El conflicto abierto entre las principales potencias orientales y occidentales por la amenaza de una eventual invasión de Rusia a Ucrania ya avisa a Costa Rica y el mundo de posibles efectos colaterales. Estos por ahora son menores, pero podrían escalar –y mucho– ante un empeoramiento de la situación en las próximas semanas o meses.
Por el momento, es posible que las tensiones geopolíticas se canalicen en aumentos en precios de algunos productos específicos, como los bienes de exportación ucraniana o los combustibles. Sin embargo, una escalada mayor del conflicto o un enfrentamiento bélico podría implicar consecuencias mucho mayores para el resto del planeta.
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Mientras la situación no se desborde, los impactos indirectos para Costa Rica y a nivel internacional deberían ser de bajo alcance, según señalaron a EF el comunicador y analista, Eduardo Ulibarri, y el economista, Juan Muñoz. Sin embargo, “el impacto sí podría ser muy severo”, advirtió Ulibarri, si la situación “se sale de las manos”.
Una salida de control no es segura, pero es posible en el corto o mediano plazo. Según afirmó a EF el analista internacional y miembro del Sistema de Estudios de Posgrado de la Universidad de Costa Rica (UCR), Carlos Murillo, las condiciones parecen apuntar a un enfrentamiento armado o a una tregua muy tensa, ante una disputa que carece de puntos medios para el encuentro.
Los impactos indirectos
En medio de la tensión actual, los impactos que pueden preverse son todavía mínimos. Según comentó Eduardo Ulibarri, países como Costa Rica deberían esperar consecuencias menores y “esencialmente en algunos aspectos económicos” por ahora.
“(La situación actual) Quizá podría afectar más a Panamá, por el eventual impacto en el tránsito marítimo”, observó el académico, que también fue embajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas, entre 2010 y 2014.
Entre Costa Rica y Ucrania no existen mayores relaciones comerciales, ni flujos de capital. Esto hace que sean poco previsibles consecuencias directas ante un conflicto en la zona, siempre que este no se ‘desborde’.
En lo que sí podrían existir repercusiones inmediatas es en el precio de algunos bienes, producto de la tensión que genera el tema para los mercados.
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El economista Juan Muñoz observó esa presión en los precios debería ser más visible en bienes de exportación ucraniana, como el trigo y el maíz, o en aquellos que usualmente reciben la influencia de conflictos bélicos, como los combustibles.
Muñoz, quien trabajó 17 años en el Departamento Monetario y de Investigaciones Económicas del Banco Central (BCCR), recordó que Rusia es un gran productor de petróleo y gas para Europa (oriental y occidental); un sector que podría enfrentar distorsiones en medio de altos niveles tensión política o militar.
Riesgos de peso
La eventual explosión de un conflicto de mayores proporciones tendría efectos mucho más fuertes y más difíciles de predecir, comentó Ulibarri. Explicó que una de las principales implicaciones sería el golpe sobre Europa: una región que hoy es el segundo socio comercial de Costa Rica, y un aliado clave en temas políticos y de cooperación internacional.
También implicaría un impacto en otros mercados estratégicos, aunque de manera más indirecta.
Otro que podría sufrir consecuencias es el mercado de los combustibles y las energías. Rusia es un bastión del que hoy dependen algunas potencias como Alemania en cuanto al suministro de gas, recordó Murillo.
Más relacionado con Latinoamérica, jefes operativos rusos de mando medio han sugerido –aunque sin mayor ahínco– la posibilidad de colocar armas nucleares en países aliados como Cuba y Venezuela. Esta es una intención que, según Ulibarri, parece poco factible por el momento; tomando en cuenta las repercusiones inmediatas que acarrearía.
La Unión Europea y Estados Unidos ya amenazaron con aplicar sanciones graves a Rusia, si decide invadir a Ucrania.
Por ejemplo, la agencia de noticias AFP publicó que la Unión Europea podría reducir sus compras de gas y petróleo a Rusia (aunque esta es una idea que genera división en entre los países europeos por su alta dependencia de ese abastecimiento); mientras que Estados Unidos contemplaría prohibir el uso de dólares a los bancos rusos, para mal de las finanzas y la economía real de ese país.
La situación
Rusia actualmente concentra a más de 100.000 soldados en su frontera con Ucrania. Ante esa presencia militar, Ucrania y potencias occidentales han manifestado su temor de una nueva invasión rusa, como la que ya ocurrió en 2014 en la península de Crimea.
Ucrania es una región estratégica para Rusia.
Según explicó el analista Murillo, Ucrania no solo es una de las naciones que fueron soviéticas hasta la década de los noventa, sobre los que Rusia todavía considera disponer de cierto dominio político y cultural; sino que, además, representa una de las principales barreras territoriales de Rusia con Europa occidental.
“Frente al crecimiento exponencial de China y ante los intentos de Washington de recuperar terreno tras la salida de Donald Trump, Putin entiende que Rusia podría quedarse ‘de lado’ en la distribución de poder. Esto lo obliga a acelerar el ‘euroasianismo’; o sea, la visión de que existe una civilización y cultura rusa, y que aquellos países que fueron parte de la Unión Soviética siguen siendo parte suya de alguna manera”, agregó.
Ucrania también tiene otro factor particular que ha levantado los intereses rusos por encima de otros territorios en los Balcanes: su creciente cercanía con la Unión Europea. “Rusia actualmente ve que se le está quitando una pieza clave, que es la que mantendría a las tropas europeas distantes de Rusia en cualquier enfrentamiento, y entre más presionen Europa y Estados Unidos para garantizar la seguridad de Ucrania, Rusia necesitará más incrementar su presencia con sus tropas, sus dardos y sus advertencias”, puntualizó Murillo.
Con un territorio de 576.600 kilómetros cuadrados (tras la pérdida de Crimea), los ucranianos se independizaron en 1991 tras la disolución de la Unión Soviética. Sin embargo, la aparición de grupos separatistas prorrusos en los últimos 10 años también alimenta el clima de inestabilidad en sus tierras, aunque sean minoría.
Cuando Rusia se apoderó de los menos de 30.000 kilómetros cuadrados de Crimea recibió el rechazo de la comunidad internacional, que no reconoció el referéndum que aplicó para ello. Sin embargo, las potencias de otras partes del mundo no fueron mucho más allá.
El caso de Ucrania, al tratarse de un punto clave de mayor peso, requeriría de una actuación más fuerte por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de cada una de las potencias occidentales, según indicó Murillo, si desean mantener su credibilidad.
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Rusia niega tener intenciones de invadir a Ucrania, pero condiciona una menor presencia militar en la zona a que la OTAN se comprometa a no expandirse ni incorporar a Ucrania en sus filas.
La Unión Europea y Estados Unidos rechazan esa solicitud. Esta situación es la que alimenta las mayores posibilidades de un conflicto de proporciones mayores.
“Rusia difícilmente aceptaría un compromiso en el que no influya sobre Ucrania, y eso es irreconciliable. Lo que puede pasar es que haya prórrogas”, observó Murillo. “Es un juego de suma cero. No hay forma de que los dos ganen porque lo que está en juego no se puede dividir”, puntualizó.
Estas condiciones son las que hoy tienen la situación al borde de un colapso. Estados Unidos incluso alertó a 8.500 militares, este 24 de enero, para tener capacidad de respuesta en cinco días ante cualquier necesidad de última. La OTAN, liderada por Estados Unidos, también ha movilizado sus propias tropas y ha enviado equipo para fortalecer su defensa en Europa del Este, como barcos y aviones.
Rusia catalogó el último movimiento de Estados Unidos como una provocación y acusó a la potencia de “exacerbar las tensiones”, en palabras del potavoz Dimitri Peskov.
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