El promedio de títulos de grado entregados en 2020 y 2021 a personas que viven en San Mateo de Alajuela fue de 52 diplomas por cada mil habitantes con edades entre los 20 y 39 años. En cambio, en cantones como Los Chiles y Garabito la cifra de nuevos diplomas de bachillerato o licenciatura fue de apenas siete, usando el mismo marco de referencia.
Montes de Oca, Pérez Zeledón y San Pablo también registraron cifras altas de entre 31 y 33 títulos. Otros como Turrubares, Matina, Río Cuarto, Talamanca y Guatuso no superaron la decena de diplomas.
No hay punto de comparación entre la zona central del país y sus alrededores con la periferia, y las causas podrían ser múltiples: los rezagos estructurales, la reducida oferta educativa de las universidades lejos de sus sedes centrales y la consecuente migración de jóvenes al centro del país, en busca de una cartilla más amplia de opciones educativas, podrían ser algunas de las respuestas.
Diferencias territoriales
Los mayores índices de graduación en Costa Rica se muestran en los cantones de la zona central y sus alrededores. Estos, a su vez, son los territorios que muestran mayores índices de desarrollo humano y de competitividad.
Solo se exceptúan de esta tendencia algunos territorios de la periferia en donde las poblaciones estimadas son más pequeñas o en las que existe una mayor cantidad de sedes universitarias, lo cual facilita la matrícula. Tal es el caso de algunos territorios de la Zona Sur o de la Península de Nicoya, en donde existen sedes o recintos de las principales universidades del país en emisión de certificaciones.
Sin embargo, las causas de las diferencias entre cantones van más allá de la lejanía o la cercanía a centros de estudio. Existen otros factores que también son claves para que haya más o menos graduados universitarios en cada región, recordó la investigadora del Programa Estado de la Nación (PEN), Valeria Lentini.
Entre ellos, debe recordarse que la mayoría de regiones periféricas sufre rezagos importantes para absorber a profesionales calificados en sus mercados laborales; que muchas veces carecen de servicios puntuales necesarios para llevar una vida estudiantil adecuada, como conectividad y acceso a herramientas tecnológicas; y que también presentan mayores deficiencias relacionadas con la calidad de la educación primaria y secundaria que se imparte en ellos, la cual es una base imprescindible para cualquier carrera universitaria.
Corregir esas y otras cuestiones, según Lentini, es esencial para que siquiera tenga sentido aumentar la cobertura.
“Las economías en las regiones alejadas no absorben mano de obra especialmente calificada más allá de las áreas de la salud y la educación, por las instituciones del sector público”, observó Lentini. “Entonces las universidades pueden hacer un esfuerzo, pero este debería complementarse con otro tipo de estrategias de desarrollo regional”.
También existen cantones en que los rezagos sociales y económicos pueden tener mayor incidencia, aunque existen sedes universitarias en territorios cercanos o en ellos mismos. Por ejemplo, los índices de graduación son relativamente bajos en San José, Goicoechea, Tibás y Alajuelita, todos cantones en el centro del país y altamente urbanos.
Otro factor que abulta los números de graduados que viven en la región central podría ser el fenómeno de la “migración” universitaria. Es decir, las personas que dejan su lugar de habitación durante la infancia y adolescencia para estudiar, ya sea a través de residencias universitarias o casas de alquiler. Según explicó la investigadora, esto ocurre y es el preludio de una migración que luego también suele ocurrir por motivos de desarrollo laboral en muchas carreras.
Tipo de graduación cambia
A pesar de que la cantidad de títulos otorgados por región en que habita el estudiante es proporcionalmente similar al número de jóvenes de cada territorio, los tipos de carreras en que se otorgan esos títulos varían de manera significativa.
Las carreras de educación y ciencias económicas tienen un mayor peso en las regiones periféricas del país, mientras que la región central tiene un perfil mucho más variado.
En la región central, los títulos de educación y ciencias económicas representaron en 2021 un 53% del total. Pero dicho número crece en 18 puntos porcentuales cuando se trata de la región Huetar Caribe, 15 en la región Brunca, 12 en la Huetar Norte, 7 en el Pacífico Central y 4 en la Chorotega.
Las respuestas que surgen como hipótesis para este fenómeno también son variadas. Entre ellas, es sabido que una gran cantidad de universidades privadas se dedican exclusivamente a carreras relacionadas con esas dos ramas y, además, esas dos áreas suelen ser las que que tienen una mayor salida laboral en zonas alejadas del Gran Área Metropolitana (GAM).
El séptimo Informe del Estado de la Educación, publicado en 2018, encontró que solo un 35% de las universidades del país se definían como multiáreas; mientras que hasta un 24% se especializaban en ciencias económicas y un 17% en educación.
El informe también detectó que solo un 11% de las casas de educación superior se enfocaba en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), un 6% en economía cultural, un 5% en salud y un 2% en derecho.
Ese estudio además encontró que hasta un 49% de las universidades ofrecía 10 carreras o menos.
Según Lentini, ello en muchas ocasiones responde a que las universidades –principalmente las privadas, por su carácter comercial– consideran más rentable ofrecer carreras que no precisan de mayor inversión en infraestructura o tecnología, principalmente cuando se trata de llevarlas a zonas más alejadas del centro del país.
“El costo de una carrera STEM es mucho más alto, por los equipos y los insumos; pero también por el personal que va a dar clases, que usualmente tienen una formación muy alta y que requiere una remuneración lo suficientemente atractiva para querer dar clases en lugar de acceder a otro sector empleador (...) Si doy educación, voy a titular más rápido y con una inversión menor que en ingenierías, donde tengo que estar cambiando las máquinas, o en química, donde tengo que cambiar reactivos”, ejemplificó.
Consultada sobre los obstáculos que enfrentan las universidades privadas para llevar más sedes y carreras a las regiones, la rectora de la Universidad Latina y directora de la Unidad de Rectores de las Universidades Privadas de Costa Rica (Unire), Rosa Monge, hizo alusión a dos barreras por encima de todas.
Por un lado, recordó que los estudiantes en las regiones suelen tener más problemas para financiar sus estudios y, por otro, explicó que un desafío “importante” es “la compleja y extensa tramitología ante el Consejo Nacional de Enseñanza Superior Universitaria Privada (Conesup), tanto para abrir una sede, como para solicitar apertura de nuevas carreras”.
“Esto limita la posibilidad de que las universidades podamos responder de manera oportuna a las necesidades de talento que tienen las zonas rurales para mejorar su competitividad”, observó.
Todas estas cuestiones se reflejan en que, por ejemplo, solo un 12,3% de los títulos de grado que otorgaron universidades privadas en 2021 correspondieran a áreas de ciencias básicas, computación, ingeniería y recursos naturales; mientras que en las públicas el número fue 27,8%.
“Dime dónde vives y te diré que tan probable es que hayás recibido un título universitario (y de qué área)”, podría decirse.
Para este trabajo se utilizó como base los registros del Consejo Nacional de Rectores, que año a año actualiza las cifras de titulación de universidades públicas y privadas. Específicamente, se emplean las cifras de bachillerato y licenciatura; es decir, títulos de grado.