Los colegios científicos de Costa Rica destacan año tras año en las notas de ingreso a las universidades estatales, por encima de las instituciones privadas y del resto de entidades del sistema público.
No obstante, este modelo que ha demostrado tener éxito es limitado: existen 10 centros que alcanzan una matrícula conjunta de casi 500 estudiantes que deben hacer un proceso de admisión para entrar. La expansión de esta modalidad está atada de manos por razones presupuestarias.
La alianza con las universidades públicas parece ser una de las claves que permiten graduar a estudiantes de alto rendimiento.
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Pocos cupos
Actualmente existen en Costa Rica 10 colegios científicos que funcionan como un sistema integrado con sedes en San Pedro (Montes de Oca), San Ramón, Cartago, Alajuela, Ciudad Quesada, Liberia, Puntarenas, San Isidro de El General, Limón y San Vito. Este último es el más nuevo.
Estas instituciones ofrecen solo décimo y undécimo años, por lo que la admisión debe gestionarse cuando el estudiante está en noveno año. El proceso, que está abierto para cualquier colegial del país, arranca en julio y finaliza en setiembre.
Hay una serie de requisitos básicos para optar por un cupo: tener una nota promedio de sétimo, octavo y noveno de 85 o más; un promedio de nota de conducta de 90 o más; y realizar una prueba de admisión que tiene lugar en octubre.
Esta prueba evalúa razonamiento verbal y matemático, de forma similar a un examen de admisión de las universidades públicas.
Tras ese proceso, se calcula la nota de admisión final: un 90% proveniente del examen y un 10% del promedio de notas de los tres años previos. Las sedes seleccionan a sus nuevos estudiantes de mayor a menor nota hasta donde alcancen los cupos disponibles.
Cada colegio tiene solo un grupo de unos 30 integrantes por grado, por lo que al sistema completo ingresan unos 300 alumnos cada año. La matrícula actual en los 10 colegios científicos es de 496 estudiantes.
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El sistema de colegios científicos se nutre principalmente de estudiantes que vienen de otras instituciones públicas. Cerca del 60% del estudiantado recibe algún tipo de beca con más o menos cobertura, de acuerdo a un estudio socioeconómico.
Son, en general, jóvenes con aptitudes e interés por la ciencia, la matemática y la tecnología; con una personalidad curiosa, abierta a nuevos retos y alta adaptabilidad.
Cada colegio científico recibe, en promedio, un presupuesto de ¢150 millones, lo que significa unos ¢1.500 millones para todo el sistema anualmente.
El costo promedio por estudiante ronda los ¢3 millones al año, casi el doble de la inversión promedio por estudiante en la educación secundaria pública que fue de ¢1,6 millones para el 2022.
Con este presupuesto los colegios científicos costean su funcionamiento administrativo y educativo. Un aspecto que eleva el costo es que se realizan unas seis giras al año que implican transporte, hospedaje y otros gastos.
En los estudiantes becados, estos rubros están parcial o completamente cubiertos, pero en aquellos sin beca deben ser asumidos por los padres. Este es el único gasto extra pues, al ser colegios públicos, no se cobra matrícula ni mensualidad.
En otros aspectos los gastos se atenúan pues los colegios científicos mantienen alianzas con las universidades públicas, algo que parece ser una de las claves del éxito.
De la mano con las universidades
Siete de los colegios científicos están ubicados dentro de alguna de las cuatro universidades públicas con las que hay convenio: la Universidad de Costa Rica (UCR), la Universidad Estatal a Distancia (UNED), la Universidad Nacional (UNA)y el Tecnológico de Costa Rica (TEC). Solo tres sedes (San Pedro, Cartago y Puntarenas) tienen instalaciones propias.
“El aporte de las universidades es incuantificable. Contribuyen en laboratorios, sistemas bibliotecarios, servicios de salud. En el caso de San Carlos también la residencia estudiantil”, comentó Marcela Chaves, directora del Sistema Nacional de Colegios Científicos.
Además, la mayoría de los profesores contratados en estos colegios son, a la vez, docentes universitarios, especialmente en las áreas de ciencias y matemáticas.
Eso puede explicar, en parte, que año tras año los colegios científicos destaquen a nivel nacional en el ingreso a las universidades. Por ejemplo, entre los 10 primeros lugares en la admisión al TEC aparecen cinco científicos, similar en la UCR. Si solo se toman colegios públicos, los científicos ocupan los primeros ocho y nueve lugares respectivamente.
El Colegio Científico de Alajuela fue el primer lugar en ambas universidades. En el TEC obtuvo un promedio 732, mientras en la UCR alcanzó 753.
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Esta sede abrió sus puertas en 2006 y está hermanada con la UNED. Actualmente tiene 58 alumnos y gradúa entre 28 y 32 estudiantes al año.
Para Johana Salazar, directora de la sede alajuelense, el equipo y el proyecto enfocado en formar un estudiante de excelencia en todas las áreas explican el éxito de ese colegio en particular.
“La modalidad tiene particularidades que garantizan el resultado y el perfil de salida de los muchachos”, mencionó la directora.
Estos colegios usan una malla curricular más amplia que la de uno académico, pues se incluyen cursos preuniversitarios que los estudiantes pueden convalidar al entrar a una casa de enseñanza superior.
El aprendizaje tiene un enfoque teórico-práctico, con énfasis en ciencias y matemáticas, uso de laboratorios y nueve lecciones de inglés. Las lecciones duran más tiempo y el horario es más extenso: de 7 a.m. a 5:30 p.m.
La mayoría de los egresados de este sistema suelen decantarse por carreras relacionadas a ciencias básicas, ingenierías y ciencias de la salud.
Sin presupuesto
El sistema de colegios científicos, que nació en 1989 y está cobijado en la Ley de Promoción del Desarrollo Científico y Tecnológico (7.169), ha logrado diferenciarse del resto del sistema educativo público, que sufre rezagos educativos y falencias en la infraestructura.
Su creación vino en respuesta a la necesidad de ofrecer un espacio a estudiantes con vocación en las ramas científicas.
Para Chaves, la facultad que le dio esa ley al Ministerio de Educación Pública (MEP) para establecer vínculos con las universidades resultó un pilar fundamental que explica los buenos resultados, junto con el compromiso de estudiantes y juntas administrativas.
No obstante, la posibilidad de expandir esta modalidad está aún lejos debido a la situación presupuestaria del MEP.
En el pasado se contempló la posibilidad de crear dos sedes más: en Guápiles y otra más en Guanacaste, pero por ahora no hay ningún plan concreto para abrir nuevas instalaciones.