Si está buscando un préstamo para vehículo o vivienda a tasa fija, puede que el abanico de opciones le decepcione un poco al no ser particularmente extenso. El Financiero consultó con algunos de los bancos con mayor cartera crediticia y no encontró una opción de crédito de vivienda que tuviera un tipo de interés fijado durante la totalidad de la operación. En vehículos, en cambio, sí se encontró un par de opciones, algunas muy específicas, como las que se dan para vehículos eléctricos.
Eso sí, la mayoría de entidades consultadas cuentan con créditos que tienen un periodo de intereses fijos que, al cabo de un tiempo, se convierten en una tasa variable. Estos periodos de fijación van desde un año hasta los ocho años, dependiendo del intermediario.
En vehículos, el BAC tiene una modalidad en la que todo el crédito se pacta a una tasa fija (entre 8% y 8,25%), pero solo aplica para vehículos que sean eléctricos o híbridos. Scotiabank, por su parte, ofrece una tasa fija desde que va desde 5,75% a 8,25%, según el plazo del crédito, pero únicamente para las operaciones en dólares.
En vivienda y moneda nacional, la opción con un plazo fijo más extenso es la del Banco de Costa Rica (BCR), la cual fija la tasa a 11,15% por ocho años. Después de ese periodo pasa a ser un crédito variable referenciado a la Tasa Básica Pasiva (TBP) más una diferencia de 5,10 puntos porcentuales con garantía hipotecaria.
Hay otra alternativa del BCR que está bajo las mismas condiciones, salvo una ligera reducción en la tasa fija (11,05%), sin embargo en esta opción no se obtiene mediante una hipoteca sino por un fideicomiso.
Scotiabank ofrece un periodo de hasta cinco años con una cuota fija de interés del 8,75% en dólares, después se vuelve una variable atada a la Prime Rate. Si desea que la operación sea en colones, este beneficio baja a solo dos años y la tasa sube a 9,50%.
A continuación, le presentamos dos tablas con algunas de las opciones que nos compartieron los bancos, la mayoría en esta modalidad mixta:
Tasa fija, una rareza
En líneas generales, salvo el caso de Estados Unidos —donde en 2022 un 85% de las hipotecas a 30 años fueron a un tipo fijo—, los créditos a largo plazo con tasa fija son una rareza en un mercado como el costarricense.
A setiembre del 2022, un 83% del total de la cartera crediticia costarricense estaba en tasa variable o semifija.
En Costa Rica lo habitual es tener un periodo de tasa fijo, normalmente alrededor de los dos o tres años, y después asumir una tasa variable que está atada a una tasa de referencia, más un componente llamado “spread” o diferencia, que es un margen adicional de puntos porcentuales que se añade al índice de referencia.
La referencia más común a la que suelen atarse los créditos de tasa variable es la TBP, la cuál calcula el Banco Central de Costa Rica con respecto a las tasas de ahorro que ofrecen los intermediarios financieros. Según datos de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef), para junio del 2023 habían 698.663 operaciones crediticias ligadas a esta tasa.
La otra guía que se utiliza para los colones es la Tasa de Referencia Interbancaria (TRI) en sus diferentes plazos.
En el caso de las operaciones en moneda extranjera, suelen ser tres las referencias a las que se atan los créditos: la Prime Rate, la SOFR y la TRI en dólares. La tasa Libor, la cual por muchos años fue una de las más comunes, se descontinuó a partir de julio del presente 2023.
¿Tasa fija o tasa variable?
Es una pregunta que siempre se contestará con el odioso “depende”. Cada una de estas opciones tiene sus pros y sus contras y el deudor tendrá que analizar cuál valora más según su caso particular.
El atractivo de una tasa fija está en que el deudor tiene certeza de cómo se van a comportar sus cuotas, ya que siempre pagará el mismo porcentaje de intereses, independientemente de cómo se muevan el resto de tasas del mercado al ritmo de la política monetaria que dicte el Banco Central. En síntesis, brinda una sensación de seguridad que no tiene su contraparte.
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Pero esa estabilidad viene con un precio: si las tasas del mercado bajan, su tasa seguirá siendo la misma. Es decir, podría pagar más que la mayoría de deudores, dependiendo de cuál política monetaria tome el Central. Además, cuanto más tiempo esté fijada la tasa, más alta suele ser. Esto sucede porque el banco busca proteger su inversión de hipotéticos aumentos en el resto de tasas del mercado, a los cuales está renunciando por negociar un tipo de interés fijo con el cliente.
Por otro lado, una tasa variable permite disfrutar de los períodos de tasas bajas, pero también pone a sudar a los deudores cuando la política monetaria se vuelve restrictiva. El ejemplo perfecto de estos dos extremos los vivimos entre 2020 y 2023.
Cuando inició la pandemia, el Banco Central bajó tasas a suelos históricos. La TBP, por ejemplo, cayó hasta 2,90% hacia finales del 2021 y quienes tenían operaciones con tasas variables sintieron cómo esas mensualidades se aliviaron. Sin embargo, para el 2022 y 2023, cuando llegó la inflación y el Central tuvo que subir las tasas, la TBP escaló más del doble hasta un máximo de 6,71%. Estos son los altibajos que tienen que soportar los deudores que toman —o que por falta de alternativas se ven obligados a tomar— un crédito en tasa variable.