Caracas.- La comida escasea, los precios están disparados, hay protestas y el apoyo popular mengua. ¿Cómo sobrevive el gobierno de Nicolás Maduro a la peor crisis económica y política en Venezuela en décadas?
El retrato de la Venezuela de 2016 dista mucho del que antecedió a la llegada de Maduro a la presidencia en 2013. Entonces, el carismático y popular Hugo Chávez -fallecido ese año- gobernaba un país que aún se zambullía en petrodólares.
Hoy, Maduro cuenta con muy poco de lo que tuvo su mentor político, empezando por la chequera (el precio del crudo cayó 50% en sus dos primeros años de gestión). Con las mayores reservas mundiales de oro negro, Venezuela ha vivido históricamente de la renta petrolera y el Estado es el principal actor económico.
A Maduro tampoco le sonríen las encuestas: 7 de cada diez venezolanos reprueban su gobierno, según la firma independiente Datanálisis.
Aun así, y con un plan en marcha para someterlo a un referendo revocatorio, el sucesor de Chávez ha sobrevivido a un cóctel explosivo que quizá en otra parte le hubiera costado el cargo a un presidente. De momento ningún experto se atreve a anticipar una fecha de expiración del gobierno venezolano, elegido hasta 2019.
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¿Por qué?
Maduro debe parte de su supervivencia política al control institucional que ejerce el chavismo a la cabeza de los militares activos o en retiro, que ocupan 10 de los 30 ministerios, incluidos los de Defensa, Agricultura y Vivienda.
El gobierno "tiene el control de las instituciones y mantiene una relación muy estrecha y muy fuerte con los militares", señala a la AFP Luis Vicente León, analista y presidente de la encuestadora Datanálisis.
La oposición pregona que el poder de Maduro va más allá de los cuarteles y se extiende a la justicia y el órgano electoral, vitales en la actual coyuntura en que se cocina el referendo revocatorio.
Salvo en el Legislativo, el chavismo tiene una presencia dominante en los demás poderes públicos.
"A pesar del deterioro dramático en Venezuela, existe una posibilidad de que Maduro permanezca en el poder, por lo menos hasta el 2017, simplemente porque el chavismo todavía controla al Estado venezolano casi en su totalidad", según Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, con sede en Washington.
Pugna
Los adversarios del presidente luchan por sacar adelante una consulta popular para revocar su mandato que, en caso de realizarse este año, podría desembocar en elecciones anticipadas si Maduro es derrotado.
Pero si el referendo se celebra después del 10 de enero, y lo pierde, el gobernante podrá designar a su sucesor.
Lastrada por un pasado de divisiones y derrotas electorales, la oposición venezolana vive su mejor momento en 17 años de chavismo. Tras conquistar la mayoría parlamentaria, impulsa el revocatorio.
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Sin embargo, es una oposición fracturada a la que se le dificulta conectarse con las masas, según León. "No hay un liderazgo concreto que pueda enamorar a esas masas o les haga sentir pasión por el cambio", agrega.
Reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), los enemigos políticos de Maduro están "de acuerdo sobre la importancia de destituirlo y de buscar reformas económicas inmediatas, pero en el resto de los temas, existen divisiones importantes", complementa Shifter a la AFP.
Maduro nunca podrá ser como Chávez, repiten analistas dentro y fuera de Venezuela para ilustrar las diferencias entre el padre y el hijo político.
"El presidente Maduro no es ni la sombra en términos de popularidad ni credibilidad, ni tiene la capacidad para pedir a la población que postergue gratificaciones, por lo que es mucho más inestable", comenta León.
Pese a ello, sigue explotando la retórica y la figura de su antecesor, así como la fidelidad del sector duro del chavismo.
"También Maduro se ve reforzado por el legado de Chávez en la región (...) Cualquier crítica hecha a Maduro trae complicaciones ideológicas y diplomáticas", sostiene el presidente de Diálogo Interamericano.
El jefe de Estado culpa de los males que se acumulan en Venezuela a una "oposición golpista" confabulada con el "imperio" y la "derecha internacional", que buscan asfixiar al gobierno con una "guerra económica".
Si bien buena parte de los 30 millones de venezolanos padece la escasez de un 80% de los alimentos básicos, y la inflación más alta del mundo (180,9% en 2015 según el gobierno), un 35% de la población "se considera chavista intransigente", estima Shifter.
"Existe un bloque importante del país que todavía apoya al movimiento en su totalidad y no está dispuesto a apoyar a la oposición. No confían en la alternativa", apunta.