¿Cómo una improvisada muchedumbre incitada por Donald Trump pudo tan fácilmente invadir el Capitolio? Las críticas no se hicieron esperar el jueves contra el dispositivo de seguridad en la venerada sede del Congreso estadounidense, al día siguiente de los hechos violentos en Washington.
La relativa facilidad con la que la policía del Capitolio, una agencia federal con 2.300 agentes, fue desbordada por los seguidores del magnate republicano que portaban banderas de "Trump 2020" y vestían ropa de camuflaje, aparentemente sin intentar arrestarlos, provocó consternación.
Y la tranquilidad con la que traspasaron el cordón de seguridad y crearon conmoción en los salones del augusto edificio neoclásico situado en el centro de Washington dejó en evidencia una grave falla de seguridad a dos semanas de la ceremonia de investidura de Joe Biden, el 20 de enero, que precisamente tendrá lugar en sus escalinatas.
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"Es una derrota masiva", estimó el jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, quien anunció una investigación.
"La seguridad del Capitolio debe ser completamente revisada", tuiteó el senador demócrata por Hawái Brian Schatz.
El director de la policía del Capitolio, encargada de la seguridad del Congreso, los legisladores y su personal, Steven Sund, renunció este jueves, dijo una fuente cercana, horas después de que la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, pidiera su dimisión.
Múltiples jurisdicciones
Las fuerzas de seguridad del Congreso habían planificado una respuesta a una manifestación de seguidores de Trump, pero no estaban preparadas para frenar la violencia, había reconocido en la mañana Sund.
Un agente de la policía del Capitolio disparó mortalmente contra una manifestante que intentaba irrumpir en una zona del Congreso, a través de un vidrio roto. El agente fue suspendido y se abrió una investigación, dijo Sund, quien subrayó que la situación era entonces especialmente caótica y que otros policías habían desactivado en el mismo momento dos artefactos explosivos en el exterior del edificio.
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"En mis 30 años de carrera en Washington nunca había visto nada como el asalto violento [del miércoles] contra el Capitolio", se justificó.
Como es usual en Estados Unidos, la multiplicación de jurisdicciones complicó la respuesta de las autoridades.
La capital estadounidense tiene un estatus administrativo particular, distinto de los estados limítrofes de Maryland y Virginia, pero no es propiamente un estado.
Subrayando esa peculiaridad, la alcaldesa de la ciudad, Muriel Bowser, insistió en una rueda de prensa que ella no tenía la autoridad de enviar al ejército, la policía o la Guardia Nacional al Congreso, que es un edificio federal.
"La Policía del Capitolio y los dirigentes del Congreso no tomaron la decisión de pedir apoyo a la Guardia Nacional", en antesala de las manifestaciones de trumpistas, que sin embargo se anunciaban desde días atrás, enfatizó.
La Policía del Capitolio controla el área alrededor del Congreso y la fuerza policial de la ciudad, más grande y mejor entrenada, no puede presentarse sin ser llamada.
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Y la asistencia de la policía municipal no fue requerida hasta después de las primeras intrusiones de partidarios de Trump, indicó su jefe, Robert Contee.
"Las cosas ya estaban muy mal en ese momento", añadió. Ese cuerpo hizo 68 arrestos, incluyendo 41 en el recinto del Capitolio.
Una violencia inimaginable
Por pedido de la alcaldesa de Washington, unos 300 reservistas de la Guardia Nacional, que habían sido desplegados con fuerza durante las protestas antirracistas del verano boreal, fueron puestos en estado de alerta para controlar los desplazamientos de los manifestantes en la ciudad y en el metro, sin portar armas, indicó el secretario del Ejército, Ryan McCarthy.
McCarthy, que dirige de facto la Guardia Nacional de la capital federal, precisamente porque no es un estado, subrayó que en múltiples reuniones previas con las otras agencias involucradas en la seguridad, el equipo de Sund rechazó repetidas veces las ofertas de apoyo.
"No hubo una solicitud" de ayuda, señaló en una conferencia telefónica.
La Policía del Capitolio dijo el domingo "que no necesitaría asistencia del Departamento de Defensa", indicó un portavoz del Pentágono Ken Rapuano.
Bowser prolongó por 15 días el estado de emergencia, hasta la ceremonia de investidura de Biden.
Y una barrera de dos metros de altura se estaba erigiendo, dijo McCarthy, para proteger todo el complejo del Congreso, que abarca el célebre edificio coronado por una cúpula pero también otras oficinas, hasta el 20 de enero.
Más de 6.000 reservistas adicionales fueron convocados como refuerzo para evitar cualquier nuevo incidente antes del fin de mandato de Trump, que el jueves prometió una “transición tranquila”, aunque sigue sin reconocer su derrota electoral.