En Ciudad del Cabo, los bañistas se limpian la arena de los pies en las duchas de las playas. Canales de regadío alimentan los célebres viñedos. Y Shadrack Mogress se enoja mientras llena un barril de agua para descargar el retrete.
Hace cuatro años de una tremenda sequía que estuvo a punto de dejar la capital turística de Sudáfrica completamente sin agua, con todas sus tuberías vacías, el temido "Día Cero". Finalmente lo esquivó y ahora el agua fluye libremente, pero no para todos.
En casa de Shadrack Mogress, en el barrio de Khayelitsha, los grifos solo funcionan a ratos y raramente a plena presión. Así que, a sus 56 años de edad, se levanta temprano para llenar un barril mientras el suministro todavía funciona y asegurar que su familia de seis puede beber y limpiar durante el día.
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“También necesitamos tomar agua de esa para limpiar el baño, lo que es un insulto hacia el final del día”, se enfada Mogress. ”Tenemos baños aquí. Tenemos duchas aquí. No podemos usarlos”, protesta. “Nuestros niños van a escuela por la mañana sobre las 6:00. A veces no hay agua a esa hora”, insiste.
El hombre asegura haber contactado varias veces con responsables municipales por estas cuestiones, pero sin recibir respuesta. ”Estamos en medio de una pandemia aquí, y ni siquiera tenemos agua para lavarnos las manos”, se indigna.
Los camiones cisterna que entregan agua a la vecindad no son de fiar y los grifos cambian los fines de semana, explica Sandile Zatu, un residente de 45 años. "No tenemos otra opción que levantarnos en la mañana e intentar llenar nuestro cubo lo máximo posible", afirma.
31 barrios sin agua
Durante la sequía, los esfuerzos municipales para ahorrar agua crearon una sensación de objetivo compartido. Todo el mundo evitaba descargar retretes, desistió de regar las plantas y dejaron que los coches acumularan suciedad durante meses. ”En ese momento, sabíamos que nos encontrábamos con un problema”, dice Mogress. “Pero ahora es de hecho peor, porque tenemos agua y lo sabemos”, argumenta.
Las piscinas en los suburbios acomodados de Ciudad de Cabo están insolentemente repletas mientras la municipalidad calcula que unos 31 barrios no tienen acceso a agua potable, incluidos distritos de chabolas y de clase trabajadora.
Irónicamente, el COVID-19 mejoró el suministro de agua en algunas zonas. El estado de desastre decretado para permitir medidas de confinamiento también facilitó el envío de más agua para promover la higiene. Si se anula el estado de desastre, la ciudad perderá la financiación para estas entregas de agua, indicó el responsable municipal de la gestión de agua, Zahid Badroodien.
Badroodien dijo que la ciudad está invirtiendo millones de rand (un rand equivale a $0,06) en la anticuada infraestructura hidráulica, señalando que otro Día Cero es “inevitable”.
Pero es difícil para la ciudad ofrecer un suministro estable de agua en algunas zonas porque los “fondos están atados a proyectos existentes para intentar y establecer servicio en las comunidades existentes”. ”Al mismo tiempo, la seguridad de nuestros funcionarios se ha convertido en un problema en estas zonas, donde sé de buena tinta que las cisternas son robadas y nuestros funcionarios secuestrados, a veces retenidos a punta de pistola”, dijo.
Jo Barnes, experta en gestión del agua en la universidad Stellenbosch, dijo que la ciudad ha mostrado una pobre planificación para futuras sequías. ”No planificar para la siguiente sequía, que puede estar a la vuelta de la esquina, suena como administración suicida para mi”, señaló. “Somos más y más gente, y tenemos el mismo volumen de agua. Así que, salvo que hagamos algo mágico, corremos hacia el mismo problema otra vez”, alertó.