“No hay que dejar de soñar”, dijo Diana Molina, propietaria del restaurante D’Balú, en La Fortuna de San Carlos. “Si no, no se hace nada”.
Así lo hizo Diana durante años, aprendiendo en sus trabajos y de un primer negocio que tuvo en Ciudad Quesada.
Las enseñanzas ahora las pone en práctica. El primero: contar con una socia. Y eligió a su madre, Marlene Chaves.
Ambas comparten su gusto por la gastronomía y la idea de ofrecer una propuesta innovadora, un sitio cálido, familiar y lleno de sabor, con platos elaborados a partir de ingredientes frescos, saludables y nutritivos adquiridos a productores de la zona. El aprendizaje inició temprano.
Diana empezó a trabajar en La Fortuna a los 17 años. Acababa de llegar de Estados Unidos y en Costa Rica se dificultó que le reconocieran los estudios de primaria y secundaria que cumplió allá.
Su padre Eduardo Molina trabajó manejando camiones y en Estados Unidos como soldador para empresas en varios estados. Marlene también obtuvo empleos en los departamentos administrativos de firmas de construcción.
Cuando regresaron a Costa Rica, Eduardo se dedicó a un negocio de vagonetas y actualmente a la finca.
Marlene, que trabajaba en el hogar, empezó a hacerse ebanista, fabricando sus propios muebles y los que le pedían amistades y familiares.
Más adelante, Diana le pidió que le hiciera una coqueta, un mueble de dormitorio con gabetas para ordenar y guardar la ropa, así como tener los cosméticos a disposición.
Diana se cansó de los trámites y los peros para que le reconocieran sus estudios. Casi que tenía que reiniciar la primaria donde la había dejado aquí cuando su familia se fue a vivir a EE. UU. El inglés le facilitó ingresar a trabajar en empresas turísticas de La Fortuna.
Cada día debía tomar hasta tres buses para viajar desde su casa en San Juan de Platanar, una localidad de San Carlos, hasta La Fortuna. En algún momento decidió trasladarse completamente. Empezó como recepcionista. Luego en alimentos y bebidas.
Trabajó en un tour operador y en reconocidos hoteles como The Springs, Magic Mountain y Nayara. Ahí aprendió de barismo y gestión de cafeterías, incluyendo las compras de café de especialidad. Hasta la pandemia.
Primer negocio, primeros aprendizajes
Como encargada de la cafetería recibía cursos de capacitación en barismo en escuelas especializadas en San José, así como en áreas de servicio y administración, entre otras. No solo eso.
Parte de sus funciones incluía visitar fincas y productores, beneficios y negocios especializados en café. “Terminé aprendiendo y apasionándome del mundo del café”, cuenta Diana.
Cuando llegó la pandemia, en marzo y abril de 2020, los hoteles despidieron a la mayoría del personal. Con la liquidación, Diana tomó una decisión: crearía su propio negocio. Una cafetería enfocada en café de especialidad.
La idea tuvo su germen en aquellas capacitaciones y seguía un impulso lógico: crear un negocio en un área en la cual se tiene conocimiento y pasión.
Diana fundó una cafetería en Ciudad Quesada en el segundo semestre del 2020, cuando ya la reactivación de los negocios estaba en marcha. La llamó Cafetería Bloom y se ubicó en un punto céntrico, muy cerca de los Tribunales de Justicia.
El local era parte de las instalaciones del Hotel Isabella, con variedad de comercios cerca, a una cuadra del parque, de la municipalidad, de varios bancos y las instalaciones del Instituto Nacional de Seguros.
Al inicio pensó en algo pequeño, pero el local era amplio. Instaló una cafetería-restaurante. Varios factores no ayudaron.
A Diana la volvieron a llamar para su trabajo en La Fortuna. Lo necesitaba. Ella quería implementar lo que se conoce como el monkey business: crear un emprendimiento, mantener un trabajo y tener solvencia.
La lejanía no ayudó. Tampoco que la economía apenas reiniciaba ni que el mercado de cafetería de especialidad en la zona apenas empezaba a desarrollarse. Diana aprendió otra lección de esa experiencia.
Ella quería cumplir los pagos con los proveedores lo más pronto posible, pero eso afectó el flujo de caja. Nada fue en vano.
