Desde hace unos días circula en redes sociales una historia −a manera de parábola− en la que Pedro, un hombre de clase alta con ahorros y lujos, es capaz de aislarse socialmente en su casa con todas las comodidades; mientras que Juan, un empleado de un restaurante que quebró, debe ingeniárselas para llevar comida a sus hijos con quienes comparte una vivienda en mal estado.
La historia, cuyos personajes son ficticios, no se aleja en nada de la realidad que enfrentaban muchas familias antes del apagón económico provocado por el coronavirus y que ahora agravará problemas estructurales de Costa Rica como la pobreza, el desempleo y la desigualdad.
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No todas las familias sobrellevan el enclaustramiento social en la comodidad de sus casas, con comida siempre disponible y conexión a Internet para ver Netflix. Las realidades son muy diferentes y los datos sociodemográficos del país son la mejor herramienta para ponerlo en perspectiva.
Un artículo titulado Las desigualdades que enfrentan los hogares en cuarentena; publicado por los economistas Natalia Morales, Pamela Jiménez y Rafael Segura, investigadores del Programa Estado de la Nación (PEN); detalla esta disimilitud en la que viven miles de familias en el país.
“La idea es mostrar que en esta época en que se pide quedarse en casa, los hogares no la enfrentan de igual manera. Hay viviendas en condiciones precarias, en mal estado, sin acceso a servicios básicos y sin conexión a Internet. Eso hace que sea más complicado vivir varias semanas encerrados”, indicó Morales.
Los datos son la mejor manera de comprender el fenómeno. Los investigadores utilizaron los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho 2019) publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), con información a julio del año pasado.
Ingresos insuficientes
Antes de que la economía recibiera un shock inédito por las medidas de aislamiento social y las restricciones a los negocios que buscan frenar la propagación del virus, Costa Rica registraba 335.895 hogares en pobreza, de los cuales 93.542 estaban en condición extrema, es decir, no tenían capacidad para cubrir sus necesidades básicas cada mes.
Si se toman todos los hogares del país y se dividen en diez grupos según sus ingresos mensuales (deciles), se puede ver como 320.272 familias vivían con menos de ¢284.000 por mes, mientras que 640.234 percibían poco más de ¢1 millón.
Vivienda e Internet
Para muchas personas es simple pensar en quedarse en casa cuando sus viviendas están en buenas condiciones, tienen una habitación para cada integrante de la familia y gozan de una conexión fija a Internet que les garantiza disfrutar de buen streaming.
Sin embargo, esa realidad no es para todos los hogares del país por igual. 0,6% de las casas no cuentan del todo con acceso a servicios básicos −agua, electricidad o recolección de basura− y 6% los tienen, pero de manera deficiente.
El 9% de las familias vive en casas en mal estado físico, esto quiere decir, con problemas en las paredes, techo o piso.
Un 2% (33.201 hogares) residen en casas con hacinamiento, este indicador significa que duermen más de tres personas por habitación.
El 15% de las casas en el país mide menos de 40 metros cuadrados (m²), en comparación con el 27% que supera los 100 m².
Sobre el acceso a Internet los datos muestran que el 48,3% de las viviendas no tienen conexión fija por medio de teléfono, cable coaxial o fibra óptica.
La conectividad remota a plataformas digitales y a ordenadores informáticos es una forma de mitigar los efectos negativos del distanciamiento social. Un 79% de los hogares con mayores ingresos (quinto quintil) tiene computadora en la casa, mientras que entre los más pobres (primer quintil) el indicador es del 24,8%.
Adultos mayores
El Ministerio de Salud reitera constantemente el llamado para cuidar a los adultos mayores debido a que son uno de los grupos de mayor riesgo ante el COVID-19 y registran la tasa de mortalidad más alta por esta enfermedad.
En Costa Rica el 9% de la población corresponde a adultos mayores (de 65 años o más). Una quinta parte de las familias del país viven con al menos una persona en este rango de edad.
La distribución de adultos mayores entre los hogares del país debería traducirse en que muchas personas tomen las medidas y cuidados para proteger a este grupo altamente vulnerable.
Las primeras proyecciones del Gobierno sobre personas afectadas sin empleo por la crisis rondan entre las 365.000 y las 700.000.
El Ejecutivo ya puso en marcha una serie de propuestas y proyectos de ley para acumular recursos que le permitan atender la emergencia sanitaria, ayudar con subsidios a los afectados y pagar sus gasto público regular.
Mientras las subvenciones se entregan a los grupos que vieron caer sus ingresos mensuales o que desmejoraron su condición de pobreza, la incertidumbre y las brechas de desigualdad socioeconómica se convierten en la principal amenaza para preservar al aislamiento social cuando muchos se preguntan: ¿qué comeremos hoy y dónde conseguiremos el dinero?
Pedro lo sabe; Juan, no.