Los cambios de negocio son parte de las perspectivas de las personas emprendedoras.
Una variación en el mercado, una crisis generalizada (como la pandemia) o el descubrimiento de un mejor horizonte pueden impulsar a una persona a hacer modificaciones e incluso a cambiar de giro de negocios e iniciar una nueva empresa.
Sergio Lizano fundó Ramen Ya! en 2019 y abrió un restaurante en Escazú y otro en Curridabat, después de concluir su maestría en Londres. Aceptó una oferta atractiva y los vendió.
Entonces, siguiendo su ímpetu emprendedor, se hizo cargo de un bar en La California, hasta que aprendió dos cosas.
Lo primero fue que hay negocios, como los bares, que tienen un corto ciclo. “Duran 10 años”, asegura Sergio. La saturación del sector es un factor que afecta.
En el país, entre 2023 y 2024 aumentaron de 5.008 a 5.436 los negocios registrados como patronos ante la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) en la categoría de restaurantes, bares y cantinas.
Lo segundo fue que lo que deseaba era apostar a uno que perdure por varias generaciones. Lo encontró: un licor natural basado en jengibre, piña y cúrcuma. Está pronto a realizar el lanzamiento comercial, pero antes tuvo que superar varios desafíos.

Receta casera
Cuando manejaba el bar en “La Cali”, Sergio descubrió que había una oportunidad en la industria de licores local: ninguna de las marcas nacionales lograba trascender.
Él lo achaca al monopolio de la Fábrica Nacional de Licores (Fanal) y la tramitología que requiere producir y comercializar un producto de este tipo.
En Costa Rica en 2024 se registraron 14 empresas ante la CCSS en la categoría de destilación, rectificación y mezcla de bebidas alcohólicas y producción de alcohol etílico a partir de sustancias fermentadas. Un año antes eran 15.
Sergio empezó en su casa a realizar pruebas con ingredientes naturales como la piña, el jengibre, la cúrcuma, hierbas y especies. Sin colorantes ni preservantes. Lo hacía en forma totalmente artesanal. Buscó quién lo probara.
En el bar no podía, pues requería cumplir con los permisos respectivos. Además, apenas estaba desarrollando la receta. Le entregó pruebas a algunas personas conocidas. Les gustó. Decidió dedicarse de lleno al nuevo producto. Solo que requería un socio.
Para Sergio era indispensable resolver quién le proveería los insumos y quién maquilaría la bebida. Lo ideal, en el segundo caso, es que fuera una empresa fabricante y embotelladora. Una primera opción se presentó pronto.
A un empresario en la industria de bebidas le interesó, pero tenía múltiples compromisos y le comunicó después que no podría seguir. Sergio encontró otra opción.
Había buscado empresas que se encargaran de proveer y de procesar la piña, el jengibre y la cúrcuma. Conoció a la empresa Pulpa Cañón, cuya planta se ubica en el Cañón de El Guarco, en Cartago. Había otra ventaja.
Pulpa Cañón tiene una finca en la zona sur que producía los insumos que él requería, en forma orgánica y siguiendo políticas de sostenibilidad ambiental. “Ellos estaban empezando la siembra de jengibre orgánico”, cuenta Sergio.
Les llevó unas pruebas y en Pulpa Cañón, encabezada por Luis Gómez, se enamoraron del proyecto. A principios de 2023 tomaron un acuerdo que haría avanzar el negocio.

Dos años
A partir de ese acuerdo se inició un proceso que implicó garantizar la producción inicial de los insumos para el lanzamiento en el mercado local, así como la construcción de una planta a la par de las actuales instalaciones de Pulpa Cañón para la fabricación.
En forma simultánea se iniciaron los trámites para los permisos que tardaron dos años. Fue el principal escollo. Lo demás iba avanzando.
La planta construida se enfoca en realizar la fabricación de la bebida con una capacidad para 1.000 botellas diarias. Ahí se cuenta con 10 colaboradores.
La botella, con el diseño elegido, proviene de Italia. Al mismo tiempo se definieron aspectos claves de la comercialización del producto.
El primer aspecto clave a definir fue la propuesta de valor. “La idea es posicionar este licor natural en todo el territorio nacional y promocionarlo como el nuevo shot de Costa Rica”, explica Sergio.
Un shot es una pequeña cantidad de bebida alcohólica que se sirve en un vaso pequeño y se consume de un solo trago, como es habitual en el consumo de tequila o de guaro. Con el jengibre se le daría el efecto de “fuego”.
Segundo, derivado de lo anterior, la marca. Fire por ese efecto de fuego. Para darle una identificación local, que sea fácilmente recordado por el consumidor costarricense, se incorpora la imagen del mono cariblanco (de ahí Monkey) y el color amarillo, en ambos casos similiares a los que se usan en el billete de ¢5.000.
Tercero, el mercado al que va dirigido. Con los elementos de identidad gráfica y la propuesta de valor, la comercialización se enfocará en el mercado hotelero y turístico, así como en bares de fiesta local.
El producto ya se vende en el Hotel Marriott, pensando en el primer segmento, y en los bares Santo Pecado, para el segundo segmento.
Otro aspecto de la comercialilzación que se determinó fue el precio. Sergio indicó que la botella costará ¢15.000. Esto también le permitiría la comercialización en cadenas de supermercados locales.
A Fire Monkey se incorporó, además, la esposa de Sergio como gerente de mercadeo, Fabiola Artavia.
Se piensa desde ya en la venta de Fire Monkey en el exterior, especialmente en Asia donde hay un alto consumo y gusto por el jengibre.
Allá se impulsaría, además, como un producto exótico. Es un paso que implicaría ampliar la cantidad de proveedores de los insumos.
“La idea es llegar a ser el primer licor de exportación de Costa Rica”, dice Sergio.
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