A la vencida
Diana cerró la cafetería a mediados de 2021 y se dedicó a su trabajo en un hotel de La Fortuna. Ahí siguió su aprendizaje.
Cada día participa en las reuniones de los encargados de cada área para revisar los números, ver ajustes, definir proyectos. De todo eso aprendió continuamente.
La idea de emprender la mantuvo. Lo haría cuando se sintiera lista. Y la nueva oportunidad surgió de repente.
—¿Por qué no hace algo ahí?— le dijo un día Óscar Artavia, propietario de Canoa Aventura, un tour operador de la zona y dueño de un local frente al cementerio de Zeta 13, en la vía que va de La Fortuna a Tilarán.
Se pusieron de acuerdo. Oscar empezó a remodelar las instalaciones a mediados del 2023 para abrir con la temporada alta a final de ese año. Pero los trabajos, como suele ocurrir, se atrasaron.
La inauguración fue en enero del 2024. Todavía estaban a tiempo de aprovechar la afluencia de turistas.
Los datos del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) muestran que la afluencia de turistas siguió fuerte hasta mayo pasado, cuando finalizó la temporada alta. La cantidad de visitantes hasta la fecha es 8% mayor que la de enero a octubre de 2023. Ahora se espera que la temporada 2024-2025 sea fuerte.
Las ventas del restaurante vienen viento en popa. Los mismos grupos de turistas, que lleva la empresa de Óscar y de otros tour operadores, terminan en el restaurante. Diana tiene en cuenta lo que aprendió de su primer negocio.
Marlene, que hizo todo el mobiliario, dirige la operación, mientras Diana está en su trabajo. El propósito es asegurar el buen funcionamiento y desarrollar su empresa pensando en su futuro. “Nos unió más”, afirmó Diana. “Ella es un apoyo grandísimo para mí”.
La primera meta de sostener el negocio se logró y lo que viene es consolidarlo, lo que tardaría dos o tres años. La tarea es dar a conocer y posicionar el restaurante. “Queremos que sea reconocido”, dijo Diana. “El mercadeo es fundamental. Estamos ansiosas, esperando la temporada alta de este año”.
El mal clima en las semanas anteriores atrasó el inicio de la temporada. A principios de noviembre la actividad se movió, pero el cierre del aeropuerto de Liberia por las lluvias afectó la llegada de visitantes extranjeros a La Fortuna. En la última semana la afluencia de turistas se reinició.
Este es el momento clave para estabilizar el restaurante y luego empezar otros planes: otro restaurante en Guanacaste, una zona donde Diana ya trabajó en un hotel de lujo y de la que regresó pues ella prefiere vivir en La Fortuna.
“Guanacaste es muy atractivo para el turismo”, dijo Diana.
Datos vitales |
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Empresa: restaurante D’Balú. |
Fundación: enero de 2024. |
Fundadoras: Diana Molina y Marlene Chaves. |
Ubicación: La Fortuna de San Carlos, frente al cementerio de Zeta 13 (por la ruta a Tilarán). |
Colaboradores: 4 personas. |
Desayunos (tostadas francesas, un bowl de gallo pinto o un tartar de arroz con huevo), opciones saludables y nutritivas (pancakes de harina integral o muesli, una mezcla de yogurt de fresa y de yogurt natural, con avena, frutos rojos, banano, miel y mantequilla de maní). |
Almuerzos y cenas: entradas como papas bravas, chilli beans, ceviche y hummus, entre otros; platos principales con carnes de primer nivel, casado, arroz con pollo o pastas. |
Postres: pie del día, tres leches y brownie. |
Para las tardes: emparedados y hamburguesas para acompañar con café o un smoothie. |
Cócteles: negroni, moscow mule, mojito, margarita y otros. |
Precios: desde los ¢4.000 colones hasta ¢17.000; los platillos más fuertes se ubican entre ¢6.000 y ¢7.000. |
Recomendación emprendedora: “Emprender y seguir con el trabajo que se tenga, sacrificando tiempo, hasta lograr la estabilidad del negocio. Tener mucho orden y ser muy cuidadosos económicamente, obtener ayuda de otros profesionales e invertir en mercadeo, en contabilidad y en una buena administración, en manejo del inventario”. |
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