Los agricultores plantaron una nueva clase de semilla en diez millones de hectáreas de campos de soya y algodón este año.
Desarrolladas por Monsanto, estas semillas, modificadas genéticamente para resistir un herbicida llamado dicamba, representan uno de los más importantes lanzamientos de producto en la historia de esa empresa.
Sin embargo, las semillas y el herbicida han hecho que algunos agricultores —muchos de ellos consumidores de Monsanto, que vende ambos— se pongan en contra de la empresa, además de que han alarmado a los reguladores.
Los agricultores que no han comprado las nuevas y costosas semillas, que comenzaron a aparecer en el 2016, se están uniendo a demandas que argumentan que sus cultivos se dañaron por dicamba que se coló en sus tierras.
Arkansas anunció una prohibición de 120 días del herbicida este verano, y está considerando prohibir su uso el año entrante después de mediados de abril. Missouri prohibió por un corto tiempo su venta en julio.
La Agencia de Protección Ambiental, que no ha sido precisamente enérgica durante la administración del presidente Donald Trump, también está sopesando qué medidas tomar.
“Soy fan de Monsanto. He comprado muchos de sus productos. No puedo hacerme a la idea de que pueda haber una especie de plan malvado para lanzar un producto defectuoso de manera intencional”, dijo Brad Williams, un agricultor de Missouri.
No obstante, está consternado tanto por el daño a sus cultivos de soya, que se encontraban en una amplia zona dañada por dicamba, como por el impacto incluso sobre los árboles en su propiedad. Dijo que las hojas estaban tan deformes que no se podían identificar las diferencias entre ellas.
Esta disputa se da en un momento en que la agricultura estadounidense se encuentra en una encrucijada.
Los cultivos genéticamente modificados se introdujeron a mediados de los años 90. Hicieron que fuera posible rociar herbicidas —sobre todo Roundup, de Monsanto— en las plantas después de que estas hubieran surgido de la tierra, desechando la maleza de los campos mientras dejaban intactos los cultivos.
Sin embargo, la maleza se está haciendo más resistente a Roundup, así que la industria está desarrollando semillas más tolerantes a otros herbicidas. A los ambientalistas y otros científicos especialistas en maleza les preocupa que hacer semillas resistentes a más herbicidas incremente el uso de pesticidas.
“Clientes satisfechos”
Monsanto y otra empresa, BASF, también han desarrollado un versión nueva y menos volátil de dicamba, que ha estado disponible desde hace décadas. DowDuPont, que tiene su propia semilla resistente a dicamba, está presentando cultivos resistentes al 2,4-D, otro herbicida antiguo.
Monsanto desafió formalmente la prohibición de Arkansas en días previos de este mes; insistió en que el 99 % de sus clientes están satisfechos. Planea duplicar el uso de sus nuevas semillas de soya resistentes a dicamba en 16 millones de hectáreas para el próximo año.
“Toma tiempo aprender las nuevas tecnologías”, dijo Scott Partridge, el vicepresidente de estrategia global de Monsanto. “Hasta ahora que hemos visto en el campo, en la gran mayoría, en más de tres cuartos, se debe a que no siguen las instrucciones en la etiqueta”.
Dicamba mata la maleza. Brent Schorfheide, un agricultor del sur de Illinois, dijo que ha sido sumamente efectivo en la que ya no respondía a Roundup.
“Limpió todo”, dijo. “Sin él, nuestros campos serían un desastre”. Pero algunos agricultores dicen que enfrentan una decisión difícil: o compran las nuevas semillas modificadas genéticamente, o corren el riesgo de que su soya se dañe más por el rociado de herbicidas realizado por un vecino que por la maleza misma.
“Si no compras Xtend, saldrás perjudicado”, dijo Michael Kemp, un agricultor de Missouri, usando el nombre comercial de las semillas de Monsanto.
Las hojas de sus plantas de soya se fruncieron y curvearon después de estar expuestas a dicamba, un problema conocido como copeo. El costo de esto no se conocerá sino hasta después de la cosecha. “Tendrás que comprar su producto porque sus químicos se están esparciendo por todas partes”, dijo, y añadió que sembrar cultivos no modificados se está haciendo imposible.
“La gente que está cultivando semillas sin modificación genética, lo cual yo hice durante un tiempo, va a quedar fuera, supongo”.
Una discusión fundamental se centra en cómo se causa el daño.
Monsanto habla de partículas que se esparcen por el viento cuando el producto se rocía de manera inadecuada o cuando se usan versiones no aprobadas de dicamba. Eso puede resolverse a través de capacitación y hacer cumplir las normas.
No obstante, según muchos agricultores y científicos especializados en maleza, hay otro problema igual de culpable, uno que plantea cuestionamientos sobre todo el programa del producto.
Puesto que los cultivos genéticamente modificados permiten que dicamba se rocíe más entrado el año, después de que las plantas emergen de la tierra, en climas más cálidos y húmedos, su compuesto químico es susceptible de lo que se conoce como “volatilidad”: puede convertirse en un gas y propagarse a todo lo que se encuentre cerca.
Aunque Monsanto y BASF modificaron las nuevas versiones del herbicida que están vendiendo, no han resuelto el problema por completo. Se está usando tanto dicamba que incluso un pequeño porcentaje esparcido puede causar un daño muy amplio.
Investigación en curso
Arkansas y Missouri señalaron que aún investigan las quejas. El Departamento de Agricultura de Missouri canalizó las preguntas sobre la extensión del daño a los cultivos a Kevin Bradley, un científico especializado en maleza, quien dijo que más de 1,2 millones de hectáreas han sido afectadas.
Mediante un correo electrónico, señaló que las partículas esparcidas por el viento durante el rociamiento “pueden haber sido la razón principal, pero no por mucho”, y añadió : “Creo que un porcentaje similar o quizá un poquito menor puede atribuirse a la volatilidad”.
En una declaración de la Agencia de Protección Ambiental se lee que: “Esta es todavía una investigación en curso y no podemos especular sobre cuáles pueden ser las causas del daño”.
Odessa Hines, portavoz de BASF, dijo: “Parece que no hay una causa única que explique toda la supuesta sintomatología. Creemos que es prematuro tomar decisiones definitivas”.
Monsanto ha atribuido la responsabilidad a los agricultores. En una carta enviada al gobernador de Arkansas la semana pasada, un importante ejecutivo de la empresa apuntó que los problemas son “todos rápidamente corregibles mediante mayor capacitación, educación y cumplimiento de las normas”. La empresa ya dio capacitación a cerca de 50.000 personas para que apliquen adecuadamente el herbicida.
“Podremos ser agricultores pueblerinos, pero no somos tontos”, dijo Kenneth Qualls, un agricultor de Arkansas que es querellante en una de las demandas.