La mejora de la competitividad del sector turístico nacional va ligada intrínsecamente a un enriquecimiento del modelo de responsabilidad social y de sostenibilidad ambiental de las empresas que agrupa el sector.
A la fecha, las empresas turísticas pueden optar por dos tipos de certificaciones que persiguen ese objetivo. Ambas son emitidas y supervisadas por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
El proceso hacia la Declaratoria Turística es el primer procedimiento voluntario al que una compañía puede aspirar desde 1979.
Alberto López, director del ICT, fue enfático en que el estatus de la declaratoria pretende garantizarle al extranjero y al nacional la calidad del servicio turístico que la compañía ofrece.
En las empresas gastronómicas, uno de los siete tipos de establecimientos que puede optar por la categorización, se evalúan características del inmueble como limpieza y capacidad del estacionamiento. Además, se evalúa la presentación interna del lugar, mobiliario, mantelería, elementos decorativos e iluminación, entre otros aspectos.
Para este 2014, el ICT estima en 1.222 empresas en operación con declaratoria turística.
“Es muy común que toda nueva empresa del sector cuente con esta declaratoria. Las empresas buscan diferenciarse y brindar un valor agregado”, añadió López.
El segundo producto hace referencia a la Certificación de Sostenibilidad Turística (CST).
Este es un elemento complementario pero excluyente de la declaratoria. Persigue categorizar y diferenciar a las empresas turísticas de acuerdo con el grado en que su operación se acerque a un modelo de sostenibilidad, en cuanto al manejo de los recursos naturales, culturales y sociales.
Es considerado un proceso mucho más complejo y que requiere una revisión exahustiva de los procesos cada dos años, por lo que su número se limita a 321 empresas con CST durante este año.
Pese a ello, ese número se ha mantenido al alza desde el 2010.
De acuerdo con el Plan Nacional de Desarrollo, la actual administración pretende aumentar en 50% la cantidad de empresas que obtienen el CST; hasta alcanzar las 500 firmas certificadas al 2018.
La necesidad de actualizar los criterios de evaluación y revisar los costos operativos para alcanzar los certificados, son dos de los factores que podrían limitar su crecimiento.
“Hay hoteles que le deben a la CCSS y tienen certificación, eso no puede pasar. Es muy mezquino decir que no funcionan, pero hay que hacer una reingeniería para que sigan teniendo ese papel fundamental”, afirmó Pablo Abarca, director de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur).
Consecuencias positivas
El Hotel Villa Blanca, ubicado en San Ramón, tiene ocho años de haber obtenido el máximo reconocimiento de sostenibilidad (nivel 5).
La necesidad de atraer nuevos inquilinos y fortalecer la visión de la compañía los llevó a convertirse en un establecimiento 100% amigable con la naturaleza.
Karol Villalobos, encargada de sostenibilidad del hotel, aseguró que no tienen contabilizado cuántos de sus huéspedes los eligen por ser ecoamigables, pero fue enfática en que ese criterio sí pesa en la decisión de por lo menos la mitad de sus visitantes.
En Villa Blanca trabajan desde la separación de los desechos, biojardineras, hasta la contratación casi exclusiva de proveedores solo de la zona.
“Ser verde dejó de ser una moda. La CST abrió paso para iniciar también un proceso de certificación de nuestra gastronomía y hasta para la obtención de la marca país Esencial Costa Rica”, comentó Villalobos.
De acuerdo con datos del Instituto, y basados en un estudio realizado por el Departamento de Sostenibilidad Turística, de 65 hoteles y 29 touroperadores certificados, más del 50% de las compañías presentaron una disminución en el consumo de agua y energía.
Para López, los efectos van más allá; hasta permiten que las empresas sean visibilizadas como formales y sean elegidas e invitadas a participar en ferias internacionales, para establecer nuevos contactos comerciales.
Por mejorar
El tema del costo operativo para alcanzar las certificaciones sigue siendo el punto negro entre las compañías.
Fressia Mesén, propietaria de Discovery Travel Costa Rica, agencia touroperadora reconocida con las cinco hojas del CST, ejemplificó en el pago de una consultoría mensual por un periodo de un año y la necesidad de utilizar productos amigables con el ambiente, como detalles que inflan la factura del negocio en aras de la certificación.
“Es una contradicción que siendo un país que se considera verde, los procesos sean bastante honerosos”, agregó Mesén.
Para el ICT, el camino hacia la sostenibilidad va ligado a los requerimientos propios de la ley. “Una planta de tratamiento para grandes hoteles, por ejemplo, es necesaria para que puedan operar en regla, el Ministerio de Salud lo solicita. Es claro que cuanto mayor sea el tamaño de la empresa, mayor la inversión”, comentó el director del Instituto.
Pero la conclusión es al unísono: la inversión para alcanzar las normas trae beneficios directos y compensa al largo plazo los sacrificios económicos.