En junio de 2023 la inflación costarricense cayó en números negativos: -1,04%. Esto es indudablemente positivo, no necesariamente porque caer por debajo del 0% sea algo bueno, sino porque es señal de que el país está por domar su problema inflacionario, incluso más rápido que las grandes potencias de occidente.
Le explicamos cómo llegamos a este punto y por qué puede que todavía sienta que los precios siguen altos.
Inflación negativa
Una inflación por debajo del 0% significa que el nivel que alcanzó ese mes el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue menor al que tuvo 12 meses atrás, en junio del 2022.
Hasta la fecha, Costa Rica es el único país de la OCDE con este fenómeno; la inflación promedio de esta organización es del 6,5%, la de Estados Unidos de un 3% y la de la eurozona un 5,5%.
Sin embargo, que continúe en una senda negativa no es algo que quiera el Banco Central (BCCR). El objetivo del ente emisor es que la inflación suba al rango de tolerancia: ±1 punto porcentual alrededor de la meta del 3%. A este punto se llegará, según prevé el BCCR, a inicios del 2024. Es decir, si todo sale como planeado, la inflación debería detener su caída para luego estabilizarse aproximadamente a un 3%.
De momento, las expectativas de inflación a doce meses—tanto por encuestas como por mercado— están alineadas con esa meta del Central.
Razones de la caída
A grandes rasgos, hay tres motores que han propiciado un control de la inflación más acelerado que en el resto de las economías:
Materias primas: los precios de Costa Rica, al ser un país pequeño y abierto, se ven altamente influenciados por el tamaño de la factura importadora. En ese sentido, nos hemos visto beneficiados por una caída en los precios extranjeros. Después de importantes aumentos en 2021 y parte del 2022, el Índice de Precios Internacionales de las Materias Primas Importadas se moderó en el último año, apaciguando las presiones inflacionarias externas.
Tipo de cambio: si ya dijimos que los precios internacionales afectan la inflación costarricense, naturalmente el valor de la moneda con la que se pagan esas importaciones también tiene un efecto sobre los precios del país. Desde que el tipo de cambio alcanzó su techo alrededor de los ¢700 en junio del 2022, la cotización del dólar se ha reducido en aproximadamente un 20%.
Política restrictiva: a nivel interno, el Banco Central subió agresivamente su Tasa de Política Monetaria (TPM) para controlar las presiones inflacionarias de demanda. De inicios de diciembre de 2021 a octubre de 2022, la TPM se elevó de 0,75% a 9%. Este ajuste anticipó tanto en tiempo como en magnitud al que han hecho otras economías como la estadounidense y la Unión Europea.
El aumento de tasas suele ser el remedio por excelencia que tienen los banqueros centrales para combatir la inflación. Las mejoras en las perspectivas inflacionarias ya permitieron al Central reducir su TPM en dos ocasiones (aunque sigue en niveles restrictivos).
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Precios siguen elevados
Si siente que los precios siguen altos a pesar de que la inflación está por debajo del 0%, no está solo. La inflación es un indicador que suele medirse en términos interanuales, sin embargo, cuando un país logra apaciguar el aumento de precios después de un año de encarecimiento, suele ocurrir lo que se conoce como un efecto base.
Esto se da porque se compara un punto en el tiempo donde la inflación interanual estaba muy alta (junio de 2022, en este caso) contra uno donde los precios ya se enfriaron (junio de 2023). No obstante, si movemos ese punto de anclaje tan solo unos cuantos meses hacia atrás, por ejemplo, a enero de 2022, veremos cómo hoy los precios siguen elevados en comparación a cómo inició ese año.
Este fenómeno es más fácilmente apreciable cuando se mira la inflación a través del nivel del IPC en lugar de su variación porcentual, como en el siguiente gráfico:
Además, que la inflación interanual sea negativa no significa estrictamente que todos los precios bajaron universalmente. El IPC contiene una canasta de bienes y servicios, algunos suben, otros bajan, y no todos tienen el mismo peso en la ponderación del índice. Por ejemplo, el repollo subió un 18% en comparación con el mes pasado, mientras que el tomate bajó 17%. Si en junio usted tuvo que comprar repollo y no tomate, probablemente sintió el encarecimiento.
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Otro elemento que podría hacerle sentir que la vida sigue cara es que, durante este periodo de aumento de precios, los salarios no han crecido al mismo ritmo que la inflación. De hecho hasta el mes de abril se cortó una seguidilla en la que los salarios reales cayeron a números negativos.
De cierta forma, que los salarios no crecieron a ritmos altos también ayudó a que la inflación no se descontrolara por más tiempo. Un crecimiento acelerado de los salarios habría agregado más presiones en la demanda de bienes y servicios y, por ende, más presiones hacia el alza de los precios.