Silvia Hernández Sánchez (44 años), es diputada del Partido Liberación Nacional (PLN) y a partir de este 1.° de mayo es la nueva presidenta de la Asamblea Legislativa. Será la encargada de dirigir el Poder Legislativo en el último año de este cuatrienio legislativo, atravesado por tensiones macroeconómicas y, más recientemente, una inesperada pero cruda pandemia.
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Hernández es economista de formación y fue viceministra de Planificación, entre 2012 y 2014. Recientemente también fue jefa de fracción de la bancada verdiblanca en el Congreso (2019-2020) y presidió la Comisión de Asuntos Hacendarios en dos períodos.
Llega a la Presidencia legislativa de la mano de casi todo el bloque de oposición del Congreso; sin embargo, dice que no quiere trabas, ni politiquería. Sobre la campaña electoral que se avecina, dice que incrementará las responsabilidades individuales. Y en cuanto a la agenda del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), enfatiza que será necesario encontrar un Ejecutivo que trabaje mucho, dialogue y convenza.
EF entrevistó a Hernández, la persona número 127 en ocupar la máxima representación de la Asamblea Legislativa en Costa Rica. La cuarta mujer en hacerlo y la segunda en los últimos cuatro años.
Usted es la cuarta mujer en la presidencia legislativa en la historia. ¿Qué obstáculos tiene que enfrentar y vencer una mujer para acercarse a puestos de poder en política?
— Hay que romper el temor arraigado y buscar los espacios que normalmente no se dan, porque eso es verdad, aunque exista y se diga, la realidad es esa. Cuando una mujer se quiere empoderar y buscar espacios de poder alguien se incomoda, cuando no existe algo que impugnarnos nos atribuyen fallos de otros y cuando nuestros méritos son muchos se los atribuyen a alguien más; y eso es muy mezquino.
También están las cuestiones estructurales. Indudablemente está el tema de la familia y los hijos. A mí me pasa, aún cuando yo creo que soy muy empoderada y con muchas redes de apoyo familiar. El tema de tener una hija a veces nos hace maniobrar para no renunciar a ciertas cosas.
No tenía claro ese número que me dice. Y yo a esto le sumo que fuimos dos mujeres las que aspiramos por esta silla. Eso también es inédito. Además, en este mismo período constitucional hubo dos presidentas, eso significa que algo está cambiando y esto es un mensaje muy poderoso, quiere decir que es un buen momento para ser mujer en política.
Usted es elegida con más de 40 votos, ¿es una buena señal de legitimidad?
— Eso significa que se lograron agrupar diferentes fracciones y voluntades. Se han encontrado prioridades compartidas y eso facilitó la conformación de un Directorio multipartidista, y la expectativa de una sana gestión en el último año. Me llena de mucho honor, pero sobre todo de muchísimo compromiso, porque se quiere una respuesta de este último año legislativo.
Llega con un Directorio de oposición.
— Yo difiero de cualquier idea de que este sea un directorio de oposición con la memoria del pasado que ha tenido ese término, cuando “oposición” significaba trabas y politiquería. Para mí ese no ha sido el caso de esta Asamblea Legislativa y no es el caso de este período. “Oposición” no se debe reducir a una visión politiquera.
¿Cómo visualiza la relación que tendrá el Congreso con el Gobierno en este cierre legislativo?
— Esto va en dos vías. El Gobierno no puede renunciar a su rol de negociación permanente con las fuerzas políticas. No solo lo obliga, sino que desde un concepto de responsabilidad lo debería de ocupar permanentemente en esto. El llamado número uno es a construir, mantener y reconstruir canales de comunicación. Restan seis meses de sesiones extraordinarias y creer que no deba o no pueda existir comunicación con la fracción oficialista y el Poder Ejecutivo es imposible. La visión que debe privar de ambas partes es la de construir acuerdos.
Durante las negociaciones, usted dijo que priorizaría la construcción de una agenda. ¿Qué agenda veremos en el último año legislativo?
— Desde mi óptica hay tres ejes temáticos. El común denominador es la gobernanza.
Yo espero que esto permita dar respuesta a tres elementos en los que no estamos de acuerdo por igual.
El primer punto es una agenda de pandemia y pospandemia, con un mayor interés y prioridades ya definidas. El segundo es el saneamiento de las finanzas públicas, porque está sobre la mesa, pasa por el acuerdo con el FMI y todo lo que implica atacar el sendero explosivo de la deuda. El tercero, es la discusión de qué sigue, en qué vamos a contribuir para discusiones futuras, aunque puede sonar muy utópico.
Este año tiene un simbolismo importante porque es el bicentenario de la República y esta legislatura tiene que abrir paso a discusiones de la próxima década, por ejemplo, la situación financiera de las empresas del Estado. También hay proyectos de ley materializados que el Gobierno no ha puesto en discusión. Se pueden sumar discusiones como hidrógeno verde, proyectos para la informalidad, el pago de las cuotas de la Caja. Son varios proyectos de ley para la próxima década. ¿Son muy ambiciosos?, sí. ¿Se pueden alcanzar todos?, yo esperaría que sea un objetivo.
Casi todas las manifestaciones de apoyo a su elección hablaron de “reactivación económica” y ese es un término demasiado amplio, ¿de la mano de qué proyectos vendrá eso?
— Sí, es un objetivo muy amplio, pero es un objetivo que está latente desde el día uno.
Para algunos reactivación económica puede ser generar respuestas en empleo, para otros puede ser agilizar trámites. Todos son válidos desde la óptica de como agilizar, quitar burocracia y dar mayor respuesta. También hay variedad. Hay propuestas con respuestas de corto, mediano y largo plazo.
