No se trata de contar con una Asamblea Legislativa cuyos 57 legisladores nos hagan evocar con sus discursos a los oradores de la Antigua Grecia, como Sócrates, Pericles o Demóstenes, pero tampoco que frustren, entristezcan o irriten a los ciudadanos con alocuciones muy por debajo del nivel de debate que requiere el desarrollo de Costa Rica.