Camagüey, Cuba - Después de Fidel Castro, nada hace pensar que Cuba desistirá del socialismo, aunque eso apenas inquieta a jóvenes de provincia como Ángel Mora. Este técnico electrónico solo quiere un buen ingreso, y encontrar leche y transporte en las mañanas.
Cuando el comunismo comenzaba a desmoronarse, Fidel Castro prometió que Cuba y la Revolución "seguirían luchando y seguirían resistiendo". Fue durante un discurso en la ciudad de Camagüey en 1989.
Mora nació justamente ese año en que el líder de la Revolución que universalizó la salud y la educación gratuitas y convirtió a Cuba en un remanso sin crimen, confirmaba el rumbo socialista. Faltaban dos años para el colapso de su protector soviético.
Sometida al embargo estadounidense, la isla sobrevivió a un traumático período de escasez, pero con secuelas: el éxodo de dos millones cubanos, el deterioro de la infraestructura, salarios bajos y la circulación simultánea de dos monedas locales, causante de una distorsión que ataca directamente el ideal igualitario.
Hay una minoría que gana y gasta en moneda dura (CUC, 1 dólar, 25 pesos cubanos) y una mayoría que usa moneda débil (CUP, un peso cubano).
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"Todos hablan del legado de Fidel, pero para defender ese legado hay que mejorar la economía", comenta Mora sentado, sin camisa, a las afueras de su vivienda en Camagüey, capital de la provincia homónima.
Ubicada al este de La Habana, esta región de extensas llanuras fue prominentemente ganadera.
El declive de la actividad llenó sus pastos de marabú, una planta invasora usada para la producción de carbón. Hoy, los ganaderos que buscan recuperarse deben luchar al mismo tiempo con una implacable sequía.
Ahora que Fidel Castro murió, tras haber delegado el poder en su hermano Raúl en 2006, Cuba persistirá en su lenta y cauta apertura al trabajo privado y la inversión extranjera.
"El rumbo ya está trazado", dijo el menor de los Castro en abril, manteniendo el régimen de partido único y el protagonismo del Estado, que maneja desde refinerías hasta pizzerías.
"La dirección cubana teme que una profunda reforma de mercado erosione los niveles de control estatal sobre la economía y genere una clase social que, al acumular, esté en condiciones de restablecer el capitalismo", dijo Mauricio Miranda, economista cubano de la Universidad Javeriana de Colombia.
Raúl Castro ya anunció que dejará el cargo en febrero de 2018, aunque seguirá influyendo como máximo líder del Partido Comunista.
Pasada la euforia por el acercamiento con Estados Unidos, el presidente enfrenta un último tramo de gobierno muy complejo.
Este año la economía difícilmente despegará tras crecer 4,4% en 2015.
Junto con la caída de los precios del níquel, Cuba arrastra un "pobre desempeño de la producción azucarera, el insuficiente crecimiento de la producción agrícola, de la producción industrial", explica Miranda.
Aunque la "opacidad estadística" del gobierno cubano, impide hacer cálculos más certeros, agrega.
Todo esto mientras Venezuela, que ya redujo en un 40% sus vitales envíos de petróleo a la isla, está en una profunda crisis económica y política.
A Mora le preocupan varios asuntos y no es precisamente si mañana habrá socialismo. Vive en una provincia ganadera donde según cuenta es difícil encontrar leche fresca.
Hace poco dejó su trabajo en una empresa estatal de transporte de carga y ahora hace lo que puede para sobrevivir junto con su mujer y dos niñas de 3 y 8 años.
"Aquí, tú te levantas y el primer problema es el transporten porque no hay combustible", dijo Mora.
Como en toda la isla, el transporte público masivo es casi gratuito pero ineficiente y los taxis colectivos son costosos para los cubanos, que en promedio perciben el equivalente a 29 dólares al mes.
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"La comida ha bajado de precio, pero todavía está cara", comenta. La isla debe importar el 80% de lo que consume.
En un reciente artículo Juan Triana, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, señalaba que la demanda y el precio de alimentos aumentaron por efecto de las reformas de Raúl Castro.
Una parte de la población —"minoritaria aún pero no despreciable en términos de poder adquisitivo"— mejoró sus ingresos, llegó una avalancha de turistas y aumentaron los restaurantes, escribió.
El problema es que esos locales y los cubanos de a pie se abastecen en el mismo lugar (tiendas estatales), porque no hay un mercado mayorista. Suben los precios por la demanda y los cubanos no tienen con qué pagar.
El gobierno ataca la especulación con la fijación de precios, pero el problema va más allá.
"Los salarios, son los salarios", recalca Mora. "Tienen que seguir mejorando y lo otro es que acaben de unificar las monedas, porque para el que gana un salario en pesos es un dolor", comenta.