Más allá de la creciente tasa de desempleo, hay otro elemento importante que juega en la carrera por llenar los puestos vacantes en el mercado laboral.
Las personas consideradas “ocupadas” pero que por algún motivo buscan cambiar de trabajo compiten activamente, día con día, en contra de los desempleados para alcanzar ser contratados en un nuevo puesto.
En conjunto estos dos grupos forman lo que se conoce como “Tasa de presión general”. Se trata de un indicador que varía cada trimestre en el país, lo que mueve con él el mercado laboral.
Una presión constante
La tasa de presión general es el porcentaje que representan en conjunto la población desempleada y la ocupada que busca otro empleo, con respecto de la fuerza de trabajo.
En los últimos ocho años el indicador se ha movido entre el 15% y el 20% del total de las personas dentro de fuerza laboral. Es decir, casi un quinto de la población en Costa Rica está buscando trabajo de manera constante.
Los números correspondientes a datos históricos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), muestran diferencias importantes del indicador si se separan por zona o sexo.
Mientras hace 10 años la tasa en zonas rurales era mucho más alta, en los últimos trimestres de la medición tiende a empatarse con la urbana.
En el caso de las mujeres, los porcentajes son mucho mayores que en los hombres, un espejo de lo que sucede con la tasa de desempleo femenina, la más alta del país que cerró el 2018 en 14,9%.
Al cuarto trimestre del 2018, un 21,6% de las mujeres dentro de la fuerza de trabajo estaban buscando activamente un empleo. Es el número más alto que se registra en Costa Rica desde setiembre del 2014.
Si una persona no realizó una actividad concreta de búsqueda de empleo –envío de currículum, ferias de empleo, consultas directas– no entra en la presión general. Aunque diga que quiere trabajar o que busca cambiar, el porcentaje no se mueve si no hay una búsqueda activa.
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Este número es un indicador exacto de la oferta potencial de trabajadores que hay en el mercado. Y aunque no es el único componente de la tasa, el desempleo sí dicta hacia dónde se mueve. Cuanto más desempleados más se va a mover.
Aunque a nivel nacional las personas ocupadas que procuran cambiar de trabajo son un poco menos en comparación con los desempleados, son un sector que genera competencia muy fuerte.
La competencia por el puesto
Si el mercado laboral tuviera que responderle exclusivamente a las personas desempleadas es posible afirmar que la tasa de desempleo sería menor. Pero ese no es el caso.
Que una persona cambie de empleo no significa que esa plaza va a pasar a ser de alguien que antes no tenía trabajo. Ni siquiera es posible afirmar que vaya a seguir abierta. Otro elemento que explica lo cambiante del número.
Lo que sí pasa es que con una tasa de presión alta, la competencia por lograr colocarse en un puesto de trabajo es constante y cuando menos, complicada.
En esa competencia son los ocupados los que llevan la batuta, a pesar de ser menos.
Históricamente, el porcentaje de personas ocupadas que buscaban cambiar de trabajo experimentó picos importantes entre el 2011 y 2016, para después caer estrepitosamente.
En los últimos trimestres el número parece rehabilitarse de a poco. Más de un 50% de candidatos que actualmente buscan empleo y ya cuentan con uno, según Dahiana Arias, gerente país de ManpowerGroup Costa Rica
Sin embargo, el indicador aún no llega a sus montos máximos antiguos. Esto responde al riesgo laboral que se percibe en el país, de acuerdo con Hans Velásquez, de la reclutadora de talentos People Working.
De cada 10 personas ocupadas a las que se les ofrece una nueva posición, la mitad rechaza la oferta laboral, según datos de People Working. Esto contabilizando incluso empleados que están buscando activamente nuevo trabajo.
El miedo a que el cambio no resulte y en el proceso, quedarse sin trabajo es la respuesta principal que recibe la reclutadora en estos casos.
El riesgo percibido hace unos años en el país era mucho más bajo. Cambiar de trabajo era una opción sin tanta presión de por medio, según el reclutador. Esto coincide con los picos estadísticos en los que hasta un 10,7% del total de ocupados, buscaban trabajos mejores.
Sin embargo, el número al cierre del 2018 seguía siendo importante.
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Por una plaza de reclutamiento llegan de 100 a 600 solicitantes, según números de People Working. Esas solicitudes llenan el 90% de los reclutamientos de la empresa. El 10% restante es hunting o la práctica de robo de talentos entre compañías.
Es en ese 90% donde compiten los desocupados y los ocupados que buscan cambiar.
Cuando una persona que compite para un puesto no tiene trabajo, normalmente la investigación que se hace por parte de las empresas y reclutadores es más exhaustiva para entender por qué está desempleada, de acuerdo con Velásquez.
Además, los desempleados parten con una desventaja inicial fuerte. Sumado al hecho de estar sin trabajo, están en una condición de desigualdad salarial por la necesidad de conseguir empleo, según explica Lucía Centeno, jefa del área de empleabilidad de la Ulacit.
Mientras la persona con empleo tiene ciertos pluses que procurará mejorar, la desempleada se acoge casi siempre a la primera opción que le den porque debe adaptarse a lo que el mercado le ofrece. Incluso suelen pedir menos, según Velásquez.
Estar desempleado los pone en una posición de vulnerabilidad y de no poder negociar un salario justo para la posición de acuerdo con Centeno.
En caso de ser contratados normalmente son personas que van a seguir dentro de la tasa de presión. Por esto, para los reclutadores, la mejor opción no siempre es la más barata. Son personas que por insatisfacción salarial a los meses de estar contratados pueden cotizarse mejor e irse.
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Una de las repercusiones más significativas es que aumentan la cantidad de solicitudes no afines a las ofertas laborales, de acuerdo con Arias. Muchas personas que estaban desempleadas, usan los puestos como un trampolín y por ende continúan metiendo presión activamente a la tasa.
Los agentes de cambio
Ganar más sigue siendo la opción principal para que las personas busquen cambiar de un trabajo a otro. Esto lo corrobora María Luz Sanarrusia, investigadora del INEC y encargada de la ECE. Sin embargo, la razón es seguida de cerca por otros dos motivos: busca mejores condiciones laborales y busca un trabajo más estable.
Las mejores condiciones de vida escalan cada vez más rápido en la pirámide de agentes de cambio. En esto coinciden Centeno, Velásquez y Arias.
Vivir más cerca del trabajo, ceder en salario a cambio de horarios flexibles y principalmente la posibilidad de teletrabajo al menos un día a la semana son algunos de los requisitos fundamentales de los trabajadores dispuestos a cambiar.
Cuando en una compañía los esquemas de compensación y beneficios no son competitivos, son razones de peso para que la gente busque cambiar de trabajo, de acuerdo con Centeno
“En este momento la estabilidad pesa más que el salario”, señaló Velásquez.
El salario emocional entra en juego como un agente de cambio importante. La persona se quiere mover en muchos casos porque no está satisfecha con el trato que recibe, de acuerdo con Centeno.
También tiene mucho peso la sensación de estancamiento. Esto pesa muchísimo más cuando se trata de millennials.
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El desarrollo continuo de habilidades y competencias no es un plus sino una necesidad básica para el grupo de acuerdo con el estudio “Las carreras de los millennials: visión 2020”, realizado por Manpower.
Más allá de un alto puesto en las empresas, quieren mejorar su habilidades blandas y duras en pro de que siga existiendo trabajo para ellos.