Entre cinco cartas el Partido Liberación Nacional (PLN) deberá seleccionar, este domingo 6 de junio, el as bajo la manga que logre aglutinar votantes –suyos y ajenos al partido– en la carrera por la presidencia y le evite a la agrupación más tradicional de Costa Rica un tercer descalabro consecutivo en las urnas.
El escenario es complejo e impredecible. Encuestas poco fiables dejan apertura para muchos escenarios, además de la ausencia de previsiones de votación por los eventuales efectos que tenga la pandemia del COVID-19 sobre la convención interna liberacionista, incluidas las restricciones de movilidad.
La decisión es trascendental para el partido: una agrupación tradicional que todavía se deja una mayor cantidad de escaños en la Asamblea Legislativa y de municipios, pero que este 2022 luchará por no quedar excluido tres veces consecutivas del Poder Ejecutivo por primera vez en su historia.
En un contexto que “personaliza” cada vez más a la política, dijo a EF el politólogo de la Universidad de Costa Rica (UCR), Ronald Alfaro, la elección de candidaturas resulta cada vez más importante para electorados volátiles, que ya no salen a votar moralmente obligados, ni por una bandera en específico.
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Volando a ciegas
El PLN llega a su elección interna de este 6 de junio sin mayor certeza del panorama al que se enfrentará.
La dirección del Partido ni siquiera se anima a estimar la cantidad de personas que participarán, ante el impacto que podría tener en el evento la pandemia del nuevo coronavirus y la aplicación de la restricción vehicular sanitaria que, este 6 de junio, obligará a dueños de vehículos con placas terminadas en números pares a quedarse en casa, caminar hasta los centros de votación o trasladarse por otros medios.
El PLN sí sabe que unas 20.000 personas se inscribieron para participar en papeletas de movimientos nacionales o distritales; sin embargo, asegura que deberá trabajar sobre la marcha para resolver inconvenientes que podrían suscitarse en un contexto inédito como el actual.
“No vemos un parámetro, es imposible... Más o menos calculamos algún crecimiento a la hora de hacer las papeletas, para que no vaya a faltar papelería, pero en esto hay que lidiar hasta con miembros de mesa que están inscritos y que dan positivo (por COVID-19). Justo ayer me llamaba uno”, dijo a EF Kattia Rivera, presidenta de la agrupación.
El Partido también desconoce el efecto que pueda tener –o dejar de tener– la participación de no partidarios; es decir, de personas que voten en las elecciones abiertas del Partido aunque no le guarden afinidad.
Tampoco hay previsión alguna sobre el impacto que tendrá la apatía partidaria. Hasta un 87% de la población no tendría simpatía alguna por un partido político en específico, según los resultados del último estudio de opinión política del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (CIEP-UCR).
El partido recibió 336.852 votos en 2013 (aunque no hubo contienda por la nominación) y 429.828 papeletas en 2017, según los datos suministrados a EF.
Cinco candidatos
En el menú liberacionista hay cinco opciones: dos son políticos de vieja escuela e hijos del bipartidismo: el expresidente José María Figueres (1994-1998) y el excandidato presidencial Rolando Araya, quien perdió ante el socialcristiano Abel Pacheco los comicios nacionales de 2002.
Por otro lado, un tanto más jóvenes se presentan los actuales diputados Carlos Ricardo Benavides y Roberto Thompson, quienes se dicen opciones de recambio a los liderazgos más tradicionales.
Pese a los fantasmas de su pasado y los cuestionamientos por casos como ICE-Alcatel, o su tardío regreso a Costa Rica, Figueres es quien parte con un escenario de aparente mayor fortaleza.
El exmandatario es primero en las encuestas y demostró su cuota de poder en la Asamblea Nacional liberacionista, cuando esta optó por mantener el proceso de elecciones internas para este 6 de junio, a pesar del aumento vertiginoso en los casos de COVID-19 de las últimas semanas, de las recomendaciones de especialistas y de que todos los demás precandidatos pedían un traslado.
Rolando Araya es el precandidato con una mayor trayectoria; sin embargo, su perfil ha bajado en las últimas dos décadas y apenas recobró visibilidad en semanas recientes. Su discurso, más proteccionista, es disruptivo con varias de las posturas que el PLN adopta en la actualidad.