Lo que se ha querido configurar es una gran cantidad de proyectos, más allá de intenciones y de aspiraciones de cada uno, para darle tramitación a esos proyectos. La intención es desentrabarlos para que se dé su votación.
Son proyectos que van a ir cambiando porque todos tienen estados distintos, algunos están en comisión y otros en Plenario. Podemos ver lo que ha pasado con el fondo de avales, que ha tomado mucho tiempo y casi cuatro textos sustitutivos. Serán esfuerzos de tramitación que incluirá sentarse a la mesa, si realmente se quiere avanzar con los proyectos, porque esa voluntad solo se construye con negociaciones para que las cosas caminen.
¿Qué podemos esperar de la agenda FMI, de los créditos internacionales pendientes y en materia de reformas estructurales?
— Empiezo por el tercer punto. Yo esperaría que muy pronto, después del cambio de Directorio, esta Asamblea ratifique la adhesión de Costa Rica a la OCDE y vote en segundo debate el proyecto de contratación administrativa. Son reformas de Estado y representan el inicio de una reforma permanente. Yo esperaría que eso sea de muy rápida tramitación.
También está el tema de mejorar el perfil de la deuda y de acceso a recursos. Estamos claros en eso, pero yo creo que esa es una agenda que requiere convencimiento.
El acuerdo con el FMI es importante, como también es cierto que los proyectos de ley que se han presentado presentan problemas. Ambas cuestiones son ciertas y van a requerir de mucho trabajo de parte del Ejecutivo para generar consensos y generar diálogos, si legítimamente se quiere esa sostenibilidad fiscal.
¿Qué tan difícil ve la tramitación de esa agenda?
— Hay que hablarlo con franqueza. Hay fracciones que ya dijeron abiertamente que no van a votar ningún proyecto que implique impuestos. Partir de la idea de que este Directorio implica un “borrón y cuenta nueva” es falso. Pero también es falso partir de la idea de que con ello el Ejecutivo debe renunciar a la idea de negociar, dialogar y concretar.
Me preocupa que la agenda del FMI se asocie a evaluaciones semestrales, porque, desde mi punto de vista, podrían dar como resultado que el Gobierno se desentienda y que el grueso del ajuste quede para un próximo gobierno. Eso tendría como consecuencia que aumente la fatiga del ajuste para la ciudadanía.
Mi paso por Hacendarios y la comisión de reforma fiscal me hace muy consciente de la realidad en la que estamos. Este gobierno tiene y ha hecho cosas muy buenas, porque hay que decirlo, pero también es cierto que no recibe señalamientos. Por eso el llamado concreto es para materializar esta agenda. Sí, pasa por la Asamblea; pero también pasa por el diálogo permanente y la negociación del Ejecutivo.
El presidente del BCCR, Rodrigo Cubero, les decía que si el país no logra avanzar con el acuerdo FMI puede entrar en un shock importante. Es una fuerte responsabilidad.
— El esfuerzo desde el BCCR hasta el Gobierno debe ser intentar materializar esa agenda y dar las respuestas o las modificaciones que se requieran en caso de que algunos de esos proyectos de ley no se voten. Hay que decirlo con franqueza. Insisto, este cambio de directorio no es un “borrón y cuenta nueva”. Nadie puede partir de que las fuerzas políticas ahora sí están a favor de aprobar impuestos, eso no ha cambiado. Tengo clara la responsabilidad que implica la agenda, pero también tengo claro que hay una gran cantidad de diputados que ha manifestado abiertamente que no va a votar el grueso. ¿Y qué se ha discutido por parte del Gobierno y de la Asamblea para ver alternativas? Nada.
Le corresponderá dirigir el Congreso en tiempos de COVID-19. ¿Qué hará para que la pandemia no frene todo de nuevo?
— Más allá de si existe el reglamento para sesiones virtuales, no se ha puesto en práctica desde el Plenario y eso implicará primero hablar con muchísima transparencia y franqueza. Pueden haber y van a haber fallas a la hora de poner eso en práctica, pero la única forma de darnos cuenta es haciendo el ejercicio. Si esa es la herramienta con la que momentáneamente se pueda avanzar, tenemos que utilizarla.
También soy consciente de que en este momento, a como existe desgaste en la ciudadanía, en muchas instituciones públicas, incluida la Asamblea Legislativa, también hay cierta sensación de desinformación o desarticulación. Eso genera muchísima incertidumbre, resistencia y fricción. Me preocupa porque eso está ahí, lo veo muy latente y me lo voy a encontrar, pero hay que solucionar el tema de las sesiones virtuales. No sé qué tan rápido, pero sería de los primeros temas que contemplar.
También es año de una contienda electoral. ¿Cómo conseguir para que los aires de disputa, la presencia de eventuales candidatos y aspirantes a puestos en el Plenario y la sensación de salida no apaguen la dinámica?
— Esta es una realidad que existe, pero yo creo firmemente que esos cálculos electorales, por el contrario, van a obligar a cualquier candidato o candidata a poner mucho más atención en sus actuaciones y, por ende, en nuestras actuaciones como un todo.
La mejor campaña que tendrán los candidatos pasará por su labor en la Asamblea en este momento, en este año.
¿Se inclina por algún precandidato presidencial de su partido?
— Yo tengo una decisión tomada. También soy consciente de que en mi fracción hay dos candidatos. Por eso tomé la decisión de mantenerme al margen hasta que haya un candidato electo y, a partir de ahí, apoyar. No quiero incidir en esa relación interna, que de todas formas se vuelve más compleja en medio de esto.