En el último año, el tipo de cambio registró dos hitos: su precio histórico más alto y su caída más pronunciada. Podrán parecer registros opuestos a primera vista, pero en realidad están más conectados de lo que parece.
El 26 junio del 2022, el precio del dólar tocó su techo de ¢696 como promedio en el Mercado de Monedas Extranjeras (Monex, donde se transa la divisa) y en las ventanillas de los bancos superó los ¢700. Casi un año después, en la primera semana de junio del presente 2023, ese precio cayó hasta alrededor de los ¢540.
Nunca en la historia reciente —desde que en Costa Rica funciona el Monex; 2006— la cotización de la divisa había disminuido tantos colones en un solo año.
Además, según cálculos del Banco Central de Costa Rica (BCCR), desde que se adoptó el actual régimen cambiario a inicios del 2015, el tipo de cambio nunca había sido tan volátil como lo fue en los pasados meses de febrero y marzo.
Las consecuencias de estos cambios no estuvieron solo en el papel, sino que tuvieron efectos sobre la economía costarricense. Por un lado, un dólar más barato ha ayudado a enfriar la inflación, pero por otro también ha afectado a los sectores más dolarizados como el exportador y el turístico, dos motores de la economía costarricense, los cuales reclaman haber perdido competitividad con la apreciación de la moneda local y han advertido con que la baja destruirá cientos de empleos.
Incluso con la caída de este 2023 crecieron los reclamos y las opiniones de especialistas sobre lo que estaba sucediendo, algo usual cuando el valor del dólar se mueve vertiginosamente. Los grupos más dolarizados acusaron al BCCR de ser asimétrico a la hora de lidiar con la baja en el dólar en comparación con su subida. No obstante, algunos expertos consideran que es natural que el comportamiento sea supuestamente dispar.
Más recientemente, con la estabilización cercana a los ¢540, los ánimos se calmaron un poco, pero prevalece la expectativa de que la divisa subirá de precio.
¿Cómo es que a estos dos hitos solo los separan poco menos de 12 meses? ¿Cuáles consecuencias tiene? ¿Cuál ha sido el rol del Banco Central en todo esto? ¿Y qué podemos esperar en lo que queda del 2023? Le explicamos.
¿Cómo llegamos a ¢700?
Primero comencemos con cómo llegamos al primer hito, ya que en cierta forma uno explica al otro.
El gran detonante del alza se dio en 2020 con el inicio de la pandemia. La paralización de la actividad económica cerró el grifo de dólares que entraban en el país, haciendo más pequeña la piscina de divisas disponibles en Costa Rica.
Sumado a esto, el apetito por los dólares subió. En una época de crisis, los inversionistas suelen refugiarse en la moneda más fuerte y, evidentemente, el colón no sació esas necesidades. No solo porque ya de facto es una circulante más débil en comparación con el dólar, sino porque la coyuntura económica la empequeñeció aún más.
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Para atenuar los impactos de la recesión de la pandemia, el Banco Central asumió una política monetaria expansiva. Es decir, bajó las tasas de interés —incluso a suelos históricos— para que la economía no se ahogara.
Esto tuvo un efecto secundario en el mercado cambiario: tasas locales más bajas se tradujeron en menores premios por invertir en colones y, por ende, en más inversionistas que desearon convertir sus colones en dólares, divisa que daba mejores rendimientos.
El ejemplo perfecto de este fenómeno fueron las operadoras de pensiones, las cuales pasaron de tener un 14% de su portafolio invertido en el extranjero a un 32% en tan solo dos años.
Estas presiones alcistas se exacerbaron en 2022 con la invasión de Rusia a Ucrania y el consecuente encarecimiento de las materias primas importadas, en especial los combustibles y los alimentos. Estos bienes se compran normalmente en dólares, así que si estaban más caros, más colones había que convertir en divisas para pagar las facturas.
Básicamente había una mayor demanda de dólares en un contexto de poca oferta, la receta perfecta para que el precio suba. Lo único que le faltaba era un empujoncito de pánico. El presidente de la República, Rodrigo Chaves, se encargó de darlo el 22 de mayo del 2022, en un discurso en el que dijo que el Banco Central tenía pocas reservas.
