contra 56,1%), el país actualmente goza de una mejor perspectiva fiscal en comparación con la que se tenía en la prepandemia.
De hecho, en 2022 fue la primera vez en 13 años que el país cerró sus finanzas públicas con un superávit primario (2,1%), es decir, con ingresos mayores a sus gastos, pero sin la inclusión del pago de intereses. El déficit fiscal (cuando ya se toma en cuenta el pago de intereses), si bien sigue presente (2,5%), fue el menor desde el 2009.
Además, los ingresos totales del Gobierno Central aumentaron de ¢5.362,98 billones a ¢7.341,17 billones entre el 2019 y el 2022 de la mano de la mayor cobertura de impuestos que trajo la reforma fiscal.
“El proceso de recuperación ha sido bastante acelerado en términos de finanzas públicas, han aumentaron sustancialmente los ingresos, pero también el gasto se ha reducido como porcentaje del PIB”, dice Robalino. Sin embargo, el director del IICE teme que los recortes presupuestarios tengan una factura en el futuro debido a la menor oportunidad de financiar programas de ayuda social.
El PIB del país ha registrado un crecimiento mayor en 2022 al que tuvo en 2019: 4,3% contra 2,4%.
Mayor inflación
En materia de precios Costa Rica venía de un periodo poco habitual de baja inflación. La variación interanual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue de solo un 1,52% en diciembre del 2019, incluso por debajo de la meta del Banco Central de ±1 punto porcentual (p. p.) alrededor del 3%.
Sin embargo, este ya no es el caso. Costa Rica lleva alrededor de un año luchando contra una inflación que alcanzó el doble dígito durante un cuatrimestre entero en el 2022 y que lleva 13 meses por encima de la meta.
Cubero y Robalino consideran este fenómeno inflacionario como una consecuencia indirecta de la pandemia sobre la economía costarricense y mundial.
“Conforme salimos de nuestras casas los niveles de consumo saltaron en el 2021 y eso tuvo repercusiones sobre los precios porque la oferta no fue capaz de responder a ese aumento en la demanda tan rápidamente y eso significó aumentos importantes en los precios”, explica Robalino.
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“La combinación de las restricciones de oferta y los efectos de demanda por los estímulos monetarios y fiscales en las economías avanzadas hizo que la inflación comenzará a dispararse en la segunda mitad del 2021 y en el 2022 tuvimos tasas que alcanzaron máximos históricos en una gran cantidad de países”, agrega Cubero.
A marzo del 2023, la inflación todavía sigue por encima de la meta del 3%, no obstante ya se han acumulado siete meses seguidos en los que los precios se desaceleran y se espera que el país toque el rango de tolerancia durante el último trimestre del 2023.
Tasas de interés más altas
El comportamiento de las tasas durante este periodo es tambien un reflejo de los cambios inflacionarios. Su comparación es llamativa porque si bien hubo una diferencia de 6,25 p.p entre cómo cerró la Tasa de Política Monetaria (TPM) el 2019 con respecto al 2022, las diferencias en las tasas de referencia del mercado no fueron así de grandes.
Por ejemplo, la Tasa Básica Pasiva (TBP), la cual suele usarse como referencia para las operaciones crediticias en colones, aumentó solo 0,6 p. p. La Tasa Efectiva en Dólares (TED), su contraparte para la divisa, lo hizo en 0,45 p. p.
No obstante, otras tasas sí han sufrido aumentos importantes. La Tasa Activa Negociada en colones, la cual es un promedio ponderado de los tipos de interés pactados durante un determinado lapso por bancos, cooperativas, mutuales y financieras, pasó de 7,86% en diciembre del 2019 a 12,43% para el mismo mes del 2022.
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Ya el Banco Central realizó el pasado mes de marzo su primera reducción de 0,5 p. p. en la TPM, por lo que se espera que, de continuar los mejores resultados inflacionarios, el techo de las tasas de interés ya haya quedado atrás.
Morosidad relativamente estable
A primera vista, el país parece no haber sufrido un impacto importante por la pandemia en materia de morosidad. En los intermediarios supervisados por la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) la mora mayor a 90 días y en cobro judicial como porcentaje de la cartera directa fue menor en diciembre del 2022 en comparación con la del 2019: 2,12% contra 2,42%.
Aquí hay que tomar en cuenta que el Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero (Conassif) tomó una serie de medidas, principalmente a través de una flexibilización normativa, con el fin de que los deudores sufrieran menos los impactos de la pandemia.
En los 21 meses que duraron las flexibilizaciones, alrededor de un 90% de la cartera fue modificada entre una y tres veces por medio de prórrogas, reestructuraciones o refinanciamientos. Esto generó el temor de que, una vez terminado el periodo de excepciones, la morosidad aumentara durante el 2022.
Aunque el indicador de mora no muestra un deterioro —al contrario, parece haber una mejora— la realidad es que se trata de un dato bueno, pero medianamente engañoso. El crecimiento de la cartera de préstamos y la liquidación de créditos que no se pudieron cobrar durante el 2022 podrían haber diluido en algún grado el verdadero nivel de morosidad.
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Además estos datos incluyen únicamente al sector supervisado por la Sugef, es decir, bancos, cooperativas, financieras o mutuales. Sobre el resto de prestamistas se desconocen las cifras oficiales.
Aún así, algunos estudios de terceros han encontrado indicios de que la mora en el sector no supervisado ha subido. Por ejemplo, el Informe de Deuda Morosa que realiza el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) junto a Equifax recopiló un aumento del 14,80% en el monto de morosidad promedio por persona del sector no supervisado entre el primer semestre del 2019 y del 2022.