La energía es una pieza más del ajedrez de la geopolítica y un factor clave en el conflicto actual que se desarrolla entre Ucrania y Rusia, pero que ya envolvió a Europa y a Estados Unidos.
Rusia es uno de los productores principales de petróleo y gas, dos motores indispensables para la economía mundial y de los que depende en buena medida el resto de Europa. El país euroasiático basa su propia economía en la venta de energías primas.
Una de las primeras escenas en este relato fue la cancelación del gasoducto Nord Stream II, que conecta Rusia con Alemania, por parte del gobierno germano. Muy a su pesar, el canciller Scholz paró el avance del proyecto, decisión que respaldó Estados Unidos.
Mientras tanto, aún es una incógnita si Rusia cortará y cuándo el flujo de gas hacia Europa en pleno invierno, con lo que obliga a Occidente a buscar otras opciones a corto y largo plazo.
Gas y petróleo
Rusia es el segundo productor mundial de gas natural, solo por detrás de Estados Unidos, y el número uno en Europa.
Su producción suple a la mayoría de países de Europa, más que todo del este y centro, y particularmente a Alemania.
Otros países como España y Francia salen mejor parados, pues el primero se abastece principalmente del norte de África, mientras el segundo depende más de otras fuentes de energía, la nuclear entre ellas.
Europa recibe el 40% de su gas natural de Rusia, que se usa para el funcionamiento de fábricas y para calentar las casas durante el invierno. Si ese país decide cortar el suministro como represalia a futuras sanciones, pondría al continente en aprietos.
“Putin sabe que tiene que jugar con su única carta que es la energía. Tiene una gran ventaja: cierra la llave del gasoducto del Mar del Norte y cierra todos los oleoductos y gasoductos del Mar Negro y que atraviesan Ucrania y pone en aprietos a Europa en general”, afirmó Carlos Murillo, analista internacional y director de Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica.
Eso obliga a Europa a crear esfuerzos para reducir su dependencia del gas ruso en el corto plazo, pero que podría traer consecuencias más significativas a futuro.
Otro elemento clave es el petróleo, materia prima en la que Rusia es el tercer productor mundial.
Las tensiones entre Rusia y Ucrania ya están provocando alzas en el crudo, cuyo precio superó los $100 por barril, el nivel más alto desde hace unos siete años. Los precios del carbón y la energía también llevan una tendencia alcista.
Pero el papel del país más extenso del mundo no se queda ahí. Rusia es un jugador importante en el carbón y el trigo, y en minerales como el paladio, el nitrato de amonio o metales como el aluminio.
Ese peso de Rusia y la dependencia de Europa provoca que los líderes del continente sean más cautos en la forma de contraatacar la estrategia del presidente ruso, Vladimir Putin.
“La manipulación de la energía no es estrictamente un tema de guerra, sino de presión política”, aseguró Constantino Urcuyo, analista internacional.
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Otro punto débil para Europa son las inversiones de sus compañías energéticas en Rusia. BP, Royal Dutch Shell o Total Energies están envueltas en multimillonarios proyectos de exploración y producción en territorio ruso.
Ante la vulnerabilidad, algunos países intentan transmitir calma. En España, por ejemplo, la compañía Enagás aseguró que tiene garantizado el suministro de gas natural para los próximos meses.
No obstante, también existe preocupación por la alta dependencia de la producción rusa.
“Moscú podría tomar la decisión de tratar de cambiar los cálculos en Occidente, utilizar las materias primas como una forma de guerra híbrida reduciendo esencialmente las exportaciones, asegurándose de que Ucrania no pueda exportar, y luego se avecina una gran espiral inflacionaria”, dijo Helima Croft, jefe global de estrategia de materias primas en RBC Capital Markets, a Foreign Policy.
Según informó ese mismo medio, el gobierno de Catar, otro productor de petróleo y gas, declaró que sería “casi imposible” para cualquier otro país sustituir completamente el suministro de gas ruso a Europa, pues la mayor parte de la producción está comprometida en contratos.
En el pasado, Rusia ha usado como arma su suministro por disputas de precios. Parte de su producción pasa por Ucrania, país que cobra alguna tarifa por dejarla circular.
Ucrania, por su parte, no ocupa un lugar preponderante en la producción de estas materias, pero sí tiene un rol significativo sobre todo en el sector de los granos y cereales. El país es un importante productor de trigo.
Esto también preocupa a los países que importan estos productos desde Ucrania, pues se teme una escalada en sus precios.
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Aún es una incógnita si Putin recurrirá a la carta energética para generar presión en sus vecinos europeos y cuándo, pero todo indica que Europa lleva las de perder. Aunque no es la única opinión.
Otros analistas consideran que Rusia no puede sostener un conflicto a largo plazo, pues su economía depende justamente de vender energías y materias primas, y carece de una industrialización avanzada.
El jugador que conserva una mejor posición en este ajedrez es China, vecino de Rusia hacia el sur y un aliado en diversos temas, cuya relación parece haberse estrechado en los últimos años.
China produce casi la mitad de todo el carbón y es el número uno mundial en energías renovables, incluyendo energía solar y eólica, lo que lo hace más independiente energéticamente.
El gigante asiático ha llamado a las partes a “ejercer moderación”, pero ha evitado condenar los actos de Rusia o llamarla una “invasión”.
El Nord Stream II
La manzana de la discordia que chispeó las relaciones entre Rusia y Europa fue la cancelación del Nord Stream II el 22 de febrero por parte del gobierno de Alemania, liderado por el canciller Olaf Scholz.
El proyecto se terminó de construir en noviembre y ahora corre el riesgo de no inaugurarse.
Scholz declaró que la decisión se tomó tras el reconocimiento por parte de Moscú de la independencia de Lugansk y Donetsk, los territorios prorrusos ubicados en el este de Ucrania.
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“Suena técnico, pero es necesario un paso administrativo y entonces no puede haber certificación del gasoducto, y sin certificación no puede comenzar a operar”, dijo Sholz.
La decisión recibió el beneplácito de EE. UU., país que anunció sanciones contra la compañía gerente del proyecto que es, a su vez, propiedad de la gigante rusa de energía Gazprom.
“Con la cancelación del Nord Stream, Alemania entró de lleno (en el conflicto). Debe tener alguna seguridad de los Estados Unidos de que le van a proveer la energía que necesiten”, sopesó Urcuyo.
Durante varios años, el Nord Stream II enfrentó a EE. UU. y a Alemania, principal promotor del proyecto, quien se encuentra en una encrucijada pues depende del gas ruso pero también es aliado de la OTAN.
El Nord Stream II consiste en un ducto de 1.230 km bajo el mar Báltico, con una capacidad de 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, siguiendo el mismo recorrido que su hermano gemelo, el Nord Stream I, activo desde 2012.
Bordeando Ucrania, el trazado incrementará las posibilidades de suministro de gas ruso a Europa, en tanto la producción en la UE disminuye.