Dada la coyuntura, el mensaje de Chaves pudo tener un efecto particularmente incendiario. Las reservas son la principal herramienta que tiene el Central para estabilizar un tipo de cambio que sube. Decir que estas son bajas podría interpretarse como que el precio del dólar seguirá subiendo y no habrá manera de frenarlo, causando una especie de pánico cambiario.
Al día siguiente, el BCCR contradijo al presidente y explicó que sus arcas tenían niveles adecuados; prácticamente un mes después, el tipo de cambio tocó su techo histórico.
¿Cómo empezó a caer?
Después de rozar los ¢700, los choques que habían presionado la cotización de la divisa comenzaron a revertirse paulatinamente a partir de julio.
Con la pandemia en el retrovisor, el ingreso de divisas volvió a subir gracias a la recuperación del turismo. En el ámbito internacional, los precios de las materias primas empezaron a bajar, ayudando a atenuar la demanda por divisas.
A esto se le suma que la política monetaria cambió en un periodo sumamente corto de una expansiva a una restrictiva para combatir la inflación. Las tasas de interés en colones se dispararon, transformando al debilitado colón en una opción incluso más atractiva que los dólares para invertir en corto plazo.
Además, el crecimiento de la inversión extranjera directa en ciertos sectores dinámicos como los de servicios en zonas francas tuvo un impacto importante sobre la oferta de divisas en el país.
De repente, los dólares que en los años anteriores escasearon, empezaron a abundar. Ese exceso de divisas es fácilmente observable en el superávit de las ventanillas de los bancos. Entre enero y mayo de 2022, el superávit fue de $1.085 millones, mientras que en ese mismo periodo del 2023 fue de $3.271 millones.
Es decir, el público cambió en mayor medida sus dólares por colones. Este exceso en la diferencia entre las compras y ventas en ventanillas termina cayendo al Monex y esto, a su vez, ayuda a que las presiones hacia la baja en el precio del dólar sean más fuertes.
A grandes rasgos, todo lo que hizo que el tipo de cambio subiera a los ¢700, dio un giro de 180° en menos de doce meses.
La caída más grande
Entre el 26 de junio del 2022 y el 7 de junio del presente año, el precio del dólar se redujo en ¢153. Una caída de esa magnitud en un año nunca había sucedido desde que Costa Rica eligió el Monex como la plataforma para transar los dólares en noviembre del 2006. O bien desde que en el país funcionan el régimen de flotación administrada y antes el de la banda cambiaria.
Curiosamente, el único bajonazo cambiario que se le acerca a este sucedió en 2009, otra época convulsa de crisis internacional. Para el cierre de agosto del 2009, el tipo de cambio se tasó en ¢593, un año después pasó a valer ¢514.
En ese entonces el Banco Central tenía la banda cambiaria como régimen en el mercado de divisas.
¿Qué impacto tuvo en el país?
Esta caída generó una serie de ganadores y perdedores. Entre los ganadores estamos, de alguna manera, todos. Esto se debe a que la caída en el tipo de cambio ayudó a bajar la inflación (un año atrás, en cambio, la ayudó a subir cuando este precio se encontraba alto).
¿Cuánto de la baja en la inflación es atribuirle a la disminución del dólar? Eso es difícil de responder a ciencia cierta, pero José Luis Arce, director de la firma FCS Capital, considera que es un porcentaje alto.
Quienes tienen deudas en dólares pero reciben sus ingresos en colones también son grandes ganadores de este periodo de apreciación de la moneda nacional, incluido el Gobierno.
“El Gobierno tiene alrededor de un 40% de todas sus deudas denominadas en dólares, y al apreciarse el tipo cambio se reduce el costo del servicio de esa deuda, tanto en el pago de intereses como en el pago de principal”, dice Rodrigo Cubero, expresidente del Banco Central.
Por otro lado, los perdedores son los que tienen sus ingresos en dólares y sus gastos en colones. ¿Quiénes están ahí? Dos de los sectores que más mueven la economía costarricense: los exportadores y el turismo.
Estos grupos vieron cómo en cuestión de doce meses sus ingresos cayeron alrededor de un 22% solo por efecto cambiario.