Benavides y Thompson, por su parte, tienen una carrera política activa y diariamente trabajan a pocas curules de distancia en el Congreso. A Benavides lo apoyan la expresidenta Laura Chinchilla y el exministro de la Presidencia, Rodrigo Arias. Por su parte, Thompson es más cercano al alcalde de San José, Johnny Araya. Sin embargo, se desconoce cuál será el rédito real de estos apoyos en las urnas.
El pulso generacional es parte de un proceso de reconfiguración de estructuras que vive el PLN, según la politóloga Eugenia Aguirre, en tiempos de “resultados muy complicados”.
El sector municipal del PLN finalmente no impulsó a ningún candidato en conjunto. Thompson coqueteó con esa opción inicialmente, pero Figueres logró conjuntar un mayor apoyo en ese grupo.
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El expresidente Óscar Arias, que aún tiene un peso importante en las filas liberacionistas, prefirió mantenerse al margen de la discusión.
La expresidenta Chichilla, por su parte, no solo apoyó a Benavides sino que manifestó “preocupación” por las opiniones negativas que existen sobre Figueres, y el posible impacto que ellas podrían acarrear para una eventual carrera presidencial suya. “Me preocupa porque aquí la batalla final es la que cuenta”, dijo a La Nación.
Aparte de estos cuatro precandidatos, también aparecerá en la papeleta Claudio Alpízar, un politólogo y presentador televisivo que va más abajo en los estudios de opinión y que se considera un outsider del cuadro tradicional verdiblanco.
Ninguno de los candidatos tiene menos de 50 años, y al PLN se le recrimina que no participen jóvenes o mujeres en el proceso.
Pese a la confianza de Figueres, las encuestas disponibles enfrentan problemas metodológicos, según lo advirtió el CIEP de la UCR semanas atrás. La entidad avisó en un informe reciente que, para estimar correctamente la intención de voto en un proceso como el del PLN, se requieren muestras mucho más grandes que las utilizadas hasta el momento.
Que estos cálculos fallen, y que el nivel de reconocimiento de Figueres como expresidente de a República no sea suficiente, es la esperanza de Benavides, Thompson, Araya y Alpízar. Todos saben del dominio figuerista en las altas esferas partidarias, reforzado con la adhesión del último precandidato (Antonio Álvarez Desanti), pero esperan un resultado distinto cuando voten las bases partidarias –y, preferiblemente para ellos, otros más.
El PLN como estructura
La decisión de quién comande el nuevo proceso electoral liberacionista será decisiva por el momento histórico del Partido. Liberación Nacional nunca perdió tres elecciones presidenciales consecutivas y en las últimas dos ocasiones vivió sus peores fracasos electorales.
Con Johnny Araya en 2014 y Antonio Álvarez (exministro y exdiputado) en 2018, los liberacionistas primero tiraron la toalla antes de las votaciones de segunda ronda y, cuatro años más tarde, ni siquiera accedieron al balotaje.
Los resultados de la última contienda reflejaron incapacidad de “seducir” votantes fuera del partido, por parte del candidato electo.
La participación en la convención interna de 2017 al final superó en casi 30.000 personas el número de personas que finalmente votaron por Álvarez Desanti en elecciones nacionales: 401.505, según el conteo oficial del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Este escenario, aseguró Alfaro, refleja un panorama nefasto para cualquier partido político: “quiere decir que no logra atraer o arrastrar más apoyo del de un inicio”.
Pese a los fracasos presidenciales, el PLN ha logrado mantener en los últimos años su posición como partido con más escaños en el Congreso y también es el que se deja más ayuntamientos –aunque ambos conteos van en descenso.
“En este ambiente frío y apático, recaerá muchísima responsabilidad en la figura, que deberá no solo unir al partido, que enfrenta importantes divisiones, sino que después tendrá que buscar gente en otras filas. Debe ser una persona que necesariamente pueda sostenerse sin la bandera, porque las tendencias van hacia desdibujar el partido político y personalizar la elección”, dijo Aguirre.
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