Cuando una potencia como Estados Unidos enfrenta dificultades, es común que las grietas se expandan hacia las economías subyacentes. El pasado mes de junio, el país norteamericano registró la inflación anualizada más alta de los últimos 40 años —9,1%— , y aunque las presiones inflacionarias se han convertido en un fenómeno generalizado de la postpandemia, es difícil negar las consecuencias directas que podría tener el encarecimiento particular de Estados Unidos en Costa Rica.
Muchas de las secuelas no tienen que ver solo con el aumento en el precio de los bienes que produzca Estados Unidos, país al que Costa Rica más le importa mercancía, sino con cómo los norteamericanos combaten esa inflación a través de la subida de sus tasas de interés.
Presión en el tipo de cambio
Para Vidal Villalobos, asesor económico de Grupo Prival, en épocas de incertidumbre el factor miedo encarece el tipo de cambio y en un escenario global donde hasta las grandes potencias sufren, es difícil que los mercados y las personas no se pongan ansiosas. “Cuando hay temor el mundo entero sale a refugiarse en una moneda fuerte: el dólar”, explica Villalobos.
A este elemento lo impulsa otra presión importante: el crecimiento de las tasas de interés. Para combatir la inflación, la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) subió sus tasas, movimiento que tiene objetivo controlar el gasto y así aflojar la presión inflacionaria, sin embargo también incentiva el ahorro en dólares, provocando que los inversionistas prefieran invertir en instrumentos estadounidenses que les den más seguridad y mejores rendimientos. Esto saca dólares de mercados emergentes y los lleva fuera de sus fronteras en una movida que devalúa la moneda local al aumentar la demanda de divisas en el mercado cambiario.
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Una forma de ilustrar esa salida de dólares en Costa Rica es viendo la internacionalización de las inversiones de las operadoras de pensiones: solo la colocación en el extranjero del portafolio del Régimen Obligatorio de Pensión Complementaria (ROP) creció un 282% entre marzo de 2020 y mayo de 2022.
“Un montón de dólares se van para Estados Unidos y ahí es donde viene en parte la devaluación”, explica Juan Robalino, director del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica.
Golpe a los importadores
Los importadores costarricenses pierden por dos sentidos: primero porque la misma inflación estadounidense hace que los productos provenientes de allí sean cada vez más caros y segundo, por el tipo de cambio.
Durante este 2022, el colón llegó a perder hasta un 7,4% de su valor con respecto al dólar. Es decir, solo por efecto cambiario, la capacidad de pago de los importadores costarricenses se vio debilitada un 7,4%.
Si a este comerciante le sale cada vez más costoso traer la mercancía, llega un punto donde ese aumento se traslada a los precios finales que pagan los consumidores costarricenses, colaborando con la creciente inflación del país, la cual para junio de 2022 registró un aumento interanual del 10.06%, el más alto desde 2009.
En 2021, Costa Rica compró de Estados Unidos un 41,17% del total de sus importaciones.
Riesgo para los exportadores
Aunque un tipo de cambio más alto como consecuencia, entre otros factores, de la inflación estadounidense haría que los exportadores tengan mayores ganancias al convertir sus pagos en dólares a la moneda nacional, esta “ventaja” podría venir acompañada de efectos secundarios indeseados.
El problema radica en que para combatir la inflación, la FED ajusta hacia arriba su tasa de interés para apaciguar la demanda —el gasto— y de esta manera desinflar los precios. Esto significa que el consumidor promedio estadounidense va a ver reducida su capacidad de compra por inflación y el incremento de las tasas, especialmente si tiene créditos, y esto podría desincentivar la compra de los productos que tradicionalmente Costa Rica le exporta, como la piña y el banano.
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Al no ser bienes indispensables, explica Villalobos, es posible que sean recortados por las familias norteamericanas de su lista de compras si la situación empeora.
Según datos de Procomer, Estados Unidos es el país al que Costa Rica más le exporta. De hecho, en 2021 un 42,76% de los bienes vendidos fuera del país fueron adquiridos por el gigante norteamericano.
Una reducción en las exportaciones a Estados Unidos podría afectar el encadenamiento nacional: menos trabajos y menos dólares circulando en el mercado.
Préstamos más caros
Al combatir la inflación a través de aumentos en las tasas de interés, quienes posean créditos en dólares con tasas variables verán cómo sus cuotas se engordan cada vez más. Estos préstamos suelen usar como referencia la tasa Prime Rate y la SOFR, ambas influidas por las decisiones de la FED.
El pasado 15 de junio, la Reserva estadounidense subió sus tasas 0,75 puntos porcentuales, el aumento más alto desde 1994, para fijar el porcentaje en un rango entre 1,50% y 1,75%. Adicionalmente se cree que para final de año estas cifras podrían cerrar entre 3,25% y 3,50%.
En el país, para mayo de 2022, habían 807.545 deudores con operaciones crediticias en dólares, según datos de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef). De ese total, 792.601 obtienen sus ingresos en colones. Este tipo de deudores se ven afectados tanto por el endurecimiento de las tasas como por el tipo de cambio hacia el alza.
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Además, como Estados Unidos ejerce una especie de referencia mundial, se genera un mayor sentido de urgencia en el resto del mundo para subir sus tasas, especialmente en países como el nuestro que buscan mantener los niveles de inflación similares a los de sus socios comerciales. A fin de cuentas, la FED es una institución nacional que, directa o indirectamente, fija la política monetaria de todo el mundo.
En el caso de Costa Rica, el Banco Central empezó en 2022 un proceso de ajuste hacia el alza en la Tasa de Política Monetaria y la Tasa Básica Pasiva, encareciendo los créditos en colones.
Cautela psicológica
Para Villalobos, no se puede soslayar el componente psicológico de ver las potencias mundiales con problemas inflacionarios. “Consumidores y empresarios son finalmente personas emocionales, y aunque la macroeconomía nos habla de los equilibrios de la oferta y la demanda, en el fondo los precios se van a ver influenciados por dos de los más importantes sentimientos humanos: la confianza y el miedo. En momentos como este la gente se llena de miedo y de precaución, entonces el consumidor dice: ‘mejor dejo esto para luego’ y el inversor dice: ‘no es momento de invertir’ y finalmente nos termina pegando por una cuestión psicológica”, dice el asesor.
Además, el fantasma de una posible recesión empavorece a un mercado que ya ha visto lo que ha sucedido históricamente cada vez que Estados Unidos combate altos niveles de inflación. “Hay una discusión interesante, hay gente que dice que cuando la FED ha tenido que intervenir para bajar los precios en una forma tan fuerte como lo está haciendo ahora, las economías han caído siempre en recesión después y ese es un poco el miedo. En mi opinión, no está tan claro que vuelva a suceder lo mismo porque este es un fenómeno que viene de la pandemia, entonces no se sabe qué va a pasar, lo que sí está claro es que la demanda de los hogares se va a reducir”, concluye Robalino.