Aquí hay que tomar en cuenta que aunque estos pudieron haberse visto beneficiados cuando el dólar estuvo alto un año atrás, algunos de ellos no pudieron sacar provecho de la coyuntura. El turismo, por ejemplo, estuvo mermado por la pandemia y el sector agrícola se vio afectado por el incremento en los precios internacionales de materias primas como fertilizantes, pesticidas y combustibles.
¿Las consecuencias fueron más beneficiosas que dañinas? Para Cubero es difícil ponderar hacia dónde se inclina la balanza, sin embargo, sí considera que lo que se ganó en el corto plazo se podría perder en el largo si el precio de la divisa no se estabiliza.
“Muchas de las personas (hoy beneficiadas) podrían perder sus trabajos si estos sectores dinámicos y que son generadores importantes de empleo se ven obligados a cerrar operaciones o reducir el número de personal. Y hay otro factor que preocupa también y es que si Costa Rica se mantiene con el tipo cambio apreciado por mucho tiempo, eso reduce los incentivos para la inversión extranjera directa, no solo en la atracción del turismo, sino en que también nos encarece como destino de inversiones”, considera el expresidente del BCCR.
¿Qué hizo el Banco Central en el último año?
Los grupos más dolarizados, especialmente a través de las cámaras productivas, le han reclamado al Banco Central que no actúa con la misma contundencia cuando el tipo de cambio sube que cuando baja. Esta queja se basa, en alguna medida, en la asimetría en las acciones. Un ejemplo es la conferencia de prensa que dio el BCCR en junio del 2022 en comparación con la que convocó en enero del 2023.
En la primera, cuando el dólar iba hacia arriba, el Central anunció una serie de ajustes relacionados, directa o indirectamente, con el mercado cambiario. Entre ellos estaba una modificación en el horario del Monex, un préstamo para incrementar sus reservas y la emisión de instrumentos financieros en moneda extranjera para atenuar la salida de dólares fuera del país.
Además de estos anuncios, la entidad también empezó a realizar una serie de operaciones de estabilización por más de $100 millones para apaciguar unas expectativas que estaban disparando el tipo de cambio hacia el alza.
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En la conferencia de enero, cuando el precio del dólar estaba cayendo, no se anunciaron medidas especiales. En cambio, el Banco Central explicó que los motivos que estaban propiciando la apreciación del colón estaban fundamentados en razones financieras reales —abundancia de dólares— y, por ende, no ameritaba de una intervención por estabilización.
Hay que recordar que el Banco Central solo puede intervenir en el mercado cambiario para reponer sus reservas, para suplir las necesidades del sector público no bancario y para evitar cambios abruptos, siempre bajo la premisa de que no debe influir en la tendencia a largo plazo.
Ante la queja sobre la asimetría entre el comportamiento del Central en ambos extremos del espectro, Róger Madrigal, presidente del BCCR, se defiende con los datos. Desde que el precio del dólar empezó a bajar en julio del 2022, el Central ha aumentado de manera importante la cantidad de divisas que compra en el mercado cambiario. Cuanto más compra, más presión a la baja le resta al precio. Es decir, sin esa intensificación en la compra de dólares el tipo de cambio habría caído aún más.
¿Cuánto más ha comprado? En el primer semestre del 2022 sus compras en el Monex alcanzaron los $1.250 millones, mientras que solo entre enero y mayo del 2023 ese dato subió a $3.105 millones.
También se reclama que pudo haber comprado aún más, sin embargo, eso le podría haber generado un problema inflacionario debido a que cada dólar que compra se traduce en más colones que emite al mercado. En momentos de alta inflación el objetivo del Central es recoger la liquidez, no emitirla.
Además, para Arce, si el Central intervenía muy fuertemente para evitar la caída en el precio del dólar habría impedido que la reversión de los choques que originalmente habían subido el tipo de cambio —y también el costo de la vida— devolvieran naturalmente la inflación hacia niveles más cercanos a la meta.
En ese sentido, el director de FCS Capital compara al BCCR con un malabarista que tiene muchas pelotas en el aire —inflación, dólar, reservas, etc.—: si le presta demasiada atención a una, el resto se le puede caer.
Aún así, el hecho de que pueda existir una asimetría entre cómo se comporta el Central cuando el precio sube y cómo lo hace cuando baja es, para Arce, en cierta forma algo normal. Cubero también coincide con ese fenómeno.
