Fue un año intenso y ruidoso en América Latina. Cuesta creer que Juan Guaidó juró como presidente encargado de Venezuela el mismo año que Evo Morales renunció a la presidencia de Bolivia. O que Jair Bolsonaro se puso la banda presidencial en Brasil el mismo año que en Chile estalló la mayor revuelta social desde el regreso de la democracia.
El año 2019 dejará una marca en casi todos los países de la región, además de una serie de interrogantes, desafíos y cuentas pendientes para los 366 días de 2020. No se disipará por un cambio de calendario en una región afectada por los precios bajos de las materias primas, una desigualdad que las sociedades ya no toleran y un contexto internacional que no ayuda.
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Además, las protestas dejaron varias historias con final abierto: en Bolivia habrá nuevas elecciones; en Chile intentarán escribir una nueva Constitución; y Nicolás Maduro buscará dar el golpe final al fenómeno Guaidó en Venezuela.
Protestas que siguen, ¿y otras que empiezan?
Con cacerolas, ponchos rojos, camiestas blancas y otros símbolos, las protestas atravesaron todo el continente este año. La gente salió a la calle en Chile, Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela, Haití y Honduras para manifestarse en contra de la desigualdad, la inseguridad, la calidad de los servicios públicos o las reformas económicas que apuntaban contra sus bolsillos.
“Es muy probable que haya protestas en 2020. Sin embargo, ya no nos sorprenderán como lo hicieron las de 2019. Aunque no han emergido soluciones, los dirigentes deberían estar más atentos a las demandas populares. Debiéramos esperar que sus reflejos sean más rápidos y no respondan con represión o negligencia que agudice las protestas”, señala María Victoria Murillo, de la Universidad de Columbia.
Mientras la presión callejera se mantendrá en Chile y Bolivia en 2020, Juan Negri, de la Universidad Torcuato Di Tella, advierte sobre los “países en los que no hubo eventos tan dramáticos pero que tienen razones estructurales” para la convulsión social: aquellos con gobiernos relativamente nuevos que generan “altísimas expectativas y donde la probabilidad que las demandas se satisfagas son bajas”.
Son los casos de Colombia y Ecuador, donde ya hubo protestas contra ajustes económicos, y México o la Argentina, donde hasta ahora no se vieron grandes movilizaciones. Después de prometer la “cuarta transformación” de México, Andrés Manuel López Obrador aún lidia con sus principales desafíos.
Por ahora su aprobación sigue arriba del 50%, pero ya superado su primer año, la paciencia puede comenzar a agotarse. Alberto Fernández y el regreso del peronismo al poder en la Argentina también despierta esperanzas en las bases sociales, lo cual puede convertirse en un riesgo, advirtió el dirigente Juan Grabois.
“La Argentina tendrá un 2020 muy difícil en un contexto de ajustes, negociación con el FMI, inflación y desempleo. El mejor escenario sería ver una recuperación hacia fin de año, por lo que debemos mirar de cerca qué tipo de relación se da entre la sociedad, los movimientos sociales y el Gobierno para contener la frustración y ayudar a los más vulnerables”, señala Federico Merke, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
La Asamblea Constituyente en Chile
El 2019 también vio caer al “mejor alumno” de la región. Tras dos años de crecimiento, Chile “se despertó”, como gritan en las calles desde el 18 de octubre, ante los 70 días de protestas y violencia tras el aumento de la tarifa del subterráneo dejaron como resultado 26 muertos, más de 3.000 heridos.
Mientras tanto, la presión en las calles continúa –aunque con menor intensidad– y el cada vez menos popular Sebastián Piñera convocó para abril, para que la sociedad decida si quiere una nueva Constitución, que reemplace a la de la dictadura de Augusto Pinochet.
El nuevo texto llegaría en 2021, cuando el mandatario conservador transite su último año de gobierno. “En Chile se abre una puerta muy importante donde se definen las reglas de juego futuras y ahí se va a jugar mucho en la calle. No creo que con tanta violencia, pero sí creo que habrá muchísima activación popular”, opinó Negri.
Bolivia vuelve a las urnas
Evo Morales cerrará 2019 con un acto en donde está refugiado, cerca de la frontera con Bolivia, en el que designará al candidato de su Movimiento al Socialismo (MAS) para las elecciones del año próximo, en las que él no se puede presentar.
Es un escenario que probablemente el líder indígena no imaginó cuando celebró el último Año Nuevo. Pero las cosas se complicaron.
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Morales renunció a la presidencia el 10 de noviembre, en medio de protestas y de la presión de las fuerzas de seguridad por las denuncias de fraude en las elecciones en las que habría obtenido su cuarto mandato. Dos días después se asiló en México, denunciando un golpe de Estado en su contra, mientras la derechista Jeanine Áñez asumió la presidencia interina, en medio de un clima de fuerte tensión y violencia.
¿Llegará la paz social a Bolivia tras las nuevas elecciones o se agitará aún más el clima político?
“Hay que estar atentos a cómo se da el proceso electoral, si es transparente o no, y si los candidatos terminan aceptando el resultado al que se llegue. Creo que hay evidencia como para sospechar que todo este proceso no va a ser fácil, que va a estar plagado de acusaciones y de grupos políticos y sociales que van a jugar en los márgenes de la ley. El deterioro institucional en Bolivia es notable y va a tomar bastante tiempo recomponerlo”, analizó Merke.
El enigma Venezuela
Otro país sobre el que Michelle Bachelet, alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, alzó la voz durante 2019 fue Venezuela.
En medio de una crisis que persiste, con casi cinco millones de venezolanos que huyen a otros países y una hiperinflación que pulveriza los salarios, la funcionaria de la ONU denunció violaciones a los derechos humanos por parte del régimen de Maduro.
Sin embargo, este año que comenzó con la jura de Juan Guaidó como presidente encargado, y que parecía encaminada a provocar el cambio político que desea el 80% de los venezolanos, terminó con nuevas interrogantes sobre el futuro del país.
El primer desafío de 2020 es inmediato: Guaidó buscará en enero ser reelecto al frente de la Asamblea Nacional para mantener su rol de presidente encargado –reconocido por unos 50 países– y Bachelet manifestó su temor de que en las elecciones legislativas de diciembre vuelva a haber candidatos inhabilitados.
¿La clave de la continuidad de Maduro? Su vínculo con las Fuerzas Armadas. El mismo que podría ser, también, el desencadenante de su eventual caída, aunque no aparece en el horizonte cercano.
“Maduro es el dictador de manual: les da los recursos suficientes a sus bases de apoyo, las Fuerzas Armadas, como para que estén satisfechos, pero no les da demasiado para que no piensen que ya no lo necesitan”, señaló Merke.
Brasil, ¿la excepción?
“Año Nuevo, vida nueva”. Así fue para Jair Bolsonaro. El 1.° de enero asumió a la presidencia de Brasil y comenzó un año en el que vivió fuertes presiones internas partidarias, la aprobación de la controvertida reforma previsional, los devastadores incendios en el Amazonas y Lula da Silva, tras un año y medio en la cárcel.
Ahora su mira está puesta en las elecciones municipales de octubre, en las que medirá fuerzas con el PT por primera vez desde que el expresidente está libre, y en su desafío de acelerar el crecimiento económico y mejorar la seguridad de los brasileños.
La gran pregunta es si esas demandas todavía irresueltas se transformarán en protestas callejeras. “Brasil es un país donde la polarización crece y el liderazgo de Lula en la oposición puede acelerar procesos de protesta dependiendo de cómo se exprese esa situación. Allí se inició en 2013 el proceso de protestas que estalló este año así que es importante prestarle atención”, advirtió Murillo.
En cambio, Monica Hirst, profesora de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro, vaticina que no habrá movilizaciones en 2020. “Es una sociedad que manifiesta una paz social asimétrica con las graves condiciones de la población”, expresó, y lo adjudicó a dos factores: la concentración de la agenda de movilizaciones en cuestiones político-judiciales, como la prisión de Lula, y a la base evangélica que apoya a Bolsonaro, que hace contrapeso al malestar social.
Sin embargo, como demostró 2019, no hay lugar para los pronósticos infalibles. Pueden surgir tormentas no anunciadas que logren barrer con un gobierno, como ocurrió en Bolivia, o haber huracanes anticipados que se terminan evaporando, como en Venezuela.