El dólar lleva un último año prolífico. Desde que inició el 2022 hasta el 25 de agosto, su valor se ha incrementado un 13%, según el índice DXY, el cuál mide el peso de la divisa norteamericana en relación a una canasta de otras monedas como el euro, el yen japonés y la libra esterlina.
Este fenómeno se da en un contexto mundial de incertidumbre, donde una posible recesión toca las puertas de las grandes economías y las tasas de interés —incluyendo las de la Reserva Federal Estadounidense (Fed)— suben para ponerle hielo a una inflación rampante.
En medio de esta nebulosa, el dólar se alza como el activo refugio y los inversores abandonan sus monedas locales en busca de instrumentos en billete verde. No hay que ir muy lejos para ver este comportamiento, las mismas operadoras de pensiones costarricenses —las grandes inversoras que tiene este país— han volteado sus ojos hacia el extranjero. Entre marzo de 2020 y junio del 2022, el porcentaje de la cartera del Régimen Obligatorio de Pensión Complementaria (ROP) que se invertía fuera del país creció un 252,74%. En ese mismo lapso, la dolarización del portafolio del ROP se duplicó en búsqueda de mejores rendimientos lejos de los colones.
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El fortalecimiento del dólar, sin embargo, no es necesariamente una buena noticia para los mercados emergentes —como el de Costa Rica—, quienes suelen sufrir cuando el dólar se fortalece más aceleradamente.
El mismo director global de Macroeconomía del Banco Mundial, Marcello Estevão, señaló los riesgos para las economías menos desarrolladas que conlleva un dólar más fuerte en un artículo para la entidad internacional. El directivo enumeró tres pilares donde podría haber afección: el comercio, la deuda y el crecimiento.
Aunque en los meses de julio y agosto, el colón se apreció, Costa Rica, como mercado emergente, no se ha escapado de las consecuencias de un dólar más fuerte en un 2022 donde el alza en el tipo de cambio ha sido la tendencia.
Inflación por medio del comercio internacional
Uno de los sectores más influenciados por el precio de la divisa es el comercio, más específicamente el comercio exterior. Al predominar el dólar como el activo base para las transacciones internacionales, las empresas que negocian fuera de las fronteras de su país normalmente deben utilizarlo al contar con una moneda local débil.
Para los importadores, un tipo de cambio más alto significa un menor poder adquisitivo. Adicionalmente, si la factura importadora les salió más alta por efecto cambiario, el comerciante podría incrementar los precios de venta dentro del país para compensar; ese encarecimiento sube los índices de inflación.
Este fenómeno afecta más a países como Costa Rica, el cual depende en gran medida de la importación de materias primas.
No todo es malo: los países con un fuerte músculo exportador pueden encontrar ciertos beneficios por medio de un tipo de cambio más alto al recibir una paga cada vez mayor al convertir la divisa a la moneda local. Sin embargo, los mercados emergentes suelen depender en gran medida de la importación para poder producir, de todas formas.
Una deuda más costosa
Los países menos desarrollados normalmente no tienen muchas opciones para contraer préstamos internacionales en su propia moneda con las condiciones deseadas, pues los prestamistas temen asumir un riesgo cambiario por un activo inestable. Este fenómeno deja al dólar como la moneda por excelencia a la hora de acudir por financiamiento.
Sin embargo, aunque sea más seguro para el acreedor, no siempre lo es para el deudor, el cual se compromete a pagar independientemente de cuánto fluctúe el tipo de cambio. Esto significa que, cuanto más fuerte se vuelve el dólar —como lo está haciendo este 2022— los reembolsos se vuelven mucho más onerosos por efecto cambiario.
Daños al crecimiento
Un dólar más fuerte normalmente viene acompañado de un aumento en las tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y esto le genera al resto de economías el dilema de cuánto ajustar sus tasas locales.
Si no las suben, sus monedas pierden competitividad y ningún inversionista nacional o internacional encontraría incentivos para invertir en ellos cuando hay instrumentos en dólares que dan una mejor rentabilidad en una divisa más segura. Esta fue una de las razones que impulsó el éxodo de las inversiones del ROP hacia afuera del país y, como efecto secundario, contribuyó en la depreciación de la moneda local: durante dos años el premio de invertir en colones fue negativo.
Sin embargo, el precio por hacer las inversiones más atractivas podría pagarlo el crecimiento del país. Al subir sus tasas, el Banco Central reduce la liquidez del mercado y encarece los créditos internos. Esto podría atenuar el crecimiento al desincentivar el gasto.
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Desde marzo de 2022, la FED ha subido el techo de sus tasas en 2,25 puntos porcentuales de 0,25% a 2,50%. Además, anunció que vendrán más aumentos en lo que resta del año. Costa Rica, por su parte, ha respondido con aumentos más agresivos en su Tasa de Política Monetaria (TPM), la cual se traslada a las demás tasas pasivas y activas del mercado. Desde que inició el 2022, la TPM se ha quintuplicado: pasó de 0,25% a 7,50% para el 30 de agosto.
Estos aumentos ponen hielo sobre el crecimiento en un contexto mundial donde la desaceleración de la economía es la tendencia.