La pandemia del COVID-19 está transformándose en una crisis de empleo mucho más grave que la del 2008 y la cual afecta principalmente a mujeres, jóvenes y trabajadores con ingresos bajos.
Así lo demostró el nuevo informe sobre empleo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicado el 7 de julio anterior.
El golpe más severo al empleo en los países miembro de esta organización se reportó en abril con una tasa del 8,5%, (en febrero era del 5,2%) la más alta en los últimos 10 años.
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De acuerdo con las Perspectivas del Empleo 2020 en el informe OECD Employment Outlook 2020, incluso en el escenario más optimista de la evolución de la pandemia, la tasa de desempleo en toda la OCDE podría llegar a 9,4% en el cuarto trimestre de 2020, cifra que excede todos los picos desde la Gran Depresión.
Se proyecta que en 2020 el empleo promedio será de 4,1% a 5% menor que en 2019. Tendencia que podría mantenerse hasta finales del próximo año.
“A partir de la rápida y decisiva respuesta inicial a la crisis del COVID-19, ahora los países deberán hacer todo lo posible por evitar que esta crisis del empleo se transforme en una crisis social a gran escala. Es preciso que las políticas macroeconómicas sigan siendo solidarias a lo largo de la crisis para minimizar el riesgo de afrontar una recesión prolongada”, afirmó el Secretario General de la OCDE, Angel Gurría.
El apoyo por parte de los gobiernos a inicios de la pandemia fue insólito, principalmente con la flexibilización por parte de los bancos, el otorgamiento de bonos y los programas de retención de empleos como reducción de jornadas.
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En los países de la OCDE, el total de horas trabajadas se desplomó, al caer 10 veces más rápido en los primeros tres meses de la crisis actual que en los primeros tres meses de la crisis financiera mundial de 2008, reveló el informe.
Principales afectados
Las personas con ingresos bajos son quienes pagan el precio más alto.
Durante el confinamiento, los trabajadores mejor pagados tenían en promedio 50% más probabilidades de trabajar desde sus casas que aquellos que tienen sueldos menores.
Además los trabajadores con ingresos bajos tenían dos veces más probabilidades de ser despedidos o perder sus fuentes de ingresos, en comparación con los de mayores ingresos.
En temas de género, las mujeres son más perjudicadas que los hombres, debido a que muchas de ellas trabajan en los sectores más afectados e incluso tienen empleos precarios.
Los trabajadores independientes y aquellos con contratos temporales o de tiempo parcial, estuvieron expuestos a pérdidas de empleo y de ingresos.
Los jóvenes egresados de las escuelas o universidades tendrán dificultades para encontrar empleo y corren el riesgo de sufrir daños de largo plazo en su potencial de ingresos.
Específicamente en Costa Rica, la tasa de desempleo que registra el país, es la más alta de la historia desde que se mide este indicador con la Encuesta Continua de Empleo realizada por el Instituto de Estadísitca y Censos (INEC).
La tasa de desempleo fue del 15,7% para el periodo febrero, marzo y abril de 2020. Esta cifra representa un crecimiento de 4,4 puntos porcentuales con respecto al mismo trimestre anterior.
En términos absolutos, la cantidad de desempleados pasó de 277.376 personas a 379.063.
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Acciones
La Organización recomienda que en el corto plazo, el apoyo sea constante para algunos sectores que todavía son severamente afectados por las medidas de confinamiento.
“Es importante dirigir el apoyo a quienes más lo necesitan y a la vez brindar alicientes para volver a trabajar de manera segura a quienes pueden hacerlo y apoyar a las empresas para que contraten nuevos trabajadores”, señala la OCDE.
Estas acciones resultan cruciales para evitar las secuelas del desempleo y una inactividad prolongada.
Las empresas, en especial las pequeñas, necesitarán apoyo para implantar prácticas de salud y seguridad en el sitio de trabajo.
En el mediano plazo, es recomendable que los países atiendan las brechas estructurales que la crisis dejó al descubierto, como las diferencias salariales entre géneros y la precariedad del empleo.
“Las empresas deberán también retribuir la confianza que los gobiernos mostraron en ellos durante la etapa de emergencia de la crisis del COVID-19 al retener a sus empleados en la medida de lo posible e invertir en sus habilidades”, agregó la Organización.
Para asegurarse de que nadie se quede atrás en la recuperación económica, es fundamental que se invierta en educación y formación de profesionales que se adapten a las necesidades del mercado actual.
El reentrenamiento y la capacitación constante, son elementos prioritarios para que las personas tengan más y mejores opciones para acceder a empleos de calidad.