La realidad es que los hombres y las mujeres usan la infraestructura (de transporte, energía, recurso hídrico y sanitaria, y tecnológica) de forma diferente. En consecuencia, sus necesidades deben ser distinguidas en la formulación de las políticas públicas sobre infraestructura y en el diseño de los proyectos respectivos. Lo que es bueno para los hombres, no necesariamente es bueno para las mujeres.