Esto se debe a que la herramienta que tiene el banquero central para controlar una subida son sus reservas y estas son finitas. “Cuando el tipo de cambio va hacia arriba, los mercados temen que al Banco Central se le acabe la munición para defenderlo, eso no ocurre en la otra dirección”, explicó Cubero en una entrevista con El Financiero a principios de mayo.
Esto se da porque cuando el tipo de cambio baja tiende a reducir la inflación, algo que a los bancos centrales, en general, les gusta, dice Cubero. También porque cuando el precio del dólar cae lo que se puede hacer para detenerlo es la compra de reservas, la cual no tiene, en teoría, un techo.
“Uno puede seguir comprando reservas, a diferencia de la venta de reservas, que tiene un piso. A los bancos centrales les gusta tener baja inflación y muchas reservas y les disgusta tener alta inflación y muy bajas reservas”, agregó Cubero en dicha entrevista.
Sin embargo, aunque la compra no tenga un techo, sí tiene un costo: la emisión monetaria en exceso podría causarle inflación, considera Arce.
Madrigal, por su parte, dice que lo único en que se fija el Banco Central, ya sea cuando el precio del dólar sube o baja, es que dichos movimientos respondan a fuerzas reales dentro de la economía del momento. Es decir, que no se trate de una jugada especulativa por parte de los agentes cambiarios.
Una mejor comunicación
Aún así, el mismo Madrigal admite que pudo haber hecho un mejor trabajo a la hora de comunicar cómo el Banco Central se ha comportado en el último año. Tanto Arce como Cubero coinciden con esta reflexión del presidente del BCCR.
“Me parece que el Banco Central pudo haber sido un poco más claro en la comunicación de sus acciones para mitigar las presiones hacia la apreciación que han sido inusualmente fuertes”, considera Cubero.
“Debió haber enfatizado más el hecho de que esto era un proceso que había empezado en 2020 y que una parte de la baja en el tipo de cambio tenía que ver con la reversión de esos choques que sufrimos antes. Creo que eso hubiera ayudado a la gente a entender mejor lo que estaba pasando, me parece también que hasta muy tarde empezó a hacer mucho más insistente en mostrarle a la gente que estaba interviniendo mucho (por medio de compras)”, agrega Arce.
Sin embargo, en líneas generales, los dos economistas consideran que el Banco Central actuó de manera correcta durante esta tormenta cambiaria.
¿Qué se puede esperar en lo que resta del 2023?
Si bien no se puede —o no sería responsable— predecir en cuál valor se va colocar el precio del dólar con exactitud, hay ciertos elementos presentes en la economía actual que podrían indicarnos que el tipo de cambio debería dejar de caer de forma tan abrupta. Es decir, no es realista pensar que en el próximo año vuelva a bajar ¢150. De hecho, ya en mayo el precio del dólar se mantuvo relativamente estable alrededor de los ¢540.
Por su parte, Madrigal dice que durante este 2023 han regresado ciertos elementos de estacionalidad al mercado cambiario (la pandemia había alterado este ciclo) y, si en la teoría se mantienen, lo lógico sería que durante los próximos meses, por lo menos hasta octubre, la mayoría de presiones que se manifiesten sean hacia el alza.
Cubero considera que es posible que prevalezcan las presiones hacia la depreciación del colón. Esto lo fundamenta en que las tasas de interés en moneda nacional deberían continuar hacia la baja, lo cual le resta el premio a invertir en colones. Además la oferta de deuda interna debiera de ser más baja, causando que grandes inversores institucionales como las operadoras de pensiones miren hacia afuera del país para diversificar su portafolio.
Por su parte, Arce coincide en que lo más previsible es que el precio del dólar empiece a subir. Sin embargo, no espera que sea un ajuste muy pronunciado debido a que en el mercado prevalecerá una abundancia de dólares —menor a la que tuvimos en la primera mitad del año, pero abundancia, a fin de cuentas— que podría mantener el tipo de cambio por debajo de los ¢600.
Las expectativas que el Banco Central mide por medio del mercado y las encuestas también apuntan hacia un aumento en el precio del dólar en los próximos 12 meses, específicamente de un 6,3% y 3,83%, respectivamente.