Con la llegada del nuevo siglo, en medio del paso del bipartidismo al multipartidismo y con una crisis de liderazgo, volvió la reelección presidencial al país.
Debieron pasar 34 años para que el país volviera a permitir que los expresidentes aspiraran de nuevo al poder, en forma no consecutiva. La reforma constitucional de 1969 cedió ante una interpretación de la Carta Interamericana de los Derechos Humanos.
Se necesitaron dos intentos ante la Sala IV para que los magistrados le dieran luz verde a la reelección el 4 de abril del 2003. A partir de ese momento, cambiaron las reglas del juego político.
La insistencia de que se volviera a permitir provino de un grupo de políticos cercanos al expresidente Óscar Arias y liderado por el abogado constitucionalista Rubén Hernández.
Empero, desde antes el exmandatario buscó rescatar la reelección por todos los medios. Incluso intentó que el PLN abogara por esa reforma desde 1999, y en el 2000 solicitó al partido una consulta popular, pero cuando sus partidarios rechazaron la idea, realizó su consulta propia, que obtuvo un respaldo de 88% entre liberacionistas.
Tras el polémico aval de la Sala IV, Arias tenía el camino despejado, como una década de ser la figura pública mejor evaluada con una aceptación por arriba del 80%.
Sin embargo, su triunfo contra el entonces candidato del PAC, Ottón Solís, fue apenas por 18.000 votos. La realidad política había comenzado a cambiar.
Desde entonces, el expresidente Rafael Ángel Calderón tuvo una efímera aspiración para el 2010. Su proceso penal se lo impidió. Y el expresidente José María Figueres coqueteó el año pasado con la idea, pero las encuestas le hicieron desistir de una acción formal.
La opción está sobre la mesa. La reelección no eterniza a quienes pasan por Zapote, pero si varió las reglas del juego.