Han pasado casi dos décadas desde que la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL) concluyó la primera etapa del cableado subterráneo en San José centro, al que años después se agregó el Paseo Colón.
El proyecto costó cerca de $54 millones en ese entonces y estuvo a cargo de la empresa española Inabensa.
El cableado subterráneo abarca 352 cuadras del centro capitalino, que incluye barrios como México, Luján, Amón, Otoya, Aranjuez, La Soledad y González Lahmann.
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Sin embargo, lo que en su inicio fue una potente red hoy empieza a mostrar señales de saturación en algunos puntos, lo que obstaculiza el ingreso de nuevas empresas y afecta la prestación de servicios para los usuarios que viven dentro de esa área.
Al menos tres operadores de telecomunicaciones confirmaron que tienen servicios limitados en el centro de San José.
Telecable, Tigo y Claro coincidieron en la misma respuesta: aunque poseen la tecnología, no ofrecen más conexiones en la zona con cableado subterráneo, principalmente debido a la saturación de los ductos. El único en mejor condición es el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), pues tiene su propia infraestructura subterránea.
“Para llegar al cliente final requerimos hacer uso de infraestructura pasiva como arquetas, ductos, entre otras herramientas, que están bajo administración de la CNFL o el ICE, lo cual dificulta la entrega de estos servicios, ya que frecuentemente se encuentran en mal estado o saturada. Algunas veces las solicitudes para su utilización terminan siendo denegadas”, amplió Daniel Mizrachi, director de Factory Tigo Costa Rica.
La Avenida Central y los alrededores de la sede de Radiográfica Costarricense S.A. (Racsa) son los sitios más críticos del centro josefino.
La CNFL reconoció la problemática y explicó que la saturación se da por la alta cantidad de operadores y la normativa que existe sobre la ocupación de los tubos. Los ductos solo pueden llenarse con cables hasta un 40% de su capacidad para evitar atascamientos en puntos como curvas.
Sin embargo, la Compañía afirmó que, en ocasiones, los mismos operadores niegan el servicio con el fin de evitar mayores costos al buscar otras rutas.
“Hay puntos donde ya no se puede pasar entonces se les pide que cambien la ruta y hagan una más larga, pero a veces no lo quieren hacer porque es más costoso”, comentó Luis Fernando Andrés, director de Distribución de la CNFL.
Las soluciones son escasas y con diferentes impactos. Una de ellas sería volver a abrir las calles para colocar nuevos tubos pero eso es costoso para la CNFL y para los mismos operadores, pues incrementaría la cuota de alquiler.
Otra idea es optar por una red neutra, mencionó Andrés. Esto significa que la red es propiedad del Estado y alquila a operadores solo la cantidad que necesitan, un mecanismo que se aplica en países europeos y en Buenos Aires, Argentina.
No obstante, el funcionario agregó que, en su opinión, este mecanismo sería difícil de implementar en Costa Rica por la alta competitividad entre empresas del sector. Además, requiere cambios legales y una discusión política de quién sería el dueño de esa red neutra, también llamada red de acceso abierto.
Según los datos de la entidad, 21 diferentes empresas utilizan actualmente la red subterránea de San José, por la que pagan $2,03 de alquiler anual por metro lineal de ducto. El precio por el espacio en postes de la red aérea es de $10,23 al año.
Este medio intentó contactar al ICE y a Liberty para conocer su situación, pero no se obtuvo respuesta al cierre de esta nota.
Intervenciones focalizadas
Lo que iba a ser la primera fase del proyecto de cableado subterráneo a inicios de los 2000 se convirtió en la única, pues el soterramiento de los cables de telecomunicaciones y electricidad detuvo su ritmo.
En 2015 la CNFL hablaba de extender esta red hacia el este, en Los Yoses, pero eso no sucedió. El principal obstáculo es económico.
“Las redes subterráneas tienen un impacto financiero, no son nada baratas”, mencionó Andrés. Según estudios, la red subterránea cuesta hasta nueve veces más que el cableado aéreo tradicional.
Además, las labores se complican cuando ya hay infraestructura construida, como en el caso de San José, pues implica romper calles y aceras, diferente a un proyecto como un condominio que desde la construcción incorpora el cableado subterráneo.
La posibilidad de repetir la magnitud del proyecto de hace 20 años es prácticamente nula, pero hay otras iniciativas en marcha.
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Un convenio entre la CNFL y la Municipalidad de San José prevé el soterramiento de cables en la calle 33, en barrio Escalante, como parte de un proyecto de renovación del gobierno capitalino.
Este trabajo comprende la transformación de la calle a un solo carril, ampliación de aceras y espacios para peatones, mobiliario urbano, entre otras características, a lo largo de 600 metros entre las avenidas Central y 13.
Esta intervención ya cuenta con el diseño y se espera publicar el cartel del concurso este mismo mes, con la meta de iniciar construcción a inicios del 2024, a más tardar. El costo del proyecto integral es de ¢1.700 millones de fondos propios del gobierno local.
“Desearíamos que el cableado subterráneo se extienda más allá de los distritos centrales pero es un tema de costos y es responsabilidad de la Compañía”, aseveró Marco Vinicio Corrales, gerente de Provisión de Servicios de la Municipalidad de San José.
La CNFL también está valorando desaparecer los cables aéreos en los alrededores del parque La Sabana, en vista de una mayor densidad de edificios que hace que las redes convencionales se queden cortas.
Un tercer ejemplo se lleva a cabo en Belén, en torno a la subestación de la CNFL. En ese lugar se han construido algunos circuitos subterráneos para alimentar la demanda industrial de ese cantón y de Barreal, donde se ubican empresas como Bridgestone, Corbel, Firestone, Intel, zonas francas, entre otras.
El cableado subterráneo es especialmente necesario en regiones donde la densidad de kilovatio por metro cuadrado es alta. Entre sus ventajas están que asegura una mejor continuidad y calidad del fluido, además de que contribuye a limpiar el entorno visual de la ciudad.