La propuesta debe ser vista con ciertos cuidados y recelos. La venta de activos o instituciones estatales en medio de una delicada situación fiscal y de una desaceleración económica podría desencadenar complejas negociaciones entre el Gobierno –interesado en obtener la mejor renta posible– y los clientes, dipuestos a exigir ciertas condiciones y benificiones jurídicos adicionales.
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El Estado costarricense ahora tiene dos bancos. En nuestra opinión, debería quedarse con el Nacional y vender el de Costa Rica. Este es un buen banco con una amplia base de depositantes, pero en los últimos años su gobierno corporativo ha sido tan deficiente que dio paso al escándalo del “cementazo”. Sería mejor venderlo ahora y evitar la suerte de sus dos hermanos menores.
Vendamos el Banco de Costa Rica y usemos esos fondos para construir un tren eléctrico (aproximadamente $800 millones) y la autopista San José-San Ramón (unos $600 millones).