Solo tres de cada 10 estudiantes que se graduaron en 2020 se titularon en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).
La proporción se mantiene de manera casi idéntica en los últimos años, incluso con la disminución de graduados que provocó la pandemia de COVID-19 en 2020.
La graduación en estos campos no aumenta, a pesar de una dinámica de mercado laboral que augura una mayor generación de empleo en los próximos años dentro de estas áreas.
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Según el director de la División de Planificación Interuniversitaria del Consejo Nacional de Rectores (Conare), Olman Madrigal, esta dinámica trasciende la labor de las universidades para captar estudiantes en esas carreras.
Desde su punto de vista, la lejanía de los estudiantes con este tipo de materias se moldea desde los propios hogares y en las etapas más tempranas de su educación, escolar y secundaria; y luego solo se evidencia en los procesos de matrícula universitaria.
La investigadora del Programa Estado de la Nación (PEN), Valeria Lentini, también señaló que existen barreras que impiden a universidades más pequeñas impartir este tipo de carreras, principalmente cuando tienen pocos recursos o se ubican en la periferia del país. Contar con laboratorios y profesionales para este tipo de materias implica mayores inversiones.
Dinámica usual
Los datos de graduación –los más recientes en la base de datos de Conare– establecen que solo un 27,8% de los 41.873 títulos de grado, pregrado y posgrado que se entragaron en 2020 correspondieron a estudiantes correspondieron a estudios en carreras STEM. En el caso de los títulos de grado (bachilleratos y licenciaturas), la proporción fue de un 29,4%.
Ambos porcentajes son muy similares a los obtenidos en años anteriores.
De hecho, entre 2014 y 2019 (los últimos seis años antes de la pandemia), las proporciones fueron de 28,6%% y 30,2% en ambos rubros, respectivamente.
Para Madrigal del Conare, estos números deben entenderse desde una perspectiva de oferta académica y demanda estudiantil.
Desde su punto de vista existen cuestiones vocacionales que impiden aumentar la cifra; al igual que una educación primaria y secundaria que potencia poco el interés en estas ramas y la existencia de hogares poco equipados para orientar la vocación de sus hijos hacia ellas.
“Un punto esencial es que el estudiante quiera estudiar esas carreras”, indicó Madrigal. “Los esfuerzos y las ganas de las universidades están en esto, y también hay un esfuerzo particular para motivar la integración de mujeres en estas carreras. Pero si no se motiva y se incentiva a los estudiantes desde su formación escolar, luego es más difícil que se integren en el momento de elegir sus carreras”, observó.
Según un reciente estudio de mercado de la Comisión Nacional de Préstamos para Educación (Conape), en coordinación con el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (IICE-UCR), las carreras STEM serán predominantes en la conformación del mercado laboral de los próximos años.
Las ventajas de este sector tienen que ver con la oferta laboral proyectada para los próximos años, pero también con una menor susceptibilidad de los profesionales en esos campos de ser remplazados por procesos de automatización y similares.
Los números
En el país se entragaron 33.525 títulos de grado (bachilleratos y licenciaturas) durante todo el 2020.
Esta cifra cayó en cerca de un 15%, en la comparación con 2019: el último año de la prepandemia.
La caída en títulos de STEM fue ligeramente mayor que la general y alcanzó hasta un 16,9%.
Un factor que pudo incidir en estos resultados fue el cierre de algunos laboratorios y espacios presenciales, vitales para algunas de las carreras que se incluyen en ese conglomerado.
Sin embargo, la proporción de títulos de grado en STEM sobre el total de certificaciones se mantuvo en el orden del 29,4%. En otras palabras, tres de cada 10 títulos de bachillerato o licenciatura que se otorgaron fueron de carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Este porcentaje representó un total de 9.868 certificaciones el año pasado.
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En total, estos títulos de bachillerato y licenciatura fueron emitidos por las cinco universidades públicas y 33 de las 48 privadas que operan en el país.
La base de datos de títulos académicos de Conare se alimenta de los registro más actualizados de las propias universidades estatales y del Consejo Nacional de Enseñanza Superior Universitaria Privada (Conseup). Los números de 2020 son los más recientes y se publicaron en octubre pasado.
La investigadora Lentini, del Estado de la Nación, recordó en entrevista con EF que para algunas universidades privadas, especialmente las más pequeñas, es más complicado ofrecer las condiciones para carreras más complejas.
Los laboratorios y otros insumos pueden ser muy costosos, y restar rentabilidad a sus operaciones.
“Muchas universidades pequeñas solo necesitan una pizarra y un pilot. Por otra parte, en un laboratorio los reactivos y los equipos son carísimos”, comentó.
De los 9.868 títulos otorgados en carreras STEM durante todo 2020, 4.804 fueron entregados a hombres y 5.064 a mujeres. La relación es equitativa en términos nominales, pero esconde una brecha de género si se analiza de manera proporcional.
Como la cantidad de títulos de todas las áreas de conocimiento que se entregan a mujeres es casi dos veces mayor que la que se entrega a hombres, el porcentaje de mujeres graduadas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es de apenas un 23,9%.
En el caso de los títulos entregados a hombres, hasta un 38,8% correspondieron a carreras STEM.
En el promedio de los seis últimos años antes de la pandemia se habían entregado unos 38.800 títulos de grado anuales; de los cuales unos 11.700 habían sido en carreras STEM.
Entonces 5.400 habían correspondido a graduados y 6.300 a graduadas, aproximadamente.
El ecosistema
El Octavo Informe del Estado de la Educación, publicado en semanas recientes, destacó que la composición agregada de la oferta académica de carreras en las universidades costarricenses cambió poco en el último quinquenio.
Esta oferta académica, según el informe, incluye ahora hasta un 37,6% de carreras relacionadas con materias de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en títulos de grado y posgrado.
Esa oferta es más grande en las universidades públicas, en donde las carreras STEM representan el 41,7% de sus 240 programas.
En universidades privadas la proporción es de un 28,4% de 429 programas.
Visto por áreas de conocimiento, la que tiene una mayor participación es la educación, la cual acapara un 35% de las opciones de grado y posgrado en términos generales.
El sector educativo es uno de los ofrece mayor contratación en el país y también mayores incentivos salariales para la especialización académica, según recordó Lentini.
¿Y esto cómo se traduce?
Los datos de graduación de 2014 a 2020 evidencian que todavía prevalece la generación de profesionales en ciencias económicas y administración, por encima de otras como las ingenierías o las ciencias básicas.
En el promedio de ese período, el 28,4% de personas graduadas se tituló en ciencias económicas, el 22,7% en educación, el 10,1% en ciencias sociales, el 6% en derecho y el 2,7% en artes y letras.
El 29,4% restante se ubicó en áreas tradicionalmente catalogadas como STEM: un 11,7% en ciencias de la salud, un 9,3% en ingenierías, un 5,5% en computación, un 1,8% en recursos naturales y un 1,6% en ciencias básicas.
Esta dinámica coincide –aunque todavía con algunas distorsiones– con la conformación actual del mercado de trabajo, la cual prioriza ocupaciones en enseñanza, administración y ciencias e ingeniería, según el estudio de mercado que realizaron Conape y el IICE de la UCR.
Este determinó que de cada 100 posiciones de trabajo en ocupaciones profesionales, 30 son actualmente en enseñanza, 24 en administración, 19 en ciencias e ingenierías, 13 en el sector de Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs), seis en salud y cuatro en derecho y ciencias sociales.
Las plazas vacantes; sin embargo, son escasas en sectores profesionales.
El mismo estudio determinó que existen hasta seis de cada 100 en enseñanza y cuatro de cada 100 en el sector de las TICs; pero en el resto son menos.
Preocupación futura
La composición del mercado laboral; sin embargo, cambia paulatinamente y promete mejores condicionales para carreras relacionadas con ciencia y tecnología.
Conape redactó en su Estudio de Sectores Prioritarios que la cuarta revolución industrial, aunada a factores como el envejecimiento de la población y efectos todavía más fuertes de la globalización suponenen cambios que, tarde o temprano, ocurrirán en la estructura ocupacional.
Estos cambios incluyen una mayor digitalización de las operaciones, la destrucción de puestos de trabajo en tareas rutinarias, y mayores necesidades de atención médica y cuido para adultos mayores y animales.
Todo esto podría traducirse en una mayor necesidad de trabajadores en áreas como las economías del cuidado y la protección ambiental, el análisis de datos y el uso de inteligenica artifical, la computación en la nube, y otras ramas como el marketing y la generación de contenido o el servicio al cliente.
El director de Planificación Interuniversitaria de Conare, Olman Madrigal, afirmó que las universidades ya trabajan para articular su respuesta a esas necesidades. Se trata de campos laborales que ya existen y con una proyección laboral que podría crecer aún más en el corto y mediano plazo.
Asimismo, señaló que parte de la respuesta será mantener la formación en todos los sectores y conectarlos con ese tipo de habilidades.
“Necesitamos saber cómo tenemos que formar a nuestros futuros profesionales para que de aquí a unos 15 años, que es lo que se proyecta, se puedan llenar las habilidades y los conocimientos de nuestros estudiantes. Es un futuro cercano, porque 15 años están a la vuelta de la esquina”, concluyó el director de Conare, sobre el análisis que ya se realiza en el marco de las ‘u’ públicas del Estado.