La economía estadounidense se contrajo en el primer semestre del 2022 y las alarmas de recesión se prendieron.
Algunos medios de comunicación ya han calificado a la potencia mundial bajo una “recesión técnica”. Sin embargo, para el presidente Joe Biden, el Tesoro y la Reserva Federal el país todavía tiene indicadores lo suficientemente positivos como para rechazar esa calificación.
¿Cómo se define, entonces, una recesión? El argumento de quienes ya consideran que Estados Unidos cayó en una se ampara en una de sus definiciones teóricas: dos trimestres consecutivos en los que la variación interanual del Producto Interno Bruto (PIB) cae a números negativos. Esta tesis se popularizó a partir de 1974 por medio de un artículo de Julius Shiskin para The New York Times. “Si bien esta definición es simplista, ha funcionado bastante bien en el pasado”, escribió para entonces Shiskin.
Bajo este lente, se podría decir que Estados Unidos está en una recesión: en el primer trimestre el PIB se contrajo 1,6% y en el segundo un 0,9%, según las cifras interanuales publicadas por el departamento de Comercio el pasado 28 de julio.
No obstante, para otros expertos esta definición podría resultar demasiado escueta. “La idea de dos trimestres consecutivos con el PIB negativo es tal vez una consideración más teórica, pero no la definición más amplia de recesión”, dice Douglas Montero, economista y asesor financiero internacional.
En Estados Unidos hay una entidad que se encarga de dictaminar si el país está o no en recesión y su nombre es el Buró Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés). Precisamente en su artículo de 1974, Shiskin señalaba la poca transparencia detrás de la definición de la NBER sobre cuándo se podía diagnosticar una recesión.
A la fecha, este buró tiene en su página web una explicación sobre qué se entiende por este fenómeno: “la definición tradicional de recesión de la NBER es una disminución significativa en la actividad económica que se extiende por toda la economía y que dura más de unos pocos meses”.
“Si usted lo ve no habla de ningún trimestre, sino que habla de una contracción amplia en la economía que tiene que darse en todos los sectores”, dice Montero.
Esta conceptualización abre el espectro de grises y es allí donde más factores, además del decrecimiento en el PIB, entran en la fórmula de qué es una recesión. La NBER habla de tres criterios a la hora de hacer un diagnóstico: “profundidad, difusión y duración”, pero explica que, aunque cada una de estas características debe cumplirse individualmente hasta cierto punto, las condiciones extremas reveladas por un criterio pueden compensar parcialmente las indicaciones más débiles de otro.
Para ejemplificar estas excepciones, el buró pone como ejemplo la recesión de 2020, la más corta de su historia con tan solo dos meses. Según la institución, la caída en febrero de dicho año en la actividad había sido tan grande y tan ampliamente difundida en toda la economía que debía ser clasificada como una recesión aunque fuera por un periodo así de breve.
Montero explica que el buró, además de fijarse en el crecimiento o decrecimiento del PIB, suele considerar los indicadores de empleo, ingreso personal y producción —tanto de servicios como la manufacturera, según los índices del Institute for Supply Management (ISM)— a la hora de dictaminar si se está en una recesión o no. Salvo el del PIB, Estados Unidos mantiene números positivos en cada una de estas categorías, por el momento.
El mercado laboral suele ser el principal argumento de defensa de Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), cuando se le cuestiona por la sombra de la recesión. Actualmente, en el país nortemaricano se generan un promedio de 450.000 nuevos puestos de trabajo por mes, adicionalmente el desempleo se encuentra en sus números más bajos de los últimos 50 años en 3,6%. Este no es un comportamiento típico de un país en recesión, donde, en cambio, el mercado laboral suele debilitarse ante un bajón en el consumo.
Según Juan Robalino, director del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica, el problema que tiene tratar de definir si un país está en recesión es que es una labor que inevitablemente se hace a posteriori. “Es difícil identificar una recesión al principio de ella porque no todas las actividades económicas caen simultáneamente”, dice.
“Esa es una de las críticas, es como ser el referí un lunes, cuando el partido ya pasó”, agrega Montero.
Para el investigador del IICE, la discusión alrededor de la posible recesión estadounidense va más allá sobre cuál definición usar y se posiciona sobre si en los próximos meses el empleo se contraerá o si más bien la producción dejará de caer debido a las condiciones positivas del mercado laboral.
De momento, Montero no cree que se declare a Estados Unidos en recesión bajo los conceptos que utiliza la NBER, pese a cumplir con la definición más simplista de los trimestres consecutivos con el PIB negativo. “Sería poco profesional de parte del Buró declarar una recesión con un crecimiento en el consumo y un empleo súper fuerte”, dice el economista.
Para ambos expertos, la tarea de precisar un veredicto sobre la definición de recesión va más allá de una cuestión semántica y radica en el tratamiento que debe recibir una economía que entra en esta dolencia.
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“Es importante saber si un país entra o no en recesión porque la política económica debe cambiar en una situación o en otra. Por ejemplo, si hay una recesión la política fiscal debería ser expansiva (aumentar el gasto o reducir los impuestos) para reducir los efectos negativos sobre la economía y el bienestar de los hogares. Si no hay recesión, sería mejor aprovechar para mejorar la situación fiscal que quedó sumamente afectada por la pandemia”, dice Robalino.