La pobreza de los más pobres se agudiza con los años: del 2010 al 2015, el primer quintil de hogares (el 20% más pobre) vio caer sus entradas de dinero en un 17%.
Las políticas públicas son efectivas en que este desplome no se traiga abajo los avances en educación, acceso a algunos servicios y a vivienda, pero no para subsanar los problemas de desempleo.
El 20% más pobre es la porción más golpeada por la caída en los ingresos, aunque el resto también cayó o se estancó.
En promedio, estas familias pasaron de percibir ¢234.819 (en colones constantes) en el 2010 a ¢194.541 en el 2015.
La misma porción de hogares también sufre cada vez más el desempleo y trabaja cada vez menos horas, según comprobó EF con base en datos de las últimas cinco ediciones de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho).
La tasa de desempleo abierto aumentó en un 29% para el primer quintil de los hogares; mientras que la cantidad de horas trabajadas cayó en un 15% durante el mismo periodo de análisis. Tres veces más que el segundo y el tercer quintiles.
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Es una tendencia en todo el país: el desplome se mantuvo año con año, en cada una de las regiones de planificación, con una afectación mucho mayor para los hogares con menos ingresos.Según datos del Pew Research Center, cuando este mismo análisis se aplica para toda Latinoamérica, se observa un aumento del 4,3% promedio anual para el 20% más pobre , tomando como base de análisis el periodo 2000-2013.
Si bien los periodos de análisis no permiten una comparación directa, sí muestra una tendencia al crecimiento que al menos en el caso de Costa Rica se revirtió.
¿Qué está pasando?
Para el director del Programa Estado de la Nación, Jorge Vargas Cullell, una de las razones más determinantes para explicar la agudización de la pobreza es la falta de oferta laboral de calidad para las personas que tienen bajos niveles de estudio.
La desaceleración del crecimiento económico impacta a todo el país, pero los sectores que sí crecen demandan mano de obra calificada o profesional, característica poco frecuente entre las personas de menor ingreso.
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De hecho, la cantidad de años estudiados aumenta con el quintil. La escolaridad promedio de estas personas es de 6,28 años, mientras que entre los más ricos es del doble, 12,70, según las últimas cifras publicadas.
Programas avanzan, pero poco
Mientras la pobreza medida por cantidad de ingresos se agudiza, la que se mide con respecto a la satisfacción de necesidades básicas sí mejora.
El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), calculado por el INEC con las encuestas de hogares, permite entender si las políticas públicas están teniendo un impacto. En general, lo tienen: el IPM pasó de 9,0 a 6,0 en el mismo periodo de análisis.
Los programas sociales y educativos logran contener los efectos de la economía desacelerada.
“Costa Rica aumentó fuertemente los niveles de inversión social a lo largo del siglo XXI y no los ha disminuido significativamente (todavía) pese a los problemas fiscales”, explicó Vargas.
Por ejemplo, la asistencia a la educación regular aumentó en un 40% entre el 2010 y el 2015, entre los hogares pobres multidimensionales (que no son necesariamente los mismos que los pobres por carencia de ingresos).
También se disminuyeron los problemas de hacinamiento en un 20% y de falta de acceso a Internet en un 33% en estos últimos cinco años, entre estas familias.
No son resultados del todo satisfactorios, opina el presidente Ejecutivo del IMAS, Carlos Alvarado. “Esa mejora debería ser más rápida”, dijo.
En otras áreas el avance ha sido lento o nulo, como en el mal estado de las viviendas o las personas fuera de la fuerza de trabajo por obligaciones familiares.
El indicador que más retrocede en el IPM es la lucha contra el desempleo, el empleo informal o los trabajos que no cumplen con el salario mínimo.
Es ahí donde se cierra el círculo: a mayor desempleo, menor activación de la economía y menos ingresos para el Estado.
“Este tipo de pobreza, caeteris paribus, está muy ligada al gasto público, y el agujero fiscal es una tormenta en ciernes”, explicó Vargas Cullell.