El consumo está lejos de dar señales de dinamismo y, más bien, algunos indicadores, como la recaudación de impuestos, el crédito y la actividad económica enaltecen las dudas sobre cuándo repuntará.
Hace un año las expectativas apuntaban a que el consumo aceleraría el paso tras la aprobación de la reforma fiscal, la cual se aprobó en diciembre. Esto no ha ocurrido, y tampoco hay muestras contundentes de una pronta recuperación.
La dinámica es lenta y el crecimiento económico se mantiene en niveles bajos.
¿Qué explica este comportamiento? El país arrastra algunos elementos que calaron fuerte en consumidores y empresarios, y generaron incertidumbre. La huelga y la reforma fiscal fueron los dos principales. Además, las altas tasas de interés, la pérdida de competitividad, los trámites lentos y los altos costos de operación que aqueja el sector empresarial.
La sola aprobación de la reforma bastó para que el consumidor dejara de percibir que el país entraría en una crisis inminente, pero fue insuficiente para reducir su cautela.
En adelante, la previsión de que la economía (la producción y el empleo) mejorará parece sombría.
Señales de un consumo aún deprimido
De entrada, pensar en un mayor consumo parece difícil cuando la economía no calienta.
La actividad económica muestra una tendencia a la desaceleración desde hace cuatro años. A febrero del 2019, el ritmo de crecimiento fue de apenas 1,74 % (mucho menor al 5 % visto en julio del 2015).
Es un crecimiento muy bajo que limita la creación de empleos y la mejora en las condiciones de vida de la población, afirmó la economista Roxana Morales, quien además es coordinadora del Observatorio Económico y Social de la Universidad Nacional.
Otro gran indicio de la dinámica del consumo es el norte que siga el sector comercial, el cual además tiene un gran peso para la producción y la generación de empleo.
Esta actividad viene de picada desde la mitad del 2016 y sigue sin levantar.
Al finar el lápiz dentro del sector comercial, los resultados son distantes entre las actividades. Mientras vehículos mantiene una aguda caída, los aparatos eléctricos y del hogar aceleran el paso y los alimentos mantienen un ritmo estable.
“Aquellos (sectores) relacionados con compra de activos de larga duración (casas, vehículos, electrodomésticos, etc.) son los que más se han visto afectados hasta ahora. En el tanto el ambiente no mejore, seguirán deprimidos”, afirmó el economista Luis Mesalles.
No muy lejos del sector comercio, el resto de actividades económicas evidencia crecimientos menores a los vistos hace un año.
Todo este panorama, a su vez, explica en parte una menor generación de empleo. La tasa de desempleo llegó a 12 % al término del año pasado.
Otra pista de la dinámica del consumo, y de la economía, es el dinamismo del crédito otorgado por el sistema financiero.
El saldo de los préstamos al sector privado mantiene un mismo ritmo de crecimiento desde hace un año, inclusive un tanto menor.
El crédito para consumo también está desacelerado. Crecía a cifras de dos dígitos en 2017, pero a diciembre del 2018 repuntó solo 6,7 %.
Las tasas de interés explican mucho del dinamismo de los préstamos. Aunque recientemente Hacienda dejó de presionar al mercado por intereses más altos, las tasas se mantienen altas y adquirir una deuda se convierte en una decisión menos atractiva.
Llama la atención que al mismo tiempo que bajó el ritmo de crecimiento, también ganó peso como porción del Producto Interno Bruto (PIB), pasó de 31,9 % en enero del 2017 a 32,9 % al cierre del año pasado.
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Si el crédito crece menos, por lo general la economía sigue la misma dinámica, y como los préstamos para consumo también se han desacelerado, es difícil prever un mejoramiento en este sector en los próximos meses, afirmó Morales.
La confianza del consumidor, por su lado, subió levemente en febrero pero sigue baja al igual que la de los empresarios.
Una señal más de la falta de ritmo del consumo se percibe en la recaudación de impuestos en el mercado interno.
Si el Ministerio de Hacienda percibe más recursos producto de estos impuestos es una muestra de que los consumidores están más activos.
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Lo cierto es que la epidemia de los resultados poco alentadores también golpeó al Gobierno.
Las entradas de dinero por concepto de los impuestos de consumo están en la senda negativa.
La caída percibida a marzo es inclusive más aguda que la registrada al mismo mes, pero después de la crisis del 2008.
La explicación está en el mercado interno, cuya recaudación de impuestos se contrae mucho más que la del segmento externo.
Esto llama la atención porque una buena parte de los ingresos del Gobierno crece más en 2019.
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Entre tanto, los últimos datos disponibles sobre el consumo final de los hogares corresponden al último trimestre del 2018, momento en el que la desaceleración persistía. La tendencia a la baja persistió a lo largo de todo el año.
¿Cómo puede mejorar este panorama? Una mayor generación de empleo, sumado a un mayor ingreso disponible, y una reducción de las tasas de interés inyectarían incentivos a los consumidores para activar sus compras.
La agenda de reactivación económica apuesta por esto, pero falta tiempo para ver sus resultados.
Además, la entrada en vigor de la reforma fiscal está pronta a llegar (julio 2019) y los impuestos tienden a provocar que los hogares bajen el nivel de consumo real, lo mismo ocurre con las inversiones de las empresas, afirmó Morales.
Las expectativas no están claras, pero hasta ahora lo que se puede percibir es que será más que complejo que la economía se active este